El sonido de los tacones de aguja de Stella contra el suelo se escuchó pausado. Se tomó su tiempo para entrar con un andar muy digno y se detuvo bajo un haz de luz solar, como si buscara estar bajo un reflector.
Farah no se levantó, como quizá esperó la visitante, permaneció sentada, y la siguió con una mirada llena de frialdad. Le señaló el asiento frente a su escritorio, pero Stella rechazó la oferta. Algo en esa mujer molestaba a la abogada, mas no podría expresar con exactitud qué. Tal vez era ese andar erguido que la mostraba con un aire de superior, o quizá las curvas marcadas que contoneaba con placer y altanería.
—Lamento molestarla sin aviso previo, abogada. Debe estarse preguntando quién soy.
—Para nada —replicó Farah, en tanto simulaba acomodarse uno de sus aretes—. No sé por qué, pero me parece que usted es Stella Rauner. Casi puedo decir que la estaba esperando.
Stella retrocedió un poco, sorprendida por la respuesta de Farah, quien continuó hablando:
—Mi esposo, Rhett Butler, me habló una vez sobre usted.
—Ah… —Las palabras abandonaron a Stella por segundos, pero reaccionó—. No imaginé que Rhett te hablaría sobre mí. Ese hombre siempre será una cajita de sorpresas. ¿No te parece?
Farah la observó en silencio. No sonrió con el comentario y se mantuvo firme.
—¿Qué la trae por acá? Pensé que estaría ocupada, dado todo lo ocurrido con su esposo. Por cierto, lamento su pérdida —dijo Farah solamente por educación.
—Pues yo no lamento nada —Admitió con desdén, y al fin se sentó frente a Farah—. Ahora soy libre para hacer muchas cosas. ¿Sabes qué es lo primero que deseo hacer?
Farah negó con un movimiento de la cabeza.
—Quiero recuperar al amor de mi vida… A Rhett. ¿Qué te dijo exactamente sobre mí? ¿Te contó todas las veces que hemos hecho el amor apasionadamente?
—Creo que la perspectiva que tiene Rhett sobre el tiempo con usted es bastante distinta, pero cada quien recuerda el pasado como mejor le parece. Y sí… Sí me contó sobre como lo abordó desde joven y lo amenazó para retenerlo. Usted sabe que todas esas acciones son delitos, y también que sería difícil de probar.
Stella carcajeó.
—Méteme presa entonces, abogadita… —Extendió las manos hacia Farah, uniendo las muñecas para que le colocaran las esposas—. Qué inocente eres, Farah Ward. Pensé que serías más astuta. Bueno… Rhett siempre me dijo que se casaría con una mujer pudiente, y no se equivocó. No puedo determinar cuándo entraste en su mira, pero apenas te puso el ojo, estoy segura de que no dudó ni por un momento de que caerías rendida ante él. Señorita Ward… Rhett es un manipulador. Un hombre interesado y capaz de cualquier cosa para alcanzar sus metas.
—No es el hombre que conozco, ese que usted describe. Y si soy ingenua, pues… Esta ingenua es muy feliz con su esposo —Farah subió y bajó los hombros con desenfado al hablar y, finalmente, esbozó una genuina sonrisa.
—Lo único que harás será sufrir, mujer. Y no necesito ser vidente para anticiparlo.
—No sé a qué viene, señora Stella. Mi vida no es asunto suyo, menos la de mi esposo. Si Rhett hará un desmadre conmigo, ese es mi problema y soy bastante grandecita para asumirlo y encararlo. ¿Eso era todo lo que quería decir? Estoy ocupada —abrió un cajón y sacó uno de los expedientes en los que debía trabajar.
—¿A dónde te llevó de luna de miel? ¿A la isla felicidad?
Farah alzó la mirada y se encontró con la de Stella. La mujer carcajeó porque halló la respuesta en los ojos de Farah.
—¡Sí! ¡Debería ser bruja!
«Todavía no se da cuenta de que lo es», caviló Farah con rapidez.
—Imagino que te encantó. A mí también. Es un lugar paradisíaco. ¿No te pareció? Definitivamente, Rhett es un hombre que cumple. Cuando lo llevé a ese lugar quedó impresionado. Y me dijo que, si algún día se casaba, llevaría a su esposa allí. Lo más extraño, señorita Ward, es saber que, así como de seguro, te hizo el amor en cada rincón de esa casa, a mí también —Stella apoyó su codo en el borde del escritorio de Farah, luego su rostro sobre este, acercándose un poco, cuáles buenas amigas—. El jacuzzi, la piscina, fueron idílicos con él. Estoy segura de que para ti igual.
—Veo lo que intenta hacer, y no son más que patadas de ahogado. Sé que debido al negocio que maneja, es complicado que usted todavía comprenda lo que es la dignidad, pero nunca es tarde para recuperarla, señora. Deje de estar mendigando el amor de alguien que no la quiere. Dese su puesto.
—¿Te ha bailado para que te excites? Ah, ese hombre coge como nadie —Pasó sus manos sobre sus pronunciados pechos—. La forma en que te respira sobre la fiel. Amaba cuando me tomaba tan dominante. Qué duro debe ser saber que ha hecho lo mismo con tantas. ¿Qué crees que te hace especial?
Su luna de miel vino de golpe a la mente de Farah, besos, caricias, bailes, encuentros, y todo se le mezcló con una mala pasaba de su inquieta imaginación, pues sin remedio, imaginó a Stella y al Espartaco en un encuentro apasionado muy breve.
—El pasado de Rhett no es mi problema, señora. Entiendo a lo que vino. Soy una mujer decente, y sí valoro mi dignidad, a diferencia de usted. Le voy a pedir educadamente que se retire, porque no caeré en su juego. Usted es baja y se aprovechó de esos muchachos…
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Editado: 09.11.2024