~Ezra~
Una mujer abre los ojos en cuanto el sol acaricia su rostro. Se estira entre las sábanas de la cama y suelta un pequeño bostezo. Lleva sus manos a la almohada de a lado, esperando encontrar algo o alguien. Al no sentirlo rápidamente se levanta, cubre sus pechos desnudos con la sábana y busca con la mirada.
—Se ha ido —sonríe con algo de molestia, se levanta y se coloca su camisón rápidamente para luego acercarse a la ventana y salir al balcón.
—Maldito —refunfuña—. Me engañaste otra vez ¡EZRA!
Puedo oír su grito estando a una calle del burdel. Me ajusto el chaleco y aliso las mangas de mi camisa. Un joven chico sale de un callejón y se une a mi caminata.
—Nuevamente lo hiciste, Ezra. Si sigues jugando con fuego, te quemarás.
—Por favor Mathew. Rosalind es muchas cosas, pero no una amenaza. Además, ¿qué tiene de divertido la vida sin algo de peligro?
—Si claro. Eso dices, pero no olvides que es a mi casa a dónde vas a esconderte cuando las mujeres te persiguen.
—Jajaja —suelto una risa—. Eso solo fue una vez. Mireya si que era intensa.
—En serio, jamás encontrarás una buena mujer de seguir así. ¿Es que no quieres sentar cabeza algún día?
—Ya conoces la respuesta a eso —me encojo de hombros—. No quiero que una bella mujer esté angustiada esperando sin saber si volveré.
—Porque tú trabajo es muy peligroso —añade con ironía—. De todos modos, ya tienes a esa mujer.
—¿Cómo está Emily?
—Está bien... Supongo.
—¿Supones? Cuando fue la última vez que fuiste a verla?
—Mmm.... Hace un par de meses creo
Mathew me da un golpe en la cabeza, me llevo las manos a la zona por el dolor.
—¿Pero qué te pasa? —la gente nos mira, pero rápidamente siguen con lo suyo. Ver peleas en el mercado de la ciudad es bastante común. Más de lo que cualquiera pensaría.
—¿A mí? —se señala a sí mismo indignado—. ¿Qué te pasa a ti? No has ido a visitar a Emily en dos meses. ¿Tienes idea de lo preocupada que debe estar?
—Relájate —me sobo la cabeza—. Me envió una carta hace un par de días.
—Menos mal, al menos ella se acuerda de ti —se cruza de brazos—. Supongo que le respondiste... ¿No?
Me mantengo en silencio y como recompensa recibo otro golpe.
—Si lo haces de nuevo te lo devolveré.
—¿Ah si? Quiero ver que lo hagas —me mira ansioso, esperando a que realmente responda, pero en cambio solo suelto un suspiro.
—De verdad que no te entiendo, Ezra. ¿Por qué dejar a Emily con la duda? Ni siquiera ha de saber si sigues vivo.
—Quizá algún día lo entiendas, joven Mathew —revuelvo su cabello con algo de malicia por haberme golpeado dos veces—. Hasta entonces, puedes seguir quejándote. Pero por allá
Señalo un punto cualquiera lejos de mi y entro a una taberna. Mathew me sigue.
El olor a cerveza barata y comida me golpea apenas pongo un pie dentro.
La mayoría de las mesas están llenas, hay un buen ambiente. Encuentro un lugar donde poder sentarme y el chico me sigue de cerca.
—¿Y bien? -pregunta en lo que hace una seña a una mesera para que nos atienda, ella asiente y nos trae dos tarros de cerveza—. ¿A dónde irás ahora?
—Escuché que hay una aldea que parece tener problemas con algunas bestias —doy un sorbo a mi bebida y sigo con la mirada a la bella tabernera—. Creo que estaba al oeste.
—Nunca vas a cambiar —dice como si perdiera toda esperanza.
—¿De qué estás hablando? —regreso la mirada hacia él. Cómo si me hubiera perdido gran parte de una conversación—. Cómo sea, necesitaré un caballo y uno muy rápido, estoy seguro de que mi confiable lacayo podrá conseguirlo para mí.
—Por milésima vez, ¡no soy tu lacayo! —chasquea los dientes—. Eres un idiota.
—Oye, ten más respeto. Creí que me tendrías más estima.
—¿Quien le daría su respeto a un mujeriego como tú? —se acerca el tarro a la boca y habla entre dientes—. Acostándose con una mujer diferente cada semana. Eso no es nada respetable.
—Ellas me buscan por voluntad propia. ¿Y quien soy yo para negarles lo que quieren?
—Que lamentable....
—¿Pero qué te sucede hoy, Mathew? Con esa actitud no querré entrenarte para ser un cazador.
—¡Ja! Hablas como si fueras el único. Me convertiré en un hábil cazador y te superaré, solo espera
—Muero por ver eso —doy otro trago. Lo observo y rápidamente entiende. Suelta un pesado suspiro resignado y se pone de pie.
—Que sepas que lo que pague por ese caballo me lo tendrás que devolver.
—Te pagaré el doble. Anda ve —me lanza una mirada y luego se va. Ya debe saber que no le pagaré nada.
En un extremo de la taberna una bella mujer rubia me observa. Al sostenerle la mirada ella finalmente decide acercarse. Roba una jarra de cerveza de la mesa más cercana y se sienta a mi lado para rellenar mi tarro.
—Noté que estabas observándome —dice ella con tono coqueto—. ¿Te gusta lo que ves?
—Eras tú quien me veía. ¿A ti te gusta lo que ves?
La mujer sonríe y al dejar la jarra desliza sus dedos por la agarradera y luego se pasa a mi brazo.
—Tal vez... —hace que sus dedos caminen y suban por mi antebrazo hasta llegar a mi hombro. Luego desliza su mano introduciendola en mi camisa—. Que tal.... ¿Si nos divertimos un rato?
—Me parece que tú y yo tenemos diferentes ideas de diversión. —pongo una daga en un costado de su abdomen y ella solo sonríe—. ¿Verdad? Elizabeth.
Su apariencia cambia, su cabello es largo y de un intenso pelirrojo y sus ojos de un profundo tono azulado. Sin embargo mantiene aquella aguja que sostiene junto a mi cuello.
—Ha pasado tiempo, Ezra. Eres bueno escabullendote.
—Necesitas más que eso para engañarme.
—¿Eso crees? A mi me pareció que te cautivó mi disfraz —baja la mirada a mi entrepierna un momento y regresa sus ojos a mi—. Sigues igual, ves un buen trasero y pierdes la cabeza. Tu cuerpo no miente.
Retiro mi daga y aparto su mano con la aguja.
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Editado: 21.11.2024