Entre Blanco & Negro

CAPITULO 3

Al llegar a la sala de conferencias, lo vi revisando sus papeles. Nathan no había cambiado mucho, aunque los años ya se notaban en algunas líneas de su rostro y en la forma en que se movía. Sin embargo, aún conservaba esa chispa que siempre había tenido, esa energía que iluminaba cualquier habitación.

Me detuve un momento para observarlo. Su concentración en los documentos era evidente, y una mezcla de nostalgia y emoción me invadió. Recordé los días en que compartíamos risas y sueños, y cómo la vida nos había llevado por caminos diferentes.

Mientras me acercaba, mi corazón latía con fuerza. ¿Cómo le diría que ahora estaba comprometida? La incertidumbre me envolvía, pero sabía que debía enfrentar la situación.

—Nathan —dije, tratando de sonar tranquila.

Él levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los míos. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y en ese instante, sentí que el tiempo se detenía.

—Steisy, ¡qué bueno verte! —exclamó, dejando de lado los papeles.

La calidez de su saludo me hizo sentir un poco más relajada, pero la conversación que estaba por venir pesaba en mi mente.

—Por cierto... Felicidades por tu compromiso —dijo Nathan, con un tono que contenía una pizca de nostalgia.

—Gracias, lo mismo digo de tu compromiso... aunque ya es un poco tarde, ¿no? —respondí, intentando mantener el tono ligero, aunque mis palabras tenían un trasfondo de melancolía.

Hubo un breve silencio. La atmósfera se cargó de recuerdos y emociones que ambos intentábamos contener. Recordar aquellos momentos que compartimos me ponía nerviosa. La cercanía de Nathan siempre había tenido un efecto en mí, una conexión que nunca se desvaneció del todo.

Los recuerdos de nuestras charlas profundas, las risas compartidas y esos momentos en los que nuestras miradas se cruzaban y el mundo parecía desvanecerse a nuestro alrededor, regresaban con fuerza. Habíamos sido dos almas que se entendían sin necesidad de palabras, pero la vida, con sus giros inesperados, nos había separado.

—A veces pienso en cómo fue todo —dijo él, rompiendo el silencio—. Fue un tiempo corto, pero significativo.

Asentí, sintiendo que cada palabra resonaba en mi interior. Sí, esos días fueron mágicos. La forma en que nos mirábamos, cómo nuestras manos se rozaban accidentalmente, y la electricidad que sentía en esos momentos. Era como si el universo conspirara para mantenernos cerca, aunque la realidad eventualmente nos separara.

La conexión que habíamos tenido nunca se había desvanecido por completo. Era como si el tiempo no hubiera pasado, y esos sentimientos que habíamos compartido aún flotaban en el aire entre nosotros.

—A veces me pregunto... ¿qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes? —dijo Nathan, su voz baja y reflexiva.

Mi corazón se aceleró. Esa pregunta era un eco de mis propios pensamientos.

—Es difícil decirlo —respondí, sintiendo que la vulnerabilidad se apoderaba de mí—. Pero creo que ambos tomamos decisiones que nos llevaron a donde estamos ahora.

Él asintió, y por un momento, el silencio se llenó de un entendimiento mutuo. Sabíamos que había algo especial entre nosotros, algo que el tiempo y la distancia no podían borrar.

—A veces, creo que la vida nos da oportunidades, pero también nos pone obstáculos —dijo él, su mirada fija en el suelo—. Tal vez tuvimos nuestra oportunidad, pero no supimos aprovecharla.

—O tal vez simplemente era el momento equivocado —respondí, sintiendo que las palabras eran más verdad de lo que quería admitir.

Nathan levantó la vista, y nuestros ojos se encontraron de nuevo. En ese instante, sentí que el mundo se desvanecía, dejando solo la conexión entre nosotros.

—A veces, pienso en lo que significó para mí todo eso —dijo, y su voz era un susurro que apenas rompía el silencio.

—Nathan, ¿y si hablamos de algo más? —sugerí, sintiendo que la intensidad de la conversación podía ser abrumadora—. ¿Cómo te va en el trabajo?

Él pareció sorprendido por el cambio de tema, pero su expresión se suavizó.

—Ah, bueno, ha sido un desafío. Pero he estado aprendiendo mucho —respondió, agradecido por la distracción.

—Eso es genial. Siempre supe que tenías un gran potencial —dije, sonriendo para aligerar el ambiente.

Nathan sonrió de vuelta, y por un momento, la tensión se disipó. Ambos sabíamos que había algo más, pero no lo decíamos. En lugar de confesar lo que sentíamos, nos aferramos a los recuerdos y a la conversación ligera, como si hablar de lo que había sido pudiera protegernos del dolor de lo que no podría ser.

—Es bueno saber que seguimos adelante —dijo él, con un tono que reflejaba una mezcla de resignación y esperanza.

—Sí, es lo mejor que podemos hacer —respondí, sintiendo que, aunque el futuro era incierto, la conexión que teníamos merecía ser recordada y atesorada.

Ambos nos quedamos en silencio, pensando en lo que sentíamos, sin la necesidad de expresarlo en palabras. Sabíamos que, aunque nuestros caminos habían tomado rumbos diferentes, siempre habría un rincón en nuestro corazón reservado para esos momentos compartidos.




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