Entre Amor y Razón, Ambas Son Posibles

15

Han pasado solo diez días desde que los niños están con nosotros, y aunque debo admitir que ha sido una experiencia hermosa estar en familia, también ha sido exageradamente agotador. Cuidarlos implica un esfuerzo constante, una entrega física y emocional que no tiene pausas.

Tuve que alargar mis vacaciones y esta vez dije que no me llamaran, ni aunque la empresa estuviera al borde de la quiebra. Los niños y mi esposa me necesitaban más que nunca. La primera noche fue particularmente difícil. Lucas y Emma no pudieron dormir. Al parecer, la nueva mansión les resultaba extraña para ellos.

Ahora, sin embargo, duermen como si siempre hubieran vivido aquí. Sus cuerpecitos pequeños respiran al ritmo lento de quienes ya se sienten seguros. Aisha, por su parte, ha empezado a acostumbrarse a no ser la única que recibe atención exclusiva de su madre. Ya no llora incontrolablemente como durante la primera semana. Y eso, honestamente, me parece un avance enorme.

Debo confesar que no sé cómo hacen tres niños que en total no superan los quince kilos para agotar a dos adultos sanos. Aunque también debo admitir que, al menos para dormir, son bastante tranquilos. Cuando tienen sueño, solo hacen un pequeño berrinche, y luego, con un poco de acurruco y voz suave, se entregan al descanso.

Es increíble lo angelicales que se ven los tres mientras duermen. En estos momentos, cuando la casa por fin guarda silencio, me encantaría unirme a ellos y cerrar los ojos aunque sea por media hora. Pero no podemos. Estos son los minutos valiosos que mi esposa y yo aprovechamos para ducharnos, comer algo o simplemente respirar sin interrupciones. Y, seamos sinceros, más bien ella es quien recibe toda la atención. Los niños están pegados a su pecho como si de él dependiera el mundo. Y no los culpo. Son adictivos —pensé, sonriendo para mis adentros.

—Mike —me llamó mi esposa, sacándome de mis pensamientos—. Terminé, puedes irte a duchar —me avisó mientras miraba con ternura a los niños dormidos en sus cunas.

—Sí, ya voy —le respondí con una sonrisa, dándome la vuelta para salir de la habitación. Me detuve en la puerta, giré la cabeza hacia ella y le dije—: Por cierto, dejé una manta en el sofá. Descansa un momento mientras me ducho, al menos unos minutos.

Ella me sonrió con cansancio, y ese gesto fue suficiente para calentarme el corazón.

Mientras me duchaba, dejé que el agua caliente corriera sobre mi cuerpo, tratando de soltar algo del peso de estos días. Pensaba en ella. En nosotros. En cómo, a pesar del cansancio y el caos, nos hemos acercado más. Ya no está tan a la defensiva como antes. Si en un día solía decirme veinte palabras, ahora me regala hasta doscientas. Puede parecer una tontería, pero para mí es un pequeño enorme avance.

—La extraño mucho —murmuré, sintiendo que el agua no solo limpiaba mi piel, sino también el cansancio emocional que arrastro desde hace días.

Lo único que quiero —me repetí mientras cerraba los ojos— es acurrucarme con ella, abrazarla fuerte y dormir el poco tiempo que nuestros hijos lo permitan. Porque en medio del caos, de los pañales y los llantos, lo que más deseo es sentirnos, aunque sea por un rato.

Al volver a la habitación, ya duchado y con una sensación de frescura que hacía tiempo no sentía, la vi. Mi esposa había seguido mi sugerencia y dormía profundamente en el sofá, justo al lado de las cunas donde descansaban nuestros tres pequeños.

Sonreí como un tonto. No podía evitarlo. Había formado una familia. La familia que tanto había anhelado, aunque jamás me hubiese atrevido a reconocerlo en voz alta. Era ese tipo de sueño que uno esconde incluso de sí mismo por miedo a que no se cumpla.

En medio de mi ensoñación familiar, la vi moverse. Con los ojos entrecerrados y el cabello desordenado, enfocó su mirada en mí, aún somnolienta.

—Mike, deberías descansar —murmuró con su voz adormilada, esa que me sonaba a hogar.

—Sí —asentí suavemente, y me dirigí al otro sofá, un poco más alejado de las cunas.

Me moría por pedirle que me dejara dormir a su lado, abrazarla y compartir ese pequeño rincón de paz. Pero le había prometido no presionarla, y me lo repetía mentalmente cada vez que ese impulso aparecía. Así que solo me recosté en silencio.

En menos de dos minutos, el sueño me envolvió como una manta cálida. Fue una sensación tan profunda y reparadora que no recordaba haberla sentido antes. Por primera vez en mi vida, deseaba dormir con desesperación... pero dormir bien.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que escuché un suave sonido proveniente de una cuna. Uno de los niños se había despertado. Me levanté de golpe, con el corazón acelerado, y en un solo movimiento ya estaba junto a las cunas. Mi esposa seguía dormida en la misma posición, tan tranquila que parecía ajena al pequeño caos que comenzaba a despertarse.

Me acerqué a la cuna de Lucas, que ya movía sus manitos. Siempre era el más tranquilo. Empecé a jugar con él usando un peluche, tratando de entretenerlo antes de que sus hermanas se despertaran.

Pero la calma no duró.

Aisha empezó a moverse, y con un pequeño quejido terminó por abrir los ojos. La tomé en brazos para calmarla, pero rompió en llanto, despertando a Emma, que a su vez espantó a Lucas. En cuestión de segundos, el silencio fue reemplazado por un concierto de llantos.

—Ya, mi amor... —dije, meciendo a Aisha con ternura mientras intentaba calmar a Emma en su cuna con la otra mano.

En ese momento, deseé ser un pulpo. Me faltaban brazos, manos, y hasta piernas para lidiar con los tres al mismo tiempo.

—Ya, pequeño —dije palmoteando suavemente a Lucas—. Si dejan de llorar, les prometo llevarlos a un parque de diversiones... ¿Qué tal un parque acuático? ¿O mejor aún? ¡A Disney! —ofrecí con un tono desesperado.

Pero ellos seguían llorando, como si no me creyeran ni una palabra.

Entonces, escuché una risa suave a mis espaldas. Me giré y ahí estaba ella, mi esposa, riéndose de mi caótico intento de apaciguar a nuestros hijos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.