Entre ceja y ceja

Capítulo 52

IMPORTANTE: Este es el último capítulo que subiré aquí, mis bellas. Me veo forzada a dejar la novela hasta aquí en este lugar. Síganme en mis redes sociales si desean terminar de leerla. INSTAGRAM: @ruth_sabal. FACEBOOK: Ruth Sabal

Esa mañana, tan solo un par de minutos después de que Farah partiera, el timbre en el departamento de Erin sonó. Ella se asomó por la mirilla de la puerta, extrañada. Encontró a Max del otro lado, mirándola fijamente, casi como si pudiera verla a través de la madera.

—¿Max? No sabía que vendrías —dijo al abrir, sonriente y feliz de verlo.

—Hola, preciosa. ¿Puedo pasar?

Ella le permitió entrar. Se sentía nerviosa al estar a solas con él; porque con Max todas las fantasías pasaban a toda velocidad por su imaginación.

Él la rodeó por la cintura con ambos brazos, la acercó tiernamente y dejó en un apretado beso sobre sus labios. Después, caminó hasta la cocina, se sirvió un vaso de agua que bebió con rapidez, como si estuviera sediento.

—¿Estás bien?

Max tragó grueso, asintiendo. Lucía nervioso. Se dejó caer en el sofá, y cuando Erin se sentó junto a él con curiosidad, se levantó con apuro.

—Es que… Me urge hablarte —dijo él, frotando una mano contra la otra. Pues después de la advertencia, que Rhett no tardó en informar. Decidió hablar con sinceridad.

—Me parece que las revelaciones de Rhett afectaron a alguien más que Farah. Anoche vino sin aviso y estaba tan triste —miró al suelo, recordando—. Y ahora tú… ¿Está todo bien?

—Quiero pensar que sí, o al menos, que lo estará.

Tomó a Erin de la mano y la dirigió al sofá en la sala. Se sentó frente a ella. Pasó ambas manos sobre su cabello, luego su rostro, tragó grueso, y finalmente se atrevió a confesar cada detalle del plan de Rhett en el que participó, no omitió ningún detalle ni siquiera el contrato a Duncan.

La mira cristalizada de Erin reveló una profunda decepción mezclada con confusión.

—Entonces… Ese día en el café… —comentó con un hilo de voz.

—Las seguí, a ti y a Farah. Te vi entrar y sentarte en esa pequeña mesa. Me acerqué porque era mi misión.

—Solo por eso lo hiciste —sus labios vibraron, conteniendo algo. Su entrecejo mostró una expresión endurecida que solo escondía un gran dolor.

Max intentó aclarar, pero ella no lo dejó hablar.

—Eres igual que Rhett… Todo lo hacen con un fin: manipulan, engañan.

—Sí, nos parecemos mucho. No daré excusas, preciosa, ni te mentiré más. —Tomó las manos de Erin entre las suyas—. Ese día en el café… Fue lo mejor que me pudo pasar.

La mirada de Erin lucía perdida. Estaba absorta en pensamientos. Pensamientos tristes por una realidad que no esperó.

Él tomó su barbilla con dulzura, e hizo que lo mirara.

—Perdóname, Erin. No sé cuándo se volvió verdad, pero soy capaz de darme cuenta de que ahora lo es. Te quiero.

Erin cambió el tema. Ese “te quiero” fue como sal en el agua.

—A Farah le han llegado fotos de Rhett, y a mí de ti. Te ves feliz, Max, como si estuvieras en tu mejor momento con esas mujeres hermosas. —Una lágrima corrió por su mejilla, mas la limpió rápido—. Estoy convencida de que tengo mala suerte —sonrió en miedo del llanto, mostrando una rara mezcla de sentimientos.

—No lo veo así, mi amor — acarició su mejilla—. Creo que somos afortunados. Nos encontramos y podemos estar juntos. Esas imágenes son mentiras. Mentiras que se repitió un idiota que creía que no había algo mejor. Y de pronto, te descubrí, chica cactus —esbozó su más bonita sonrisa—. Resultó que sí existía algo mucho mejor… Tú.

—¿Y eso también te lo aprendiste? ¿A cuántas más se lo has dicho?

—A nadie… Nunca le he dicho algo así a alguien, Erin. Tienes que creerme.

Ella se levantó, caminó a una iluminada ventana y se perdió en pensamientos. Una parte de ella deseó no existir, tampoco haber conocido a Max, menos sentir esa presión en el pecho y el dolor en la garganta conteniendo las ganas de llorar. Todos sus temores de siempre regresaron sin compasión y, como si la rodearan, mofándose, se sintió de nuevo abandonada.

Un abrazo de Max la sacó de su doliente abstracción de ojos cerrados.

—No te pido que lo aceptes ahora ni que me creas, pero solo te ruego que me des una oportunidad de demostrarte que esto que siento por ti es real —la habló suave al oído.

—¿Cómo es posible que hayan traído a Duncan de regreso a la vida de Farah? ¿No les importó todo lo que eso podría generarle? ¿Acaso pensaron en el niño en algún momento?

—Sí. Siempre me pareció que no debimos hacerlo. Pero no estamos acostumbrados a esperar ni confiar, menos dejar algo al azar; ahora entendemos que no estuvo bien.

Erin pasó ambas por su rostro, agotada. La noche con Farah no fue fácil, verla tan triste la afectó de alguna forma y, ahora, ella estaba igual.

—Me extraña que Farah no me dijera nada sobre lo de Duncan. ¿Rhett se lo dijo?




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