Entre ceja y ceja

Capítulo 28

NOTA: Sugiero leer este capítulo escuchando IF I COULD BE WHERE YOU ARE de Enya.

 

Un incómodo silencio se acomodó en el asiento trasero del auto de Rhett. Él manejaba enfocado en la vía, esforzándose por no mirar a Farah. Estaba enojado, porque ella había arruinado su noche. Esa en la que él puso tanto empeño. No solo la arruinó, sino que terminó en una habitación con Duncan. El único momento que agradeció fue verlo con la cabeza ensangrentada, después del golpe que le asestó su compañera.

Farah tenía todavía el corazón acelerado y la ira latía fuerte en su sangre. Experimentó un descontrol desconocido, uno que la transformó en alguien distinto por segundos. Y así, apenas rozó la comprensión de cómo alguien sin antecedentes penales, alguien sufrido, como Arthur Eagle, podía asesinar a otro ser humano en un ataque de enojo descontrolado.

—Hay que avisarle a alguien que Duncan está malherido —comentó Farah. Manteniendo la mirada ausente hacia su ventana, evitando a Rhett.

—¿Y todavía te preocupas por él? —habló él, al fin—. ¿Qué rayos te pasa, Farah?

—No me preocupo por él, sino por mí. Fui yo quien lo atacó. Y tú me quitaste la lámpara, dejaste tus huellas allí.

Rhett carcajeó con sarcasmo y molestia.

—Hablas como si hubiésemos dejado una escena de crimen. Le dije a la señora de servicio que había un hombre herido en la habitación, antes de irnos. Si ese idiota es un poco inteligente, dejará todo así. ¿Te das cuenta de que actuaste como…? —quiso decir “loca”, pero no podía añadirle más.

—Lo sé… —admitió ella—. Mi vida era perfecta, Rhett. Estaba muy bien, pero el hecho de que Duncan apareciera de nuevo, me desajustó. Es un desgraciado mentiroso que aceptó un pago para verme. Lo acabo de descubrir —sus hombros decayeron y su expresión se tornó aún más pesarosa—. Solo necesita dinero. Es despreciable. Él arruinó mi vida… Si no hubiera sido por Basti no sé qué sería de mí ahora.

 

Rhett recordó que Duncan regresó a la vida de Farah por su culpa, y se lamentó, porque lucía bastante desajustada.

—Farah… —dijo su nombre y ella lo miró, brevemente, aunque seguía inexpresiva, ausente.

La luz de los postes le otorgaba a las lágrimas de Farah un brillo nocturno e intermitente.  A Rhett le pareció una adolescente desamparada y deseó descubrir qué fue lo que dejó en Farah ese sufrimiento perenne. ¿Qué le hizo Duncan? Por lo que preguntó:

—¿Qué paso allí dentro? ¿Por qué reaccionaste así? —mas ella no respondió, bajó la mirada y observó sus manos, en tanto se hacía círculos con su pulgar en la piel. Sintió vergüenza, la misma vergüenza que la obligó a callar casi ocho años atrás—. Farah… —insistió, Rhett. Y ella tuvo claro que era hora de hablar y sacarlo todo—. ¿Cuál fue ese delito que no prescribe? ¿Qué te hizo Duncan? Y no evadas más la pregunta, por favor.

El Espartaco jamás olvidaría la mirada perdida de Farah, parecía arrastrar un pesado dolor. Estaba conmovido y la acarició en la mejilla. Ella cerró sus ojos al sentir su tacto y se aferró a su muñeca, angustiada, como si lo necesitara allí, palpándola.

Ella asintió, desganada, y comenzó a narrar su historia.

—Una tarde… Una tarde recibí una llamada de Duncan —comenzó diciendo.

Rhett la escuchó hablar sobre un amor idílico y verdadero. Y se preguntó, cómo era posible hablar de amor sin una pizca de brillo en los ojos.

Farah respiraba pausado, fruncía el entrecejo como si le doliera la cabeza, y continuó:

Entre nosotros no había ocurrido gran cosa, se trataba más de lo bien que la pasábamos juntos. Nos reíamos. Nos contábamos cada secreto, y confié en él. Duncan siempre supo ser un hombre carismático, bien educado y atento. Me hizo creer que lo sabía todo de él, así que, fuimos amigos y enamorados, todo al mismo tiempo.

Farah soltó el agarre de Rhett. Al narrar su historia sentía escalofríos y no deseaba que él lo notara. Las buenas memorias eran atravesadas por las malas y, luego, solo unas cuantas prevalecían.

Mirando a la nada, Farah contó sobre cómo Duncan la invitó una tarde a su casa para que conociera a su hermana y cenaran pizzas. Él comentó que sus padres estaban de viaje y, aunque ella tuvo la sensación de que algo más pasaría entre ellos, algo más que sus besos y esas inocentes caricias que me hacían vibrar, se atrevió y dio el paso.

—Hubo una entrega en mi mente, mucho antes de que pasara por su puerta —admitió ella.

La abogada contaba la historia como si tuviera momentos bonitos, pero sin sonreír. La práctica de las memorias dolorosas, con el tiempo, comenzaban a anular las emociones. Y Rhett lo sabía.

—Llegamos a su casa, era familiar, con muchas fotos; parecía el hogar perfecto, seguro y normal. ¿Qué me podría pasar allí? —preguntó en voz alta—. Duncan continuó dándome atenciones y un cariño que jamás me dieron. “¿Quieres algo más, bonita? ¿Te sientes bien? Quiero que estés bien”, me decía, en tanto me acariciaba el cabello y el rostro con ternura.  Luego, me llevó a su habitación, me sentó en la cama y, lentamente, volvió a los besos y a un tacto más decidido e íntimo. Nunca alguien me tocó así antes. Recuerdo que cerré los ojos u dejé caer mi cabeza hacia atrás, disfrutándolo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.