Entre ceja y ceja

Capítulo 19

Aquella mañana de domingo, Rhett recogería a Farah con puntualidad.

Ella se tomó el tiempo, desde temprano, para cuidar cada detalle. La ilusión que producía tan solo rozar con la punta de los dedos la superficie del amor verdadero generaba maravillas en el ser humano, y casi cualquiera lo vivió al menos una vez. Farah usó un maquillaje discreto y detallado, un atuendo que marcara sus curvas y decidió llevar el cabello con sus risos naturales y alborotados. Debía controlarse, porque su blanca piel exponía con rapidez sus más secretas emociones. Mas hoy se sentía llena de esperanza, de una brillante y extraña alegría, de un nuevo ánimo. Uno que la inquietaba a ratos, porque el enamorarse hería, y ella lo sabía.

 

—Hola, Farah. Hoy te ves… preciosa —comentó Rhett en tanto abría la puerta para ella.

Como si fuera un niño, se acercó para besarla en los labios, pero titubeó. Eso no solía pasarle. Con Farah era distinto, porque el nerviosismo de no hacer algo incorrecto, le jugaba en contra con ella. Sin embargo, con decisión se acercó, tomó su mejilla y dejó en breve beso sobre su boca.

Farah sonrió, porque tampoco estaba segura de si se besarían o no. Después, lo miró de arriba a abajo; Rhett no andaba de traje, sino que llevaba un atuendo más informal que revelaba mejor su trabajado cuerpo.

—Tú luces muy guapo también —Sonrió y se sentó en su asiento.

Rhett cerró la puerta tras ella y se apresuró hasta su puesto.

—¿Lista para pasarla bien?

—Siempre, papacito —Ambos carcajearon.

 

 

Al llegar al set de fotografía, Farah quedó impresionada. El lugar era iluminado y contaba con gigantescas lámparas, reflectores, el fondo fotográfico en madera con un recubrimiento de formica blanco absoluto, mesas de maquillaje y mucho más. Todo desbordaba glamour y perfección. Observó con recelo la gran cama vestida con sábanas blancas, ubicada en el centro del set, rodeada de luces que la hacían lucir inmaculada.

Rhett saludó a varios miembros del equipo de fotografía y presentó a Farah como una buena amiga. La instalaron en un recibidor muy coqueto, dotado con una mesa de bocadillos dulces y salados, desde donde se podía ver la sesión. El Espartaco se acercó a ella y le explicó que podía servirse lo que quisiera, en tanto él estaba ocupado.

Luego de que Rhett besará su mejilla, Farah se dio cuenta de que algunas mujeres la miraban con desagrado y se sintió transportada a la secundaria. Las disimuladas sonrisas burlonas, las miradas breves y despectivas de ojos blanqueados, y todos los demás fantasmas que parecían tener vida eterna en sus memorias. Sin embargo, ella no era la misma chiquilla insegura de años atrás. Así que se levantó, se acercó a la mesa, tomó un delicado plato de porcelana y se sirvió macarrones de todos los colores. Supuso que aquellas esqueléticas mujeres no tenían la libertad de darse tales placeres, y se propuso degustarlos con libertad delante de ellas.

Rhett sonrió al ver a Farah tan desenvuelta, tal y como era. Luego, se retiró a una habitación y salió unos diez minutos después, llevando una bata de baño blanco. Lo sentaron en la mesa de maquillaje y arreglaron su cabello, que terminó luciendo alborotado y perfecto. Farah no podía explicar cómo era eso posible, pero solo de ese modo podía explicarlo. Observó cómo lo maquillaban y pensó en varias bromas que podía hacerle al respecto. Sonrió sola. Mas la risa se le borró de golpe cuando vio a la famosa modelo, con la que Rhett aparecía en las fotos de sus viajes, salir en una ropa interior muy sexi, caminando libremente por el set sin nada que ocultar.

La modelo saludó a Rhett con un beso en la mejilla y acarició su cuello. No le quitaba las manos de encima, y aunque él intentara alejarse, en un segundo la tenía de nuevo muy cerca.

La sesión empezó sin dilación. Rhett se despojó de su bata y reveló lo que siempre escondió debajo de sus finos trajes.

«Definitivamente, se ve mejor sin ropa, debería andar siempre así», caviló Farah con la boca llena de un delicioso macarrón, sin masticar siquiera, deleitada con la vista. Rhett exhibía un bronceado dorado que daba un brillo especial a su piel y una definición a cada músculo, haciéndolo más deseable. Ya Farah había probado los excepcionales besos del Espartaco y se preguntó, sin querer, como se sentiría probar todo lo demás. Agitó su cabeza, porque con rapidez, sus pensamientos se subieron de tono y, no, no debía. Ver a Rhett a diario solo le complicaba la vida y, después de admirar su cuerpo de atlas, estaba segura de que más difícil sería el día a día con él.

«¿Por qué todo parece complicarme más y más la vida?», preguntó al universo en pensamientos.

Y sin duda, todo se complicaría.

La sesión inició con fotos de Rhett en poses masculinas que definían su perfecta silueta. Era un hombre serio, sexi, de mirada desafiante y expresión maliciosa que Farah admiró despojado de casi todo. Luego, fue el turno de la modelo; la novia de Rhett que, según él, no lo era. Contaba con un rostro hermoso y una sonrisa que dejaba a todos mesmerizados. No fue difícil para Farah entender por qué Rhett se enredó entre ese par de largas piernas.

Después de un rato, y de varios cambios de atuendo, pasaron a las fotos en pareja. Por supuesto, serían tomadas sobre la cama. Diferentes poses sensuales, ella sobre Rhett, y él sobre ella. Imágenes que a Farah no le encantó presenciar.




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