~Xandra~
Los humanos son tan frágiles. Al ejercer un poco de presión, se rompen cual mondadientes.
Por lo que matarlos nunca supuso un problema, mi padre estaba orgulloso de mí, hasta que ella llegó.
Cuando Stephan y Arsinoe nacieron eran lindos, y pequeños, diminutos. De saber que ella se volvería un problema, la habría asesinado y fingido que había sido un accidente.
Los gemelos eran demasiado energéticos, corriendo de aquí a allá como si tuvieran miles de cienpiés en sus cuerpecitos. Para entonces solo eran fastidiosas sus travesuras, hasta que Arsinoe manifestó su poder en la primera luna de sangre.
Entonces nuestro padre se interesó más en ella, dejándonos a Caius y a mí en segundo plano. Entrenándola y torturándola él mismo, con la intención de volverla su semejante.
Sin embargo, su plan fracasó luego de que Arsinoe demostrara "curiosidad" por los humanos. Luego de matarlos los examinaba con la intención de saber de qué modo funcionaban y en qué se diferenciaban de nosotros.
Ella, que no solía sonreír comenzó a hacerlo y a imitar sus costumbres. Todo es debido a su dama de compañía, Mikaela. Quien estuvo con ella desde siempre. Una maldita sangre impura.
Fue Mika quien le enseñó esas estupideces como la compasión y le metió ideas absurdas a la cabeza.
Pero qué nuestro padre la considere más apta que nosotros es un insulto. Alguien como ella no me sobrepasará. No es más que una falla. Una mancha en la familia Sclythe.
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Camino por los oscuros pasillos del castillo, la llovizna ha comenzado a caer cuando me percato de una sombra deslizándose hacia el bosque.
—¿Arsinoe? —la veo marcharse y esbozo una ligera sonrisa, me dirijo a su habitación con la intención de encontrar aquello que estoy buscando.
Abro lentamente la puerta y veo a Mikaela de pie en el balcón.
—Es extraño verte sola —digo con apatía. Al oírme rápidamente se vuelve hacia mi.
—Señorita Xandra. No la escuché venir —inclina un poco su cabeza en reverencia y me dan ganas de golpearla. Sin embargo, controlo mis impulsos.
—¿Arsi no está? —finjo interés.
—L-la señorita Arsinoe, salió a comprobar algo —puedo escuchar como traga saliva con nerviosismo. Algo oculta—. ¿Necesita algo de ella?
—No realmente, pero si te necesito a ti —la señalo y se pone algo tensa—. Sígueme Mikaela.
Salgo de la habitación y ella dirige una última mirada a la ventana antes de salir también para seguirme.
La conduzco hasta el gran salón. De paredes oscuras y grandes ventanales. En el techo hay un tragaluz que permite a la luz de la luna adornar el suelo con un diseño similar a un mandala.
Los candelabros con solo algunas de sus velas encendidas, limitando la iluminación.
—S-señorita Xandra, ¿Por qué me ha traído aquí? —su voz rebota en las paredes del salón vacío, me mantengo en silencio.
Un dolor punzante atraviesa sus muñecas. Al mirarlas se da cuenta de que hilo las a atravesado. Ahoga un grito y yo una risa.
Mi habilidad me permite manipular mi cabello, puedo darle la longitud que desee y volverlo tan duro como el acero. Y ahora mismo, es como un filoso alambre metálico que atraviesa la piel de la dama de compañía.
Más hebras se enroscan en sus brazos y piernas, finalmente levantándola del suelo. El miedo y la confusión es muy evidente en su rostro.
—¡agh! —se queja del dolor—. S-señorita Xandra.... ¿P-por qué hace esto?
—Hace mucho que esperaba poder hacerlo. Ahora... Grita. Hasta que ella venga.
Con una sonrisa maliciosa hago que los hilos de cabello se ajusten más, generando cortes en sus extremidades. Mikaela grita y yo abro las ventanas con la intención de que su voz llegue hasta Arsinoe.
Ni siquiera tengo que esperar mucho cuando su presencia llega al salón.
—Bienvenida... Hermanita —la cortina de una de las ventanas se agita con el viento y detrás de ella, Arsinoe aparece en un parpadeo.
—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunta con alteración.
—Nada realmente, solo nos divertimos un poco ¿O no? Mikaela —los hilos se apretan más y ella suelta otro grito, Arsinoe intenta moverse pero la detengo—. Oh no, ni siquiera lo pienses. Si te mueves sabes lo que podría pasarle.
—Déjala ir ahora.
—¿O si no que? —la reto y entonces sus ojos brillan amenazantes—. No intentes intimidarme con eso.
Mis ojos también se iluminan de rojo carmín. Da un paso al frente y ante eso los hilos que sujetan a Mika se mueven, lastimandola más. Retrocede, parece que ya se ha dado cuenta.
—Ahora estás en mi tablero de juego, hermana. Será mejor que pienses en lo que harás o ella podría morir.
Suelto una carcajada y ella aprieta la mandíbula con furia. Mikaela la mira y Arsinoe tiembla al ver el miedo en su rostro.
—¿Qué es lo que quieres? —finalmente pregunta.
—Había esperado hacer esto hace mucho tiempo —camino un poco por el salón—. Jamás entendí por qué permitieron que alguien como ella estuviera aquí. Ni siquiera es un vampiro real.
—Exacto —interrumpe—. No tiene que ver con nada entre tu y yo. Déjala ir.
—Oh.... Pero sí tiene que ver. Después de todo, es ella la causante de tu pésima actitud. Eres una decepción Arsinoe y fue está mujer la que te convirtió en esto. En realidad, me sorprende que estés tan calmada después de semejante acto patético que tuviste recientemente. En tu lugar, yo estaría entrenando a mis hombres con fiereza para asegurarme de que no vuelva a suceder tal deshonor.
Me acerco a Mikaela y pongo una mano en su cuello, ella ahoga un quejido.
—¡XANDRA! —me grita—. Te lo advierto, si le haces algo más...
—¿Qué? ¿Vas a matarme? —Rio otra vez, e hilos de cabello se enroscan en uno de sus tobillos para hacerla caer—. Así es como deberías estar, arrodillada ante mí.
Le doy un fuerte golpe a Mika en el rostro, obligándola a escupir sangre. Arsinoe enloquece e intenta atacarme pero refuerzo mis ataduras sujetándola de los brazos. Forcejea inútilmente y yo doy otro golpe a la sirvienta.
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Editado: 04.12.2024