Entre cartas de sangre

Capítulo 20

~Stephan.

Hay algo muy importante que entender.

La fuerza bruta no lo es todo. Cualquier poder va acompañado de inteligencia.

Por muy fuerte que sea un ejército, será aplastado fácilmente sin una buena estrategia. Eso lo aprendí a la corta edad de 12 años.

Cuando mi padre decidió que —por alguna razón— era una buena idea llevar a su hijo al frente de un campo de batalla.

Tomaría una ciudad repleta de seres que formaban una resistencia contra su conquista.

El enemigo —en ese entonces— eran más de 10 mil hombres, nosotros el doble. Y mi padre, ese estúpido ególatra pensó tener la batalla ganada por ese simple hecho.

Aún recuerdo la frustración en su rostro cuando su ejército se vió reducido a la mitad en cuestión de días. No solo vampiros de la zona oscura, otras razas también se unieron a sus filas y no pudo hacer mucho con ellos.

No pude evitar intervenir en una de sus reuniones de estrategia junto a sus generales. Los líderes de los demás clanes.

Y aunque él quería echarme a patadas de la carpa, diciendo que esto no era un juego de niños, los líderes se vieron convencidos por la jugada que ideé.

Los días siguientes fueron verdaderamente más fáciles y productivos. Y aunque no todas mis formaciones funcionaban, tenía otros planes de respaldo.

La brutalidad, la masacre, la sangre y vísceras que veía a diario. No es algo que un niño debería de ver. Pero estuve ahí y comprendí lo bestiales que son las guerras, y decidí que no participaría en la primera línea. No, yo brillaba en la retaguardia. Creando las mejores estrategias que nos permitieran vencer y hacernos con la victoria. Ese era mi lugar.

Mi trabajo era simple y nuestros enemigos cada vez más predecibles. Podía hacer plan tras plan incluso dormido. Pero ella estaba ahí, Arsinoe estaba dándolo todo en el frente y un mínimo error mío —en mis indicaciones— podía hacer que saliera lastimada. No podía fallar.

¿Sabían que los búhos pueden girar su cabeza 270° grados? Tienen todos sus ángulos cubiertos. Justo así son mis estrategias. Siempre preparado para cualquier situación inesperada, no hay puntos ciegos.

Fue por eso que me gané el sobrenombre de el "búho".

Odio ese apodo.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

El día siguiente al incidente de mi hermana, cursó normal. Una que otra discusión con Luthien pero nada fuera de lo común.

Y me sentí aliviado, era como un simple día de descanso después de obstáculo tras obstáculo. Solo la calma antes de la tormenta.

Aún así, mi mente trabajaba todo el tiempo, simulando batallas contra Caius y Xandra. Podía ver las imágenes en mi cabeza, de ataques y contraataques y los movimientos que seguían. Y me frustraba, me frustraba porque no sería fácil.

Cada combate terminaba con alguien muerto, y graves heridos. Conocía las habilidades de mis hermanos, yo planeé jugadas para ellos. Sé cómo se mueven, incluso que mano utilizan para atacar primero.

Pero no conocía al equipo con el que me encontraba. Hasta ahora solo había visto algunas partes de lo que podían hacer, pero no conocía su verdadero potencial. Y el nivel que había visto hasta este momento, no era suficiente.... No era suficiente para hacerle frente a nuestros hermanos.

Me encontraba de pie a la orilla del pequeño muelle en el lago. Mirando el líquido cerúleo balancearse dentro de la pequeña botella de vidrio brillante. Y me pregunté como funcionaría exactamente el amplificador.

Lo resguardé dentro de mi puño cuando escuché pisadas en la madera detrás de mí.

Levanté ligeramente mis hombros y miré de reojo.

—¿Interrumpo? —dijo Emily, su voz pasiva y melodiosa. Traía un plato cubierto en sus manos.

Negué con la cabeza y ella respiró profundo, preparándose para acercarse.

—Pensé que quizá tendrías hambre, así que traje esto.

Quitó la cubierta del plato, mostrando unos sándwiches.

—Arsinoe dijo que los sándwiches de jalea son tus favoritos. Por eso....

Solté un suspiro, mi hermana debería mantenerse al margen un poco más. Sin embargo, Emily parecía apenada y ser descortés no es algo que va conmigo así que acorté la distancia entre nosotros y le agradecí.

—No tenías que hacerlo.

—No fue nada, también hice para los demás —parpadeó un par de veces y se ruborizó ligeramente. Estaba mintiendo.

Aparté mi vista de ella y ella se quedó ahí, viéndome mientras daba la primera mordida. Apretó sus labios, tragándose las palabras que quería decirme.

Intenté ignorarla pero su mirada era penetrante, sus ansias por hablar eran notorias, demasiado. Así que al tragar el sándwich dije:

—¿Quieres.... Decirme algo?

Su mirada se iluminó, como si eso hubiera sido una aprobación para que pudiera hablarme. Después de evitarla —luego de saber quién era— no sabía cómo interactuar conmigo. A pesar de que ya había empezado a amistarse con mi hermana.

—¿Acaso te hice algo?

Su tono repentinamente abrasivo hizo que casi me atragantara con la comida. Cuando la miré de nuevo sus ojos estaban clavados en los míos. Su ceño ligeramente fruncido.

—¿Disculpa?

Dió un paso más y luego otro y se puso frente a frente sin apartar su mirada.

—Ya me oíste. Has estado evitándome desde que te conocí. Ni siquiera me miras, aunque fuiste muy cortés cuando nos presentamos. Y aún así, ese día... Evitaste que cayera cuando colapsé. Pero desde entonces huyes de mi. Y quiero saber por qué.

Sus ojos detonan confusión, frustración y hay una pizca de salvajismo en ellos. Se me escapó una risa y eso pareció hacerla molestar más.

—¿Qué es tan gracioso?

—Todo esto. Viniste aquí y me diste sándwiches, ¿para después reclamarme el porqué te evito?

Se cruzó de brazos.

—No es mentira que Arsi me dijo lo de los sándwiches. Y pensé que sería una buena oportunidad. ¿Y bien?

Relamí mis labios con una sonrisa y enderecé los hombros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.