Entre Caballeros

Capítulo 27

La noche fue larga para ambos. Ninguno se había sentido tan satisfecho, completo y tranquilo en la vida. En algún punto de la noche, Alexandria estaba despierta, experimentaba una ensoñación que la hacía dudar si lo que había sucedido era real. Miraba sus manos y estiraba sus piernas asegurándose de que no era un sueño y que no despertaría sola en algún otro lugar.

-No te muevas mucho, - le susurró Julian al oído, le dio un beso en el cuello y en su hombro desnudo. - Hace frío.

Una pequeña corriente de aire ingresó entre las sábanas y Alexandria, que hasta entonces le estaba dando la espalda, se dio la vuelta y se acurrucó en su pecho.

Él la contempló por largo tiempo y con un movimiento lento de su mano, presionó la nariz de ella.

-¿Qué haces? - avergonzada, ocultó la parte baja de su rostro entre las sábanas.

-Es tan pequeña, quería saber si era real, - bromeó él dándole un beso sobre el lugar que había presionado.

Ella bufó y luego de un momento comenzó a trazar con sus manos cada una de las cicatrices que él tenía. Había varias en su pecho, de diferentes tamaños, creadas por diversas armas. Pasó a la de su cuello y luego subió lentamente hacia el rostro, sus dedos apenas rozando la piel. No sabía qué hacer para cerciorarse que Julian no desaparecería de un momento a otro. Al llegar a su mejilla, él tomó su mano y la besó tiernamente.

No quería separarse de él, pero sabía que se iría. Si él regresaba a su Imperio, tendría que enfrentarse a la Reina Nervina y demás Guerreros. Si se quedaba, lo vendrían a buscar. No había lugar donde esconderse.

-¿Si te dejo ir, regresarás a mí? - preguntó ella en voz baja que casi se quebró.

Él no estaba preocupado. -Sí.

-Ni siquiera tuviste que pensarlo…

Él la miró serio. -No importa qué suceda, regresaré a ti, - aseguró. - Cada vez. Como un halcón a su dueño. - La siguió besando en el cuello y hombro. Su barba y sus manos se sentían muy bien sobre su piel.

-¿Qué te harán cuando regreses? Te enfrentarás con la Reina…¿estarás bien?

-Tú eres la discípula de Alfil. Tú dime qué sucederá.

Alexandria lo pensó. -...No quiero que te vayas.

La besó. - Volveré. - Ella seguía sin consolarse. Julian sonrió y la besó de nuevo, queriendo quitarle la preocupación del rostro. Con sus caricias y besos, ella volvió a olvidar toda congoja que la aquejaba.

Era indudable que los Guerreros Negros habían sentido la muerte del Alfil, por lo que si Julian se quedaba mucho tiempo en aquel escaque, irían a buscarlo así que decidió irse por la mañana.

-Volveré, - repitió una vez más antes de partir. Aunque no tenía idea de cómo lo haría, sabía que tenía que regresar con ella de alguna u otra manera.

Se besaron por última vez y Alexandria lo vio partir sintiendo el corazón en la garganta, no sabía exactamente qué le esperaría en el Imperio Negro.

Sin haber forma de evitarlo, se sintió culpable de que no pudiera ayudarlo. Sin embargo, había una asunto que requería su atención en ese momento, esperó a que él partiera para dirigirse hacia las rocas por donde había salido el Alfil, Jairo. Hacía pocos momentos que notó otra presencia ahí, entonces se dirigió a buscarla.

-¡¿Quién eres?! - preguntó. Nadie le respondió, solo estaban las enormes rocas rodeándola, sintió un movimiento entre ellas y se apresuró al lugar. - ¡Debes ser un Peón, no huyas!

La presencia se fue del escaque y ella lo siguió de inmediato.

A donde la había llevado era un escaque negro. El mundo estaba desierto y soplaba un viento ensordecedor. Frente a ella el único habitante era una persona con uniforme gris que lo delataba como Guerrero, tenía el rostro cubierto por una máscara cuya parte superior se alzaba en dos puntas y las costuras de abajo se alargaban como una sonrisa, a Alexandria le invocó la imagen de un Lince.

-Así que tú fuiste quien le dijo a Jairo sobre Julian. - No era una pregunta. Alexandria tenía que hablar por sobre el viento para hacerse escuchar. Él permaneció en silencio. - Eres uno de los Peones que sobrevivió en la Guerra contra mi Imperio.

-No seré Peón mucho tiempo más. Pronto me convertiré en Alfil.

-¿Por eso hiciste que Jairo se enfrentara a Julian? Porque querías que Jairo muriera y tomar su lugar. - Algo en él, la hacía mantenerse alerta. Sabía que había Guerreros Negros que mataban a sus enemigos, como Julian o Jairo, pero había otros que les encantaba torturar a cualquiera que pudieran, así era Nervina y tuvo la impresión de que Lince también.

-No, en lo absoluto. Nunca me llevé bien con Julian, quería que él fuera quien muriera, no pensé que sería al revés.

Lince no esperaba que Alexandria se lanzara sobre él así que cuando lo hizo no supo cómo reaccionar. Ella no lo atacó sino solo lo inmovilizó en menos de un segundo y le quitó la máscara.

-¡Déjame! - exclamó él furioso, apartándola violentamente.

Ella tiró la máscara con disgusto. - ¿Por eso te cubres? ¿Porque eres insignificante?

Furia destelló en esos ojos pequeños que se ocultaron bajo la máscara nuevamente. - Maldita, me aseguraré de que mueras aquí y yo mismo se lo diré a ese Caballero. Solo el hecho de imaginarme su cara cuando le lleve tu cadáver deshecho, me causa alegría. Haré que seas parte de mi decoración en el castillo para que él pueda ver y oler lo que queda de ti todos los días.

Alexandria sintió un escalofrío recorrer su cuerpo que logró ocultar. - No puedes matarme. - No había podido vencer a Troak ni a Jairo pero estaba segura de que no tendría problemas contra otro Peón, no después de lo que había entrenado y aprendido.

-No tengo que hacerlo. Estamos en la tierra de los Feroces. Dentro de unos minutos, te estarán persiguiendo para aniquilarte. Puedes suicidarte ahora o intentar escapar para que ellos te atrapen al final, me da igual. Sea como sea, no dejaré que te devoren entera, con que dejen tu cara, estará bien. - Alexandria miró para arriba. - Muy tarde, ya no puedes huir del escaque.




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