~Arsinoe~
Mis hombres y yo íbamos directo a nuestro destino estipulado, yo sobre mi caballo y ellos siguiéndome.
Cruzar el bosque de fantasmas que rodea al reino vampirico siempre era interesante. Admito que esa es la única habilidad que envidio de mi padre. Ese poder para obligar a las almas a obedecerlo.
Confieso que con mis años de vida conocí a más de uno, algunos incluso fueron mis mentores. Tantos logros, tanta gloria que ahora ya no sirve de nada. En este momento no son más que simples almas en pena que protegen esta zona muerta.
Lamentos y susurros se escuchan alrededor nuestro. Un grito agudo se aproxima rápidamente y un espíritu se detiene a centímetros de mi rostro. Su cara deformada y con la piel putrefacta.
Grita sobre mí momentos antes de darse cuenta de quien soy. Al percatarse, vuelve a su forma "original"; una joven niña con su vestido rasgado y un oso de felpa. Se oculta apenada entre la niebla.
—Mis disculpas, milady —uno de mis hombres desenfunda su espada pero yo lo detengo.
—Tu nombre —digo en tono calmado.
—Amelia —responde aún medio oculta. Su voz espectral suena con un fantasmagórico eco.

—Amelia. Es un hermoso nombre —sonrío gentil y doy orden para seguir nuestro camino.
Mantengo un semblante serio, no me agradaba la idea de que también hubiera niños atrapados en este bosque. Eso pienso, a pesar de que la sangre de miles de ellos están en mis manos. Pero que hipócrita soy.
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Salir del bosque nos toma al menos medio día. Con la gran densidad de la niebla, si no conoces la topografía, fácilmente cualquiera podría perderse y su único destino sería ser tragado por los espíritus errantes y volverse uno de ellos.
Frente a nuestros ojos se cierne tierra ajena a nosotros, pero que conocemos mejor que nadie.
—al oeste —digo mirando hacia dicha dirección. Entrecierro un poco mis ojos debido al sol de la tarde y seguimos en marcha. Conozco lo que resta del continente y puedo saber a qué aldea se refería mi padre; solo hay un sitio lo suficientemente estúpido como para querer levantarse en su contra.
Seguimos por un sendero árido en medio del campo, hasta llegar a las ruinas de lo que solía ser un viñedo. Las vides han crecido sin control, invadiendo lo más que han podido con el paso de los años, los cimientos de piedra agrietados y los emparrados que definían las hileras han desaparecido en casi su totalidad.
—Descansaremos un momento aquí —ordeno—. Mientras el sol de la tarde se oculta.
Los hombres asienten y se preparan para improvisar un campamento. Confieso que ser un vampiro de la zona oscura tenía sus ventajas.
En el mundo, existían varios tipos de clanes de vampiros: los que no pueden alimentarse con nada salvo sangre humana o animal, aquellos cuya luz solar los convierte en cenizas y habemos aquellos con una ligera inmunidad a eso.
Aunque los vampiros de mi clan podamos andar bajo el sol, el exponernos demasiado tiempo durante la mayor potencia diurna de la estrella puede traernos algunas consecuencias. Cómo severos sarpullidos o quemaduras que los humanos denominan de tercer grado. Quizá no muramos de inmediato como otros clanes pero es como exponernos a un intenso sufrimiento y agonía.
Nos refugiamos dentro de lo que aún queda en pie de las ruinas del viñedo. Aún quedan al menos 3 horas más del sol de la tarde, Hasta entonces, me temo que tendremos que esperar aquí, hasta que empiece a ponerse.
—Iré a cazar algo —dice uno de ellos.
—Ten cuidado —respondí y asiente para luego marcharse.
—¿Cuál es la estrategia? —Pregunta Morrigan, quien podría considerarse mi primer comandante.
—Es solo una aldea —comento—. No representan ninguna amenaza considerable. Simplemente haremos lo de siempre.
—Destruir —añade otro de mis hombres con una sonrisa algo maliciosa.
No me gustaba ese término, pero era cierto. No soy más que un verdugo en este mundo.
Lo único para lo que soy buena, aquello en lo que mis hermanos no pueden superarme, es en traer muerte y miseria.
Me mantengo callada un momento y Morrigan parece darse cuenta de lo que estoy pensando. Me conoce bastante bien como para saberlo, sin embargo, tampoco dice nada. Si bien en su momento disfrutaba de las masacres, ese ahora ya no es el caso. No después de darme cuenta que no cambiaría nada.
Los caballeros vampiricos parecen relajarse durante nuestra espera. Quien dijo que cazaria había vuelto con el cuerpo de un ciervo. Estaba bien para comer su carne y beber su sangre.
La sangre de un humano sería lo ideal, pero ya no había más. No en esta zona al menos.
Me acerqué a un extremo del refugio, observando el viñedo. Intentando imaginar este sitio en sus años de gloria, muchas preguntas invaden mi mente.
¿Cómo era la vida humana aquí?
¿Eran felices?
¿Disfrutaban de cuidar y mantener este lugar?
Los imaginé: hombres con sombreros de paja y over all, recolectando las uvas, mujeres con sus faldas recogidas y dentro del lagar para extraer el jugo de éstas. Eso hubiera sido algo interesante de ver. No obstante, eso ya no era posible.
El lugar estaba desolado, completamente abandonado y arrasado por la ira y la venganza. Era triste.
El cielo comenzaba a pintarse de colores anaranjados y rojizos, el sol comenzaba a ocultarse dando entrada al ocaso. Era momento de continuar.
Nos ponemos en marcha nuevamente, movernos por la noche es mejor. La oscuridad es nuestro elemento, nos revitaliza y nos hace más fuertes también. Llegar a la aldea era solo cuestión de tiempo.
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Viajamos durante dos días, protegiéndonos del sol en exceso y deslizándonos entre las sombras. El destino de la aldea está decidido durante la tercera noche.
El pueblo no era muy grande. De hecho me sorprende su tamaño, no recordaba que fuera tan pequeño. Las casas sencillas con sus faroles de aceite encendidos. Incluso hay algunos aldeanos paseando aún por las calles, totalmente ignorantes de las miradas que los acechan.
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Editado: 21.11.2024