"Entre luces y sombras, el baile revela más de lo que las palabras pueden ocultar."
Dos días de entrenamiento intensivo habían preparado a los elegidos para el momento crucial, la Prueba Especial.
En una sala grandiosa, cada uno recibió un antiguo libro encuadernado en cuero, prometiendo desvelar los secretos de sus poderes recién descubiertos. Los corazones latían con anticipación mientras los elegidos eran conducidos a sus habitaciones individuales, donde podrían explorar sus habilidades sin ser observados por los demás.
Aria se encontraba absorta en los susurros del viento que comenzaba a controlar, concentrándose en cada vibración que resonaba en su ser. Sentía una mezcla de emoción y temor mientras exploraba las posibilidades de su poder, cuestionando cómo podría utilizarlo en el inminente torneo. —¿Seré capaz de controlarlo bajo presión? ¿Podré proteger a mis amigos?—, se preguntaba. La soledad de su habitación le permitía reflexionar sin distracciones, aunque también intensificaba sus dudas y temores.
En otra habitación, Milo Radiant, con su mirada penetrante, exploraba la profundidad de su don de control mental, tratando de entender los límites de su capacidad. Laurent Minuit, en su propia habitación, experimentaba con la transformación, adoptando formas místicas y adquiriendo habilidades sobrenaturales, aislado de miradas curiosas.
El día avanzaba lentamente mientras cada elegido trabajaba en sus poderes. Aria sentía una creciente presión en su pecho, una mezcla de responsabilidad y miedo al fracaso. Sin embargo, sabía que debía perseverar. —No puedo fallar—, se decía a sí misma. —Depende de mí.
A medida que el día llegaba a su fin y el sol se ponía, los elegidos fueron reunidos y conducidos a sus aposentos para prepararse para el banquete real. Aria, nerviosa y emocionada, eligió un vestido sencillo pero elegante, esperando no destacar demasiado. Sin embargo, su mente estaba en otra parte, preguntándose qué revelaría la noche.
El salón del banquete era impresionante, con candelabros brillando y mesas cubiertas de manjares exquisitos. Aria se movía entre los invitados, intercambiando saludos y pequeñas charlas. De repente, sintió una presencia a su lado. Era Difraal Maidoren, quien la saludó con una sonrisa encantadora.
—Buenas noches, Aria. ¿Te gustaría bailar? — preguntó Difraal, extendiendo una mano. Aria dudó por un momento, recordando la advertencia de Milo, pero la curiosidad y el encanto de Difraal la vencieron.
—Claro, me encantaría—,respondió ella, tomando su mano.
Mientras bailaban, Aria se dio cuenta de que Difraal no solo era un bailarín excepcional, sino también un conversador fascinante. Habló sobre sus impresiones del entrenamiento, sus esperanzas y sus miedos sobre el torneo. Aria, aunque cautivada, no pudo evitar sentir una ligera desconfianza. ¿Era todo esto una fachada? ¿Un juego de manipulación? Puesto que todos decían que el buscaba sobresalir por encima de todo, aunque también resonaba en su cabeza ¿Acaso todos podrán equivocados sobre él?
Después de que la música terminó, Milo se acercó rápidamente a Aria. —Ten mucho cuidado con Difraal—, le susurró con urgencia. —Dicen que es un apuesto mentiroso.— Aria asintió, agradecida por la advertencia de su amigo, aunque el misterio que rodeaba a Difraal solo aumentaba su fascinación, se repetía continuamente que nadie lo conocía realmente y solo podrían ser meras especulaciones sobre él.
La noche avanzó, y Aria entabló conversación con otros elegidos. Fue entonces cuando Elara Ivory se le acercó, su mirada fría y calculadora.
—Aria,— dijo Elara, su voz era un susurro helado. —Te voy a dar un consejo. Mantente alejada de Difraal.
Aria sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¿Por qué dices eso?— preguntó, tratando de mantener la compostura.
—Porque él me pertenece,— respondió Elara, dando un paso más cerca. —Difraal y yo tenemos una historia, una conexión que no puedes entender. Si sigues interfiriendo, te arrepentirás.
Aria sostuvo la mirada de Elara, sintiendo una mezcla de miedo y desafío. —No tengo intención de causar problemas, Elara. Solo intentaba conocer a alguien nuevo.
Elara sonrió, pero no era una sonrisa amigable. —Solo te advierto, Aria. Hay cosas que es mejor no tocar, aunque bueno, realmente tu no me preocupas, dudo mucho que el se fijaría en una niñita como tu.
En ese momento, Difraal apareció junto a ellas, su presencia imponiéndose suavemente entre las dos chicas. —Elara,
— dijo con voz firme, —eso es suficiente.
Elara se giró hacia Difraal, sorprendida y visiblemente molesta. —Difraal, no es asunto tuyo.
—Sí lo es,— replicó él, sus ojos fijos en los de Elara. —Aria no ha hecho nada para merecer tus amenazas. Ella tiene todo el derecho de hablar conmigo, o con quien ella quiera.
Elara apretó los labios, su rostro endureciéndose. —Esto no ha terminado,— advirtió antes de girarse y alejarse con pasos decididos.
Aria, aún un poco aturdida por el intercambio, miró a Difraal. —Gracias,— murmuró, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión.
Difraal sonrió, suavizando la tensión del momento. —No tienes nada que agradecer, Aria. Solo quería asegurarme de que estés bien. No dejes que Elara te intimide.
Aria asintió, sus pensamientos un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta. La advertencia de Elara y la intervención de Difraal solo servían para aumentar la intriga en torno a él. ¿Qué historia compartían realmente? ¿Y qué significaba todo esto para ella?
La confrontación dejó a Aria con una sensación de inquietud. Elara era claramente una rival peligrosa y determinada a mantener su control sobre Difraal. La advertencia solo servía para aumentar la intriga en torno a Difraal, y Aria se preguntaba cuál era la verdadera naturaleza de su relación.
Finalmente, el anuncio del inicio del famoso torneo resonó en la sala. Quedaba apenas un día y medio para que los elegidos demostraran sus habilidades en la competencia que decidiría su destino. Aria, aunque nerviosa, se sentía más decidida que nunca a enfrentar los desafíos que se avecinaban.