Ayla
Es maravillosa la manera en la que todo lo que llevabas perfectamente estructurado se va a la verga con la más mínima acción. Algunos lo llaman efecto mariposa.
Pero en estos momentos solo puedo pensar en que fallé, que me faltó para que él se quedara a mi lado y no me cambiara por la primera que se le apareció. Es horrible ver como tu prometido, la persona en la que confiaste durante tres años, lance toda una relación por la borda por un lío de una noche.
—Eric, me dejó —sollozo en los brazos de Celeste, mi mejor amiga—. Me dejó por la rata inmunda de Aurea Hart. No entiendo ¿Qué fue lo que hice mal?
Cece, con su habitual optimismo, me dio una palmada en la espalda.
—Nada, mi amor. Absolutamente nada. Él es el que falló, el que no supo apreciar una joya como tú. Aurea es solo un espejismo, una distracción. Tú eres la sustancia, la mujer que lo tenía todo.
Sus palabras, aunque reconfortantes, no lograban llenar el vacío que Eric había dejado. La imagen de él, en esa cama con Aurea, se repetía en mi mente como un disco rayado. ¿Había alguna señal que no logré ver? ¿Algún indicio que me hubiera advertido de su infidelidad?
—Necesito tiempo —susurré, mirando por la ventana la lluvia que caía incesante, como mis lágrimas.
—Tiempo tendrás, pero primero, ¡vamos a hacer algo! —exclamó Cece, saltando de la silla—. ¿Qué te parece una noche de chicas? Películas, pizza, y mucho helado. Necesitas distraerte, y yo sé cómo hacerlo.
—Eso suena bien.
Aunque la idea de reír y disfrutar me parece una traición al dolor que estoy sintiendo.
Ella no se dio por vencida. En un abrir y cerrar de ojos, transformó nuestro pequeño apartamento en un refugio de colores brillantes y risas. Las luces del árbol de Navidad parpadean suavemente, creando un ambiente acogedor.
—Esta noche vas a escoger la película que tu quieras.
Y ahí está el problema, soy muy indecisa y casi siempre termino viendo lo mismo. Es que es un poco extraño escoger una película nueva y no saber si te va a gustar o si la vas a odiar.
Al final decido hacer un maratón de las películas que más amo y que ya me he visto mil veces pero siento que son como una curita en mi ya agrietado corazón: todas las películas de Barbie.
Mientras la pizza crujía en el horno, Cece comenzó a sacar los helados del congelador. Ella tiene una habilidad especial para hacer que cada momento se sienta como una celebración, incluso en medio del caos.
—Voy a buscar algo para que te rías —dijo mientras se dirigía a su habitación. Al regresar, tenía en sus manos un disfraz ridículo de unicornio.
—Póntelo —exclamó desbordando energía—. Necesitamos algo de magia en esta noche.
Me reí a pesar de mí misma. Es demasiado imposible resistirse a su entusiasmo contagioso. Con un suspiro resignado, me coloqué el disfraz y nos tomamos fotos ridículas, cada una peor que la anterior.
Después de varias películas y muchas risas, el ambiente se tornó más serio. La risa se convirtió en silencio reflexivo y miradas cómplices.
—Ayla, sé que esto duele —dijo Celeste con voz suave—, pero quiero que pienses en esto como una oportunidad. Una puerta que se cierra, pero otra se abre.
La idea me hizo temblar. ¿Realmente existía una puerta abierta? ¿Qué podría haber al otro lado?
—No estoy lista para eso —admití—. Solo quiero entender por qué pasó todo esto.
—Y lo entenderás. Pero por ahora, solo concéntrate en ti misma. Haz lo que te haga feliz. Viaja, estudia algo nuevo hazte un cambio de look si quieres.
Su entusiasmo era contagioso nuevamente, y aunque sentía que mi mundo estaba destrozado, había algo reconfortante en saber que no estaba sola.
—Quizás... puedo hacerle algo diferente a mi cabello.
Cece sonríe ampliamente, con esa chispa traviesa que siempre la caracteriza.
—¡Eso es! Pero primero tienes que dejar ir a Eric completamente. Este es tu momento para brillar sin él.