Entre ceja y ceja

Capítulo 51

NOTA: Información importante al final del capítulo. Si quieres terminar de leer esta historia, necesitas leerla.

—Mi amor… Farah…

La tensión en el aire casi era palpable. La espera erizaba la piel. Rhett no encontraba las mejores palabras, hablaría del padre de su esposa. Las emociones le secaron la garganta de golpe. El terror de perderlo todo lo sobrecogió, y la verdad le generó un nudo en el pecho

Su esposa lo notó tan afectado que se entristeció, porque los ojos del Espartaco al fin se pusieron llorosos y cargados como nunca los vio antes.

Se sentó junto a ella en el borde de la cama y pasó ambas manos sobre su rostro.

—Fue tu padre —espetó. Solo así podría sacarlo—. Fue tu padre el que me arruinó la vida y me dejó solo, en la calle. Él y los hermanos que lo contrataron.

Al revelar aquello, Rhett tomó a Farah por sorpresa. Él miró a su mujer con pupilas vibrantes y todavía esperanzadas, afectado, sintiendo una presión en el pecho. Acunó el rostro dulce de Farah, palpó su suave piel con una mano y confesó:

—Tú me volviste el hombre más feliz y el más fracasado a la vez.

Farah frunció el entrecejo. ¿Cómo era posible?

—Llegué con una meta a Ward&Green. Quería arruinarlos, destruirlos. Pero te conocí y me perdí. Preferí tu amor a mi venganza. Cada fin de semana, cuando vamos a dejar a Basti en casa de tu padre, todo se agita dentro de mí, se me revuelve el alma en una batalla. Recuerdo a lo que vine, y luego los miro a ustedes. Yo los amo, Farah. Basti y tú son lo único que tengo.

Las emociones se entrelazaron confundidas dentro ella. La compasión ante el dolor de su esposo y la revelación de sus motivaciones reales; era confuso. Tenía ante sí un amor hermoso que lo dejó todo, a la vez, plagado de matices intrigantes, mentiras y engaños. Farah bajó la mirada, desconcertada, porque nunca pensó antes que algo así podría existir.

—Entonces… Llegaste para vengarte —dijo casi como un susurro—. Que mi padre te obligara a trabajar conmigo solo te facilitó todo. ¿Cierto?

Él asintió sin mirarla.

—Y usaste todas tus tácticas. Era capaz de notarlas, ¿sabes? Una parte de mí anticipó algo de esto, pero otra quería… —su voz se quebró y tuvo que parar—. Quería enamor…

—¿Escuchaste que dije que los amo? —No la dejó terminar. Él necesitaba que ella lo entendiera.

—Sí, te escuché. Y te creo, Rhett…

Farah mostró su dolor en un entrecejo fruncido, sus hombros decaídos y su respiración pausada, como si estuviera cansada.

En cambio, el Espartaco abrió los ojos ampliamente al entender que le creía. La abrazó, apretando junto con su mujer tanto, todo, y le dio un beso apretado.

—Créeme, por favor. Te lo ruego —rogó desesperado.

Sin embargo, la mirada de Farah lucía perdida. Un desconsuelo la sobrecogió, cubrió su rostro y lloró.

—¿Hasta cuándo fue una actuación y cuándo empezó a ser real? —preguntó entre sollozos—. ¿Usaste a Basti para acercarte a mí? Así se conquista a una madre soltera, ¿cierto? Tú lo sabes. Conoces todo lo que se necesita para conquistar a una mujer.

Farah se levantó y caminó hasta la ventana. El cielo sobre la ciudad lucía nublado, al igual que el aire en la habitació. Miró el lago Michigan. Siempre le calmó ver el humo de las chimeneas perderse en el cielo de Chicago. Se imaginó volando en un silencio solitario que la alejaba de todo ese desastre.

—Creo que conozco una parte de ti, Rhett —continuó, perdida en la vista—. Ya te imagino confiado en que me conquistarías. Siempre has sido muy seguro de ti mismo. —Ladeó una lastimera sonrisa de expresión acongojada, los más tristes—. Y… En algún momento, pasó algo que no tenías previsto: Te enamoraste.

—Mi amo… —intentó hablar.

—Conoces mi historia, Pearce —lo interrumpió. Hace años que nadie le decía así, ese nombre lo desajustó, pero Farah lo dijo a propósito—. ¿Cómo pudiste continuar si conocías mi historia? Todo lo que viví y lo aterrada que estaba. Sin tu venganza, tal vez habríamos sido solo amigos; porque a ti no te gustan las gordas, y no soy el tipo de mujer para ti. Ya lo entiendo todo…

Rhett negó con la cabeza.

—No. No es así…

Se levantó y se acercó hacia ella, pero Farah se acercó más a la ventana y ella para no darle paso. No quería que la viera así ni deseaba verlo.

—¿Y qué querías? ¿Qué necesitas para que se cumpla tu venganza? ¿Destruir a mi padre? ¿Arruinar su bufete? Necesitabas más acciones. Ya tenías unas cuantas, pero con las mías serías el socio mayoritario cuando mi anciano padre muriera, porque soy su única heredera.

Farah era inteligente, y sí, dedujo el plan de su esposo. Mas él la dejó hablar.

—Sé quién es mi padre y conozco lo que ha hecho. Y lo lamento tanto. Estoy segura de que hay muchos como tú por allí. Muchos que lo quieren ver muerto —sus labios temblaron—. Cuando papá ya no esté, te las daré. Es una promesa. Quizá si logras tu venganza, al fin seas libre, Pearce Makris —Al fin, Farah lo miró con compasión y negó con la cabeza. Las lágrimas corrieron por sus ojos al pestañear. Él nunca olvidaría la expresión de su mujer—. Algún día tiene que acabar eso. Me gustaría verte libre del pasado y de ese dolor, Rhett. Lo digo de corazón.




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