Entre ceja y ceja

Capítulo 16.2

Rhett las buscó puntualmente. Siempre llegaba a la hora justa, ni un minuto antes ni después.

El Espartaco se sentía ansioso de tener su primera cita con Farah, aunque no lo admitiera, y a pesar de que la misma abogada dijera que no era una cita como tal. Para él, era una nueva oportunidad de acercarse y conquistarla. La miró acercarse con esa falda ajustada que demarcaba su pequeña cintura, junto con un top blanco muy sexi, su largo cabello rojo y alisado, y ese andar contoneado que atraía miradas. Rhett no pudo quitarle los ojos de encima. Recordó el día anterior, y le pareció que cada faceta de Farah era única.

Como todo un caballero, bajó del auto y saludó:

—Señoritas…

Ellas sonrieron y agradecieron.

Erin entró en el asiento de atrás, pero justo cuando Farah iba a hacerlo, Rhett cerró la puerta de golpe. Farah quedó extrañada, mas él, la hizo girar con cuidado, y la apoyó contra el carro, manteniéndose frente a ella, con un brazo apoyado en el techo, muy cerca, presionándola entre el auto y su cuerpo. Miró al suelo, sonrió, luego alzó los ojos, la observó y comentó:

—Estás muy bonita para no estar en una cita.

—Nunca se sabe a quién se puede conocer. Quizá consiga mi media naranja en ese bar.

La sonrisa de Rhett se borró de golpe y replicó:

—No te dejaré conocer a nadie. Así no se trata a un acompañante. Lo atribuiré a tu falta de experiencia con los hombres.

—Uy… Alguien por aquí se enojó rápido —replicó una sonriente Farah—. Y después dicen que todas las mujeres somos bipolares.

—Ya te había advertido que agotaste mi cuota de paciencia en el mes para ti.

—Cierto, cierto. Solo era…

—Una broma… Lo sé —completó la frase—. Te pongo nerviosa, Farah, y solo puedes manejarlo, bromeando.

Ella le entregó a Rhett una expresión de enojo. Y él se dio cuenta de que, en un instante, ya estaban peleando. No podía empezar la salida así.

—En fin… —Rhett abrió la puerta del copiloto, se inclinó sin dejar de mirarla, acercándose mucho a sus labios, poniéndola nerviosa, y añadió—: No soy chofer. Así que irás adelante conmigo.

—Muy bien… —replicó ella, extrañada.

Él cerró después de que ella se sentara. Sin embargo, permaneció un par de segundos allí, frustrado, porque de nuevo, sus técnicas de conquista fallaban.

—¿Qué le pasa al Espartaco? —indagó Erin en voz baja.

—Ni idea —replicó Farah—. Tiene unos tres días actuando muy raro. Como si fuera otra persona, pero ya regresó el verdadero.

—El Rhett amable me gusta más.

Farah sonrió.

—A mí me gusta un poco del caballero, y un tanto del enojón que me trata mal —recordó su sueño y rio—. Debo ser un poco masoquista.

 

 

Al arribar al Cloudbar, Erin observó el lugar, buscando al que sería su acompañante. Lo encontró sentado en una de las sillas, frente a una barra con vista a la ciudad y al lago Michigan. Max la saludó desde lejos, lucía muy bien de traje, y Erin solo pudo suspirar al verlo sonriéndole.

Farah y Rhett caminaron un poco alejados de ella. Se sentaron en una pequeña mesa para dos, también con una excelente vista del paisaje y desde donde podían mirar a Erin.

El amanecer caía sobre la urbe, coloreando el cielo de tonos naranjas que separaban el horizonte en dos.

—La vista es hermosa —comentó, Farah—, y este atardecer luce… Luce precioso.

—Preciosa te ves tú, Farah. —Ella miró a Rhett, enmudecida—. Y no quiero que hagas una broma al respecto. Me gustaría que aceptaras un cumplido, porque lo dije en serio.

—Gracias, Rhett. Discúlpame si a veces soy pesada. Es cierto… Bromeo cuando estoy nerviosa.

—Entonces debo ponerte muy nerviosa, porque no paras de hacer chistes —Rhett sonrió.

—No… No, siempre. También bromeo cuando me siento bien y en confianza. Eso me pasa contigo también.

—¿También? Entonces sí te pongo nerviosa.

Farah carcajeó.

—Cómo se nota que eres abogado. Dejemos el tema hasta allí, ¿sí? Por cierto… Erin tenía razón, el tal Max es atractivo. Tendré que intentar esto de las citas a ciegas.

            Rhett miró a Max y se vio obligado a comentar, si no sería sospechoso.

            —Ahora que lo veo… Yo conozco a ese tipo, a ese tal Max.

            —¿En serio? Y… ¿De dónde? —indagó Farah.

            —De la calle donde crecimos (y no mintió). Tengo que ir a saludar.

            —No… No los interrumpamos. —Farah lo detuvo al tomar su brazo—. Qué bueno que lo conoces. Entonces… ¿Es un tipo normal?

            —Tenía un par de años sin verlo, pero sí, es un todo un caballero. A tu amiga no le pasará nada. Probablemente, pase una noche genial.




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