Entre ceja y ceja

Capítulo 33.1

La llegada de Max, puso muy nerviosa a Erin, quien se negó a verlo. Y al salir el Espartaco, se apresuró a rogar:

—Escóndeme, amiga. No quiero encontrarme con él.

—Pero, Erin, ¿qué te pasa? Pareces una niña.

—Con Max me siento muy insegura. Insisto en que hay algo raro con él (no quiso decir: “ellos”). Además, como era de esperar, no volvió a hablarme ni a escribir. No quiero sentirme así de incómoda.

         —Métete al armario. No sé, Erin. Ya debe estar por llegar.

         Así lo hizo Erin, y sin tardanza, Max apareció en la oficina de Farah, extrañado de no encontrarla allí. Después de saludarse, la abogada explicó para lo que deseaba contratarlo, y Max supo que ambos, tanto Rhett como él, tendrían que pensar en algo y pronto. Por supuesto que aceptó la misión, pues el número en cuestión le pertenecía y no permitiría que la verdad cayera en manos de nadie más aparte de él.

         —¿Y Erin? ¿No vino hoy a trabajar? —indagó al fin Max, luego de terminar la reunión con Farah.

         —Sí, anda por allí. Tiene mucho que hacer con la carta que llegó del gobernador —Intentó no mentir.

         Max asintió con desgano.

         —Bueno… Salúdala de mi parte. Iré a ver a Rhett —culminó y partió.

         Farah se fijó en el armario.

         —Preguntó por ti —dijo, estando segura de que su amiga la escuchaba.

         Al fin, Erin salió y dejó el edificio hasta que Max se hubiese ido. Para él fue claro que lo evitaba.

Farah solo la observó alejarse. Nunca la vio antes tan afectada por alguien con quien no pasó gran cosa. Mas la comprendía, pues las mismas emociones y temores experimentó con Rhett.

 

 

 

(Dos semanas después)

 

Al fin, la tarde del viernes, el terapeuta de Farah aceptó conversar con Rhett respecto a lo que la afectaba. El Espartaco entró en una pequeña sala de espera y leyó el nombre del especialista fijado en la puerta: Doctor Travis Johnson. El incómodo Espartaco aguardó a ser atendido, sentado y hundido en aquel pequeño y bajo sofá, del cual le costó levantarse cuando lo llamaron por su nombre.

El terapeuta era un hombre mayor, de tratos amables y con esa expresión de experiencia que solo entregan muchos años de vida. El anciano se levantó, estrechó la mano de Rhett, y lo invitó a sentarse en un sillón mucho más cómodo que el de afuera.

—Me alegra saber que hay alguien preocupado por Farah. Es una buena chica.

         Rhett estaba nervioso, nunca fue antes a terapia, ni siquiera en sus peores momentos. Lo sentía poco masculino y de débiles, pero por Farah, estaba dispuesto a todo.

          —Sí, lo es —confirmó el abogado.

         —Hablaré con libertad porque ella me lo permitió. Me contó que usted está al tanto de lo que vivió.

         —Sí, hace unas semanas me lo dijo. Ha sufrido mucho y no permitiré que continúe así. En verdad quiero hacerla feliz.

         —¿Cree estar enamorado de ella?

         —No creo… Lo estoy —afirmó, Rhett con propiedad.

         El terapeuta asintió, mirándolo directamente.

         —Es importante que esté seguro de esto, porque con una situación como la que vivió Farah, lo que menos necesita es que la ilusionen con algo que no llegará. Intento decirle que puede terminar hiriéndola más. ¿Lo tiene claro? Ahora bien, aun después de decirle esto, ¿desea continuar? —instó el anciano, en un intento por proteger a Farah y abrir los ojos de Rhett ante la realidad.

         —Sí, quiero —replicó, Rhett, a quien le pareció estar respondiendo ante el clérigo a punto de casarlo.

El viejo tenía razón, esto era un compromiso. ¿Acaso el amor no se trataba también de eso?, reflexionó el Espartaco.

         —Bien… Farah sufre de Vaginismo. —Comenzó a explicar el terapeuta—. Es difícil hablar de números, porque las mujeres callan estos trastornos, pero se estima que entre un cuatro y siete por ciento de las mujeres lo sufren. Es una afección poco común que impide la penetración por la estrechez vaginal que genera y, aunque sus efectos son físicos, tiene un alto componente de estrés mental y emocional. Hay dos tipos y ella sufre el primero. Es decir, el que experimentan chicas que nunca han tenido un orgasmo o una relación sexual. Ya debe imaginar que una violación está muy lejos de ser sexo.

Rhett asintió, preocupado. Había escuchado al respecto en sus estudios sobre las mujeres y su sexualidad, pero nunca se topó con alguna que lo sufriera.

—Casi todos los motivos de Farah son psicológicos. El trauma de la violación. El maltrato constante de su madre, que generó en ella una profunda inseguridad con su imagen personal. Una maternidad no aceptada por nadie más que Farah. El fracaso con su único novio y otras cosas. Parece increíble, siendo ella una chica tan…




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