Entre ceja y ceja

Capítulo 23

Farah frotaba sus manos, la una contra la otra, en tanto se acercaba a su oficina. Tenía más de siete años sin hablar con Duncan. Conocía sus propias debilidades y las memorias seguían frescas, aunque pensó que el tiempo sanaría todo. Ese no fue su caso. Los deseables besos, aquellas hermosas palabras y promesas, aunque no las cumpliera, estallaban cuáles burbujas en su mente con cada paso que daba y se acercaba. Una parte de ella las quiso olvidar, pero otra no. ¿Qué se puede hacer con un alma dividida entre dos fuerzas?

Llegó hasta su oficina y miró, desde lejos, a Duncan de pie con una postura nerviosa. Sus ojos se encontraron, y él le entregó media sonrisa, mientras la expresión de sus ojos cargaba una profunda pena. Farah no le sostuvo la mirada.

Rhett caminó detrás de ella, y también observó fijo a su contrincante. Notó como los ojos de Russell brillaron como si fuera un adolescente enamorado cuando se encontró con Farah. Mas él solo esperaba que recordara los golpes que le dio un mes atrás. A Duncan se le borró la sonrisa de golpe al encontrar al Espartaco y le sostuvo la batalla, sin una gota de miedo, como si estuviera dispuesto a luchar hasta el final.

—Farah… Te ves hermosa hoy —le dijo cuando pasó frente a él.

—Duncan… —fue lo único que respondió la abogada—. Pasa. Puedes sentarte —Fue cortante y señaló una silla.

Antes de cerrar la puerta tras ella, Farah miró a Erin y a Rhett, y ambos pudieron notar la lucha que cargaba dentro en sus ojos llorosos.

—¡Estaré aquí, mi amor! —exclamó Rhett con la intención de que Duncan escuchara. Y lo hizo.

Farah inhaló profundo al andar hacia su escritorio y se sentó, dejándose caer en el espaldar, elevando un poco el mentón en una señal, inconsciente, de autocontrol.

—Bueno… Tú dirás, Duncan.

—Ya veo que tu perro guardián no se te separa ni por un segundo.

—Es bonito cuando cuentas con alguien que te cuida y te acompaña —dijo, sardónica—. Que no te abandona en ese momento en que más lo necesitas.

—Sí… Sé que necesitaste eso y no pude dártelo.

—¿No pudiste o no te dio la gana?

—Nunca quise dejarte, Farah. Te habría elegido a ti.

—¡Ja! Pues no lo hiciste. Ya es tarde para eso, Duncan. Para muestra la vida misma. No se puede vivir de intenciones.

—Ya lo entendí. Lo entendí muy bien y con mucho pesar —Duncan se arreglaba una y otra vez en su silla, incómodo por las verdades que Farah le decía sin misericordia.

—Ve al grano, Duncan. ¿Para qué estás aquí?

—Porque quiero recuperarte y, ahora que lo sé, también a mi hijo. ¿Su nombre es Sebastián? Lo llamaste, Basti. El día que estuve en tu departamento.

Una ceñuda Farah se mantuvo en silencio, el enojo destellaba en sus ojos. No podía creer lo que escuchaba.

—Eres un caradura, Duncan. ¿Cómo te atreves a venir a decir estas tonterías? A estas alturas… ¿De qué sirve? ¿De qué sirve que le hable a mi hijo de un padre ausente que no lo quiso? Nunca haré eso.

—No son tonterías, al menos, no para mí. Yo estoy atrapado en el pasado contigo, Farah. No sé de qué otra forma salir. Necesito recuperarte a ti y a nuestro hijo. Necesi…

—¡Basta! ¡Basta ya! No vine a perder el tiempo contigo. Pensé que me hablarías de otra cosa —recordó a Sebastián—. Por favor, ve al grano. Tengo a mi novio allá afuera, esperando.

Duncan asintió. Le dolía ver a la dulce chica que alguna vez amó, tratándolo con frialdad. No sabía cómo empezar y decir todo lo que sentía. Parecía que no había esperanza para él, pero no le quedaba más opción que dejar la piel en el intento, porque amaba a Farah.

—Bien… Hablaré claro. Farah… —su mirada estaba cargaba de remordimiento—. Siempre me llamaste la atención… Siempre. Eras una chica llena de alegría. Cada vez que podía te observaba como un tonto. Me escondía para espiarte y verte reír con tu amiga, siempre estabas sonriendo. Eras inteligente como nadie. Para mí eras alguien hecha de color.

Farah lo escuchó, conmovida por dentro, mas se controló y comentó:

—Ya no soy esa chica.

—Melanie y yo teníamos una relación abierta. Podíamos acostarnos con quien quisiéramos. A mí me costó aceptar ese tipo de conexión, era lo que ella deseaba, hasta que me acostumbré y lo empecé a disfrutar.

Farah negó con su cabeza al escucharlo.

—No estoy orgulloso de eso. En fin… Yo… Yo solo pensaba en ti. Y creí, como un idiota, que tal vez podría tenerlas a las dos. Así que, comencé a buscarte. Y aunque intenté esconderlo, Melanie se dio cuenta. Algo vio en mí, que me gustabas de verdad, o me estaba enamorando, porque a los días me dijo que estaba embarazada, y me pidió… Me pidió… —titubeó, nervioso— que te hiciera mía con ella presente. Esas cosas la excitaban.

La señal de rechazo en el rostro de Farah se notó con claridad. Rhett estaba más y más inquieto con cada expresión tan sentida de su compañera.

—¿Ella estuvo en la habitación esa noche? —preguntó Farah, indignada, y la respiración acelerada.




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