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~Arsinoe~
El silencio abundaba en los oscuros pasillos del palacio. El crepitar de las velas de los candelabros es lo único apenas audible entre la soledad.
El salón del trono tenía enormes ventanales por los cuáles se colaba la luz de la luna. 6 pilares de mármol se extendían en los laterales y cada uno de ellos tenía banderines con el escudo de la familia Sclythe: una luna menguante; cuyo significado es el fin de una era y el inicio de otra. Con un murciélago en medio representando a los vampiros.
Debajo hay una rosa que nace de una corona; símbolo del florecimiento de la familia real.

El trono, hecho de oro negro. Se levanta sobre una superficie más alta que el resto del salón. Dandole más vista y subiendo 5 escalones para llegar a el.
Mi padre me observa sentado ahí, hacia abajo, despreciandome. Jamás había visto nada más que frialdad en sus ojos. Siempre me veía de esa manera; como si fuera solo una herramienta.
—Supe que perdiste a dos hombres —Su voz áspera.
—Novatos, que se confiaron demasiado.
—Solo eran simples humanos —se pone de pie—. ¿Cómo pudiste perderlos?
—Aunque así sea. No deben subestimarlos —respondo mirándolo fijamente.
—Tu ejército se ha vuelto débil. Debes adiestrarlos mejor. Es una deshonra ser derrotado por criaturas inferiores como ellos.
—Eso dices, pero atacas sus aldeas basándote en rumores. Te sientes amenazado por ellos.
—No permitiré que me denigres de esa manera, Arsinoe. Caius entrenará a tu ejército.
—No —respondo apenas termina la frase—. Alguien como él no dispondrá de mis hombres.
—Él es bueno en lo que hace también.
—Y aún así fue a mí a quien enviaste.
—La misión requería sigilo.
—No es verdad. Sabes que se necesita más que fuerza bruta para ganar una guerra.
—No requiero de tanto esfuerzo para aplastar a esas miserables cucarachas.
—Subestimarlos traerá consigo tu perdición —Sonrío—. Los humanos se fortalecen y lo sabes. O de lo contrario no estarías atacando aldeas pequeñas. Te sientes amenazado por ellos.
—¡SUFICIENTE! —Las flamas de las velas de los candelabros se apagan, sumergiendo el salón en oscuridad. Sus ojos carmesíes destacan entre las sombras. Agarra una espada colgada en una de las paredes y mi cuerpo tiembla.
—Dejé pasar la insolencia de la otra mañana, porque Stephan me lo pidió —Se aproxima intimidante, imponente—. Pero no olvides cuál es tu lugar. Solo eres una herramienta.
Ante sus pasos, yo retrocedo un par. No puedo quitarle la mirada de encima.
—Brazos —dice y mi respiración se corta. Un relámpago alumbra instantáneamente el salón y lo último que se puede escuchar es un grito desgarrador... Mío.
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La lluvia es intensa y el viento del exterior hace que golpee la ventana de mi habitación. Estoy sentada frente al tocador con un camisón de seda y de tirantes mientras que Mika trata la herida hecha en mi antebrazo.
—¡Noe! —Stephan abre la puerta y entra apresurado. Mika rápidamente intenta cubrirme—. Lo hizo otra vez.
Ignorando el reciente movimiento de mi dama de compañía se acerca y levanta la manga de su camisa, mostrándome una herida similar a la mía.
Al ser gemelos, Stephan y yo compartíamos un vínculo. Más allá que leernos la mente, no, el nuestro era más peligroso: Un vínculo de sangre.
Las heridas que uno recibiera también se formarían en el cuerpo del otro entre más cerca estemos. Por ello, la herida que me hizo el cazador en el hombro no la había sufrido Stephan, debido a que estabamos lejos.
—No pensé que estuvieras aquí —digo y me siento un poco culpable, fue herido también por mi culpa—. Escuché que saldrías.
—Lo hice, volví un poco antes que tu. Pero eso no es importante, ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué fuiste castigada?
—Dos de mis hombres fueron asesinados —ni siquiera tengo que mirarlo para saber que está sorprendido. Mika le hace una señal para que le permita curarlo también. Me coloco una bata.
—Que tu pierdas algo es muy extraño. ¿Qué pasó? —se sienta en el borde de la cama con el brazo descubierto.
—Un cazador —me limito a decir. Él suelta un suspiro.
—¿También te hizo la del hombro? Debió ser alguien muy hábil—. Vio mi otra herida mientras me colocaba la bata.
—Él está a la defensiva —agrego—. ¿Sabes por qué?
—Su era se está acabando. El mundo progresa pero el viejo no quiere entenderlo. Sigue empeñado en querer ampliar su territorio. Está por iniciar otra guerra contra las demás razas.
—Otra guerra.... —repito y a mí mente llegan recuerdos del pasado—. Eso no debe pasar.
—¿Crees que no lo sé? Pero su ambición no tiene límites y tú eres su mejor espada. Va a usarte de nuevo.
Aprieto los puños y Mika lo pellizca con una mirada intensa.
—ah... Lo siento —se disculpa un poco avergonzado—. No era mi intención.
—Descuida —me pongo de pie y me acerco a una mesa donde hay una jarra con un poco de sangre fresca, me sirvo una copa y doy un sorbo. Mis ojos se iluminan.
—¿Podrías dejarnos hermano? Hay algo de lo que debo hablar con Mika. A solas.
—Vaya, vaya, excluyes a tu gemelo de los secretos —se encoje de hombros y sonríe burlón—. Está bien, de todos modos tengo que terminar de darle mi reporte a papá.
Se acomoda su manga y se levanta para luego marcharse. Mika me mira con un poco de preocupación, debido a la seriedad de mi rostro.
—Pasó algo más allá afuera... ¿No es así?
Cómo era de esperarse, no podía ocultarle nada a ella. Me conocía bastante bien.
—Lo vi, al hombre que aparece en mis sueños.
—¿Qué? ¿E- está segura?
—La misma escena, los mismos ojos, la misma mirada. No hay duda.
—¿Lo asesinaste?
—No, él es el cazador. El único a quien dejé vivir.
—Por las sombras —se lleva las manos a la boca—. ¿Su padre lo sabe? Que dejó a alguien con vida.
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Editado: 04.12.2024