Al amanecer del día siguiente, el palacio celestial se llenó de una energía vibrante y expectante. Los elegidos se preparaban para el evento crucial que determinaría sus habilidades en el torneo. Aria, con una mezcla de determinación y nerviosismo, se alistó y se dirigió para enfrentar esta nueva etapa de su viaje, consciente de que el destino de muchos dependía de su actuación.
Aria se dirigió al majestuoso salón donde se llevaría a cabo la ceremonia, su mente llena de preguntas y su corazón latiendo con fuerza. Los pasillos estaban llenos de una luz dorada, y cada paso la acercaba más a su destino.
El salón resonaba con un silencio solemne mientras los elegidos esperaban su turno frente a la copa que contenía los papeles con los dones divinos. La presencia imponente de Buda, el único dios imparcial en la ceremonia, llenaba el ambiente con una calma serena. Los elegidos se alineaban según su edad, Owen Drake, el de mayor edad y presencia imponente, se destacaba entre los demás con su musculatura bien definida y su cabello blanco que le confería un aire de sabiduría y autoridad.
Con un gesto de Buda, Owen fue el primero en acercarse a la copa. Extendió la mano con confianza y extrajo un papelito. En él, estaba escrito el poder que le había sido asignado; "Caosquinesis". Owen asintió con una ligera sonrisa de satisfacción mientras guardaba el papel en su bolsillo, consciente de la responsabilidad y el potencial que este don le confería en el torneo.
Uno a uno, los elegidos siguieron el ejemplo de Owen, seleccionando sus dones con expectativa y cautela. La copa se vaciaba lentamente mientras cada participante descubría el poder que les había sido otorgado por los dioses. Entre ellos, Aria Tigralis, quien había recibido el poder del robo y del engaño, un don poderoso y poco común que despertó la atención de los dioses presentes.
Zeus y los demás dioses observaban con seriedad y respeto mientras cada elegido tomaba su decisión. Sabían que estos dones no solo definirían las habilidades de los participantes, sino que también influirían profundamente en el desarrollo del torneo y en el destino de los reinos.
Al finalizar la ceremonia, cada elegido recibió una lista con los poderes asignados, pero sin la identificación de quién poseía cada don. El anonimato era crucial para evitar cualquier tipo de favoritismo o prejuicio entre los participantes. Solo los dioses conocían la verdadera distribución de los dones, guardando celosamente esa información bajo las reglas estrictas del torneo.
Con solemnidad, los elegidos fueron escoltados a sus respectivos aposentos junto con sus mentores. El ambiente en el palacio celestial se llenaba de un aire de anticipación mientras se preparaban para los desafíos que les aguardaban.
Aria caminaba al lado de Zeus, sintiendo una mezcla de emociones. Su mente estaba llena de preguntas y dudas acerca del poder que había recibido. Mientras entraban en la habitación asignada, Aria decidió expresar sus inquietudes.
—Zeus, tengo que hablar contigo —dijo Aria, su voz reflejando la confusión y la preocupación que sentía.
Zeus se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sabiduría y autoridad. —Claro, Aria. ¿Qué te preocupa?
Aria tomó aire profundamente antes de responder. —Es sobre el poder que me tocó, el del robo y el engaño. No me siento cómoda con la idea de usar el engaño para ganar. Siempre he sido una persona honesta, y no quiero ser una mala persona solo para triunfar en este torneo. No entiendo por qué me tocó un poder así.
Zeus la miró con una expresión comprensiva, pero firme. —Entiendo tus preocupaciones, Aria. Sin embargo, debes saber que cada poder tiene su propósito y utilidad. El poder del robo y el engaño no es necesariamente maligno. Puede ser usado de manera estratégica para protegerte y para descubrir los puntos débiles de tus adversarios. En el contexto del torneo, tus habilidades pueden ser la clave para tu supervivencia y éxito.
Aria frunció el ceño, todavía dudosa. —Pero, ¿cómo puedo usar un poder así sin traicionar mis principios? No quiero convertirme en alguien que no soy.
Zeus se acercó a ella, colocando una mano en su hombro. —Aria, ser elegido por los dioses no es solo un honor, es una responsabilidad. El destino de muchos reinos depende del resultado de este torneo. A veces, tenemos que hacer sacrificios y tomar decisiones difíciles por el bien mayor. No se trata de perder tu esencia, sino de adaptarte a las circunstancias para cumplir con tu deber.
Aria asintió lentamente, todavía sin estar completamente convencida, pero comprendiendo la magnitud de la situación. —Lo haré, Zeus. Pero no prometo que me sentiré bien al respecto. Solo espero poder encontrar una manera de usar este poder que no traicione quien soy.
Zeus sonrió, satisfecho con su respuesta. —Esa es la actitud correcta, Aria. Confío en que encontrarás un equilibrio. Eres más fuerte de lo que crees y tienes un potencial inmenso. Utiliza tu inteligencia y tu valentía, y encontrarás la manera de honrar tus principios mientras enfrentas los desafíos que se avecinan.
Aria suspiró, sintiendo una mezcla de alivio y persistente inquietud. —Gracias, Zeus. Haré todo lo posible por estar a la altura de las expectativas.
Zeus asintió y se dirigió hacia la puerta. —Descansa bien, Aria. Mañana será un día crucial. La ceremonia pública marcará el inicio de tu entrenamiento y preparación intensiva para el torneo. Estaré contigo en cada paso del camino.
Con esas palabras, Zeus salió de la habitación, dejando a Aria sola con sus pensamientos. Se tumbó en la cama, tratando de procesar todo lo que había ocurrido. Sabía que el camino por delante sería difícil y lleno de desafíos, pero estaba decidida a enfrentar cada prueba con valentía y determinación.
La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, bañando la habitación en un resplandor suave y tranquilizador. Aria cerró los ojos, sabiendo que necesitaría toda la fuerza y el coraje que pudiera reunir para lo que estaba por venir. Con un último suspiro, se permitió caer en un sueño inquieto, preparándose para el día crucial que le esperaba.