Entre Caballeros

Capítulo 9

En los días posteriores se prepararon los ataúdes de los Guerreros y Alexandria presenció cada clavo puesto en su lugar.

-Necesitaré la estatura de cada uno, - había solicitado el carpintero del Imperio, Jerome. Sus palabras fueron dirigidas al Alfil Ariadna, pero fue Alexandria quien comenzó a darle las medidas de cada uno de sus compañeros. Ni la madre más cariñosa conocería a sus propios hijos tan bien como ella a los siete Peones y a Claudio. Sabía su estatura, su peso y hubiera podido dar incluso el largo del pelo y uñas si se lo hubieran pedido.

-Quién iba a pensar que el Imperio Negro iba a atacar tan pronto, - se lamentó Jerome cuando los cuerpos estaban en ataúdes a punto de ser sellados y él preparaba las últimas tablas de madera. Se ajustó las gafas y contempló su trabajo.- ¿Cómo supieron que los Peones estarían tan vulnerables?

Ariadna le dedicó una mirada rápida a Alexandria. -Dudo que lo supieran. Fue un momento inoportuno.

Él suspiró con pesar, su cabello marrón se agitaba cuando él inclinaba la cabeza. - Resultó ser muy conveniente para ese Caballero.

Ariadna se sentó mientras Jerome trabajaba. Alexandria se limitaba a escucharlos y notó cómo al Alfil se le hacía fácil hablar con el carpintero.

-Fue la Reina quien orquestó todo. Estoy segura de que Julian solo la acompañaba.

Jerome la miró sin dejar de trabajar, - ¿Lo recuerdas bien? Me refiero al Caballero, ¿lo viste luchar de cerca en la Guerra?

Ella asintió. - El Caballero Julian es difícil de olvidar, su manejo de espada y caballo era extraordinario. Fue quien asesinó a ambos de nuestros Caballeros e hirió al Rey. La Reina Nervina es igual de implacable, pero… - hizo una pausa recordando aquellos momentos de pelea. Los oídos de Alexandria estaban atentos a cada palabra.

-Sí, he escuchado sobre el talento del Caballero Negro, ¿se asemejará al de Bynner?

El Alfil lo pensó. -No, es diferente. Julian ondea su espada ferozmente pero se asemejaba más a una máquina. Nada de convicción en su forma de pelear; alguien que solo vive para la lucha pero que no pelea por un propósito. Bynner, en cambio, entrega todo en cada batalla como si no fuera un arma la que estuviera portando sino… - se detuvo para encontrar la palabra pero Jerome lo hizo por ella.

-Su corazón.

Ella asintió.

-Entonces con esa convicción, Bynner sería más difícil de vencer.

-No. - Ariadna negó con la cabeza. - Bynner ve la relevancia en el sacrificio. Julian no, así que no se detendría ante nada hasta acabar con su oponente. - Jerome murmuró su entendimiento a esa lógica. Ariadna suspiró y se enderezó en su asiento. - Bueno, eso era antes. Ahora me temo que Bynner no logrará recobrarse de la pérdida de su hijo y Alexandria logró herir seriamente a Julian; los Guerreros Negros se abstienen de utilizar el cicatrizante así que le tomará bastante tiempo recuperarse si es que algún día lo hace.

Jerome miró a Alexandria e intentó decir con tono alentador, - te vengaste de tus compañeros.

El rostro de la Peón permaneció impasible pero su voz los heló. - Ni de cerca.

Ariadna extendió su mano y la colocó sobre su hombro. - Lo que sucedió fue un accidente, tú no los mataste.

Alexandria se alejó de su toque y se puso de pie. - Murieron por mi culpa. El Universo lo sabe y seré siempre la primera en admitirlo, - hizo una pausa, - pero soy consciente de que no fue mi decisión el matarlos. Su asesino lo pagará, me aseguraré de ello.

Jerome terminó de sellar las cajas y la miró con oscuridad opacando sus ojos, - ¿Entonces quieres matar a Julian?

Ella le devolvió la mirada con una frialdad que nadie creería capaz en una persona. - ¿Por qué perdería mi tiempo con un simple soldado? ¿Le devolverías el golpe a una marioneta si esta te hubiera pegado? - pues eso era el Caballero para ella, una insignificante marioneta. Ariadna ya lo había dicho, él era una máquina, un muñeco que hacía lo que su amo decía. - A quien quiero aniquilar es a su titiritero. - “su’nem” - con la palabra de la Ayuda, ocho ánimas emergieron a través de los ataúdes, se levitaron por unos segundos y luego flotaron lentamente hacia quien las llamaba.

Alexandria cerró los ojos mientras sentía las ánimas ingresar por su pecho y rostro. Esperaba sentir calidez, pero en su lugar experimentó frío cada vez que se apoderaba de una. Las últimas fueron de Raúl y Claudio. - Su poder seguirá vivo en mí - manifestó en voz alta dirigiéndose a nadie en especial. Con Jerome y Ariadna observándola, se retiró del lugar sin mirar atrás.

Cuando estuvieron solos, Jerome se rascó la cabeza e inquirió con incertidumbre: -¿Estuvo bien que se las llevara?

Ariadna se encogió de hombros, veía tristemente por donde la Peón se había ido. -Se trataba de su mejor amigo y su mentor. Si hay algún lugar en donde ellos deseen estar después de la vida, estoy seguro de que será con ella.

 

 




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