~Arsinoe~
Ha pasado tanto tiempo desde que tuve ese sueño. Tanto que ya lo había olvidado.
En el, veo una aldea quemarse hasta sus cimientos, el humo de la madera en densas nubes sube hasta cubrir el cielo. Múltiples cuerpos sin vida yacen esparcidos en la zona sobre sus propios charcos de sangre. Entre ellos, hay alguien que aún permanece con vida.
Su pierna está atrapada bajo los escombros de lo que alguna vez fue una acogedora casa, sus ojos penetran los míos con intensa fiereza. ¿Es odio? ¿Resentimiento? No lo sé, pero me gustaría preguntarle.
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La claridad del día se cuela por las cortinas de seda de mi habitación. La puerta se abre y una mujer entra directo a abrir las ventanas y correr las cortinas.
—Buenos días Milady —dijo la mujer con dulce voz —. ¿Durmió bien?
—¿Ya amaneció? —pregunté luego de soltar un bostezo—. Siento que no pude dormir nada.
—¿Su mente se mantuvo muy ocupada aún durante la noche? —organizaba los libros sobre el escritorio a un extremo de la habitación.
—Tuve ese extraño sueño de nuevo —me senté en el borde de la cama mirando al suelo.
—¿Ese chico otra vez? —comenta.
Se dirige al armario para escojer un vestido y lo extiende sobre la cama a un lado mío. Levanto los brazos para que pueda quitarme el camisón de dormir.
—No había soñado con él desde que era una niña. No sé por qué, no lo conozco. Jamás lo he visto.
El vestido era negro con lazos color vino, los hombros descubiertos y mangas largas de encaje. No era muy largo, un par de centímetros bajo mi rodilla, pero las múltiples capas de olán en la falda lo hacían un poco abultado.
Después de vestirme y ponerme los zapatos de tacón de charol, la mujer me guió hasta el tocador para comenzar a peinar mi cabello y trenzarlo.
—Quizá sea una premonición y ese sueño quiera decirle algo. Así como a su madre.
—¿Bromeas? —repliqué—. Lo que menos necesito es tener que parecerme a ella. Es una pesadilla.
—Oh vamos, no tiene por qué expresarse así. Es su madre.
—Mika, tu y yo sabemos que ella jamás me vio como a su hija. Nadie en esta familia me considera parte.
—El señor Stephan la estima mucho.
—Bueno, Stephan es.... Stephan.
Mika suelta una risita y da los últimos toques al peinado; lo decora con algunas cadenas de perlas.
Me observo en el espejo; mi cabello oscuro con mechas blancas, recogido medianamente en elegantes trenzas. La verdad es que Mika era muy buena en hacer lo que hacía.
—Ya la esperan —me sostuvo delicadamente de los hombros, me miró a través del espejo y se inclinó al frente hasta casi juntar nuestras mejillas—. Tiene que bajar ahora.
Cerré los ojos y suspiré pesadamente. Que buen modo de iniciar el día. Cómo todos. Resignada, me pongo de pie y me acerco a la puerta para después salir.
Caminé por los largos pasillos alfombrados, los cuadros de todos los miembros y antepasados de la familia Sclythe adornaban las paredes, así como jarrones de cerámica con eléboros negros. Es verdad, estamos en invierno, aunque para un vampiro las estaciones son básicamente iguales. Ya que no sentimos el calor o el frío. Somos inmunes a eso.
Bajo las escaleras, deslizando mis dedos sobre la barandilla hecha de precioso roble rojo para ir al comedor.
Al cruzar el umbral, algunas de las miradas de los presentes se enfocan en mi.
—Ya era hora —un hombre de dura expresión me mira solo por un segundo y luego aparta la vista, como si se decepcionara de que "solo fuera yo".
Mi hermano mayor, Caius.
—Te demoraste tanto... ¿Solo por eso? —sentada a un costado de Caius, mi hermana mayor me mira de arriba a abajo como si no fuera la gran cosa. Xandra usaba un parche que cubría su ausente ojo derecho. Quizá deba arrancarle también el izquierdo para que se calle.
Al otro lado de la mesa, mi hermano gemelo Stephan me mira con una alegre sonrisa, él es el único que genuinamente se alegra de verme. En los extremos contrarios de la mesa, mi padre y madre guardan silencio, como si yo no existiera.
Me siento a un lado de Stephan y los sirvientes rápidamente colocan el desayuno frente a mí. Los demás ya casi terminan cuando yo apenas estoy empezando. Siempre era así, yo estaba hasta atrás de todos; en básicamente todo. Todo, excepto en una cosa. La única cosa en que mis hermanos no podían ganarme.
—Prepárate para salir —añadió mi padre sin siquiera voltear a verme. Pero aún así sabía que me hablaba a mi.
—¿Salir? —repetí.
—El espía encontró un asentamiento humano que asegura armas de plata para usarlas en nuestra contra. Debes deshacerte de ellos antes de que intenten su movimiento.
Me quedé callada. Miré a Caius que solo apretó los puños con tanta fuerza que estropeó el tenedor en sus manos. Xandra tenía todas las intenciones de protestar pero una mirada fulminante de mi madre fue suficiente para que no abriera la boca. Aquello me generó satisfacción.
—¿Dónde? —pregunté y mi padre finalmente me dirigió la mirada.
—Al oeste. Elimínalos antes de que sepan que fue lo que sucedió. Ve sola.
—No - interrumpí—. Llevaré algunos hombres conmigo. Hay caballeros que necesitan más experiencia en combate.
—¿Llevarás novatos a una misión importante? —esa idea no le hace feliz, entrecierra los ojos, como si me retara a retractarme pero no lo consigue.
Le sostengo la mirada y mis pupilas avioletadas cambian a rojo carmesí. La mano de mi padre se retuerce un poco y su ceño se frunce. Stephan pone una mano en mi hombro para detenerme.
—Yo haré lo que mejor me convenga y a mi ejército —Hago énfasis en "mi", pues una parte de las fuerzas vampíricas me pertenece por decreto mismo de mi padre. Nadie salvo yo puede movilizarnos.
—No me contradigas.
—Tu no me das órdenes. —Me levanto de la mesa para irme. Todos se quedan en silencio.
—¡ARSINOE! —me detengo en el umbral de la puerta cuando grita mi nombre. Está furioso.
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Editado: 21.11.2024