Entre cartas de sangre

Capitulo 19

~Ezra.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto a Luthien, pero ella sólo se lleva las manos a la cadera en respuesta.

Stephan corre hasta su hermana y la examina rápidamente. No parece tener ninguna herida. Por supuesto que no, de tenerla también se habría manifestado en él.

La confusión viste los ojos de Arsinoe, no tiene idea de lo que estaba haciendo fuera. Lo último que recuerda es haber llorado hasta el cansancio. No parece estar consciente de que Stephan la obligó a dormirse.

—De nada —Luthien se aproxima a ellos, con aires de arrogancia.

—¿Qué sucedió?

—Las sombras... Ellas te quieren.

—¿A mí? —Arsi se señala a sí misma—. ¿Por qué?

—No lo sé querida. Ellas no me dicen todo. Son caprichosas y siempre hacen lo que quieren. Yo básicamente las obligo a obedecerme.

—¿Cómo? —pregunto acercándome.

—¿Qué me darás a cambio de que te lo diga?

Frota su dedo índice y del medio con el pulgar, en un gesto avaricioso. Una luz ilumina fugazmente sus ojos, pero es Arsinoe quien pregunta:

—¿Qué es lo que quieres?

—Los amplificadores.

Ni siquiera duda o lo piensa un poco al soltar su respuesta. Sabía que pediría eso, esa es la principal razón por la que está aquí de todos modos.

—No —espeté y ella me lanzó una mirada filosa.

—Bien, entonces no diré nada.

Se encoje de hombros. Su actitud petulante me pone de nervios.

—Yo te daré el mío.

Las miradas se concentran en la vampiresa. Sus ojos centrados en los de la elfa.

No hay duda, ni flaqueza en su mirada.

—Por supuesto que no —se niega Stephan y, por supuesto, yo también—. No vas a darle nada.

—Es mío y puedo hacer lo que quiera con eso —se pone de pie, estando cara a cara con Luthien—. Enséñame —pide—. A mantener las sombras a raya. No deseo tenerlas merodeando sobre mí.

Luthien le muestra los dientes en una sonrisa, una tramposa y manipuladora sonrisa.

—Muy bien —sus manos aún en su cintura—. Entonces te veré aquí mismo por la noche.

Comienza a caminar hacia el bosque. Se detiene un momento y se lleva un dedo a la boca, alegando secretos en cuanto le pregunto a dónde va.

"Hay cosas que una mujer no debe revelar".

Es todo lo que dice antes de desaparecer en la espesura.

Al volver a la casa, Joel y Mathew solicitan respuestas, aunque no lucen satisfechos con lo que escuchan. No los culpo, incluso yo —que ví lo que pasó— no acabo de creerlo.

"No invitados" eso fue lo que esa sombra esquelética dijo al vernos. Sea lo que sea que le estuviera susurrando a Arsinoe, no era apto para ser escuchados por otros oídos que no fueran los de la princesa.

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Extrañamente todos nos encontramos sentados en la mesa para el almuerzo. Emily se había esforzado por cocinar algo para todos, aunque aún le incomodaba un poco la idea de tener vampiros en nuestra casa. Realmente se esforzaba por tratar de superarlo.

De verdad que se esforzaba.

Yo estaba sentado en un extremo de la mesa y Emily yacía a mi derecha. En el otro extremo estaba Joel, y Mathew en medio de él y mi hermana. Frente a ellos los gemelos, susurrándose cosas.

Todos comían y hablaban, como si esto fuera de lo más normal. Como si los gemelos no hubieran estado a punto de morir la noche anterior, como si Luthien no estuviera planeando algo —posiblemente macabro— como si todo estuviera perfectamente bien.

Algo dentro de mí se sentía aliviado de la tranquilidad del momento, de ver la calma que se cernía sobre cada uno de los presentes. Pero en mi interior también empujaba el sentimiento de preocupación, de que esto posiblemente solo era la calma antes de la tormenta... Y algo me decía que sería una terrible tormenta. Un huracán.

En mi mente se colaron los recuerdos de la esquelética sombra, gritando y haciendo gemir mis tímpanos por la agudeza de su voz. El momento en que Arsinoe saltó frente a mí para protegerme del ataque de su hermano.

Expulsé esos recuerdos de mi cabeza.

Luego otro destello:

Los ojos de la vampiresa —iluminados de asombro por las luciérnagas—, el momento en que le mostré cómo cortar la leña debidamente, cómo mis manos se deslizaron sobre las suyas para corregir su agarre. Su sincera y hermosa sonrisa.

Esos pensamientos... Los expulsé también.

Mathew y Joel decidieron que era buen momento para seguir entrenando después de comer. Mientras rebozaban de energía y el sol del día calentaba lo suficiente como para no sentir demasiado frío.

Arsinoe se ofreció a ayudar a Emily a lavar los platos, y la charla entre ellas era meramente superficial. Parecía que comenzaban a amistarse, lo cual era bueno, Emily podría estar más tranquila si comprendía que no era una amenaza. Por ahora.

Stephan se mantenía al margen. Se alejaba y guardaba distancia cada vez que Emily se encontraba cerca y evitaba mirarla más de lo necesario. Casi nulo.

Estaba recargado en el marco de la puerta principal, su mirada perdida en el calmo desplazamiento del viento sobre la superficie del lago. Generando una ligera corriente.

Me pareció que está podría ser una buena oportunidad para averiguar qué es lo que pasaba con Emily.

Con las chicas distraídas y los chicos entrenando, no habría interrupciones.

—Luthien no ha vuelto. —mencioné acercándome. Él se giró para brindarme un rápido vistazo antes de regresar su mirada al exterior, pero está vez no al lago, si no al bosque, dónde Luthien había desaparecido.

—Debe estar tramando algo... —se encogió de hombros—. O quizá se tropezó y cayó, rompiéndose el cuello.

Una sonrisa malévola y traviesa enseñó sus colmillos.

—Dudo que algo así pueda matarla.

Agregué con algo de ironía y él soltó una risita.

—Quién sabe —añadió—. tal vez sólo se necesita algo así de sencillo para acabar con ella. Y nosotros cegados por la complejidad.

A unos pocos metros de la casa, la espada de Mathew corta el aire con cada movimiento. Y Joel continúa escribiendo cosas en su cuadernillo, mientras estudia los movimientos de su amigo.




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