Entre dos mundos

Ámbar

Subo las escaleras, teniendo especial cuidado de que no estén cerca y puedan verme. Se que el ruido del lugar puede opacar cualquier otro sonido, sin embargo, prefiero no llevarme una desagradable sorpresa y ser tachada de chismosa - qué lo soy -.

Cuando llego al primer piso, me quedo al borde del final de las escaleras y asomo lentamente mi cabeza, esperando que no estén frente a mi y se desate una discusión, no se supone que debamos hacer esto siendo quienes brindamos el espacio para sus negocios.

— Sería mejor si dejaran de entrometerse en nuestros asuntos. – Suelta un hombre que rondará los 40 años, cabello negro y quebrado. Su complexión es más delgada que la de Gabriel pero, se puede notar por encima de su traje que hace ejercicio. Debe ser algún integrante cercano al jefe del grupo italiano, ya que está tomando la palabra y parece que no ha iniciado bien.

— Esperaba más bien, una plática cordial. Llegar a un acuerdo, creo que nuestros grupos pueden coexistir en este...

— ¡No hay lugar para dos aquí! Solo les vamos a dar una oportunidad, la toman o se atienen a las consecuencias. No todos gozan de este privilegio. – Se levanta Alessandro, quien está a cargo de la mafia italiana, mejor conocida como «Ancaduti».

Alessandro es un hombre joven, apenas tiene 32 años aunque aparenta 28 o menos, para algunas personas. Su cabello es completamente lacio, del mismo color que sus ojos ámbar, tez pálida y un cuerpo musculoso, no excesivo pero lo necesario para indicar que si te acercas lo suficiente, será de lo último que hagas. Lleva jeans negros, una camisa a juego con una corbata un tono más claro, bien colocada, junto con un chaleco rojo con diseños irregulares negros que se amolda a la perfección a su cuerpo. No es necesario decir, que pretendientes le sobran, a donde vaya, roba todas las miradas del lugar, ¿qué tan común son esos ojos y color de cabello?

— Creo que ambos sabemos el porqué lo haces, has perdido territorio y está en nuestro poder. – Me saca de mi contemplación las palabras del joven rubio que no se inmuta ante su rival.

— Y lo podemos recuperar fácilmente pero, te estamos permitiendo mover tus negocios a otro lugar, antes de que pasen a nosotros.

— No estoy interesado, haz lo que tengas que hacer. – Dice el joven rubio, dando media vuelta, dispuesto a dejar a Alessandro ahí plantado y eso, en ninguna circunstancia es bueno.

Alessandro se levanta, con una calma que me hace temer de lo que sucederá a continuación. Rodea lentamente la mesa donde se encuentran, con su mano derecha acariciando la superficie de la misma. Se coloca justo delante del joven rubio, el cual lo mira directamente a los ojos.

— Sabemos porqué están haciendo esto, quieren terminar con lo que no hicieron aquella vez. Sabes que esto no acabará nada bien, recuerda cómo terminaron los tuyos, Ariel– Le suelta con una tranquilidad desconcertante, solo haciendo énfasis en su nombre.

— Y sabes tan bien como nosotros, que perdieron más ustedes que nosotros. Podrías haber reducido nuestro número pero... jamás pudieron regresar y está vez, cortaremos de raíz todo. Nuevamente está aquí y se irán con... – se interrumpen sus palabras al sentir el puño de Alessandro en su mejilla. Los otros dos hombres que vienen con Ariel se posicionan a su lado.

Es en ese momento, noto que los ojos de Alessandro comienzan a brillar con una intensidad increíble. Las luces del lugar comienzan a parpadear y siento que la atmósfera se ha vuelto pesada, un olor intenso a quemado inunda mi nariz. Quiero estornudar por el intenso aroma, entre cierro mis ojos para poder contenerlo lo más que pueda pero creo me será imposible.

Bajo corriendo las escaleras, cruzando los dedos para que no me hayan escuchado. De pronto, cuando llego al final de las escaleras, choco contra una persona, su torso me hace rebotar y caer de nalgas contra el suelo.

—Qué entrada magistral has tenido. – La voz burlona de mi amigo podría reconocerla a kilómetros.

Me ayuda a levantarme mientras me sobo la nariz por el impacto. Dirijo mi mirada hacia la suya, la cual está observando por encima de mi, hacia lo alto de las escaleras. Nuevamente, con una intensidad que no había visto antes en él, parece que está furioso y buscando respuestas a preguntas que solo el conoce.

— ¿Qué andabas haciendo allá? – Me cuestiona, tomando mis hombros.

— Yo... solo quería comprobar que hubieran llegado al piso que les asignamos... – Estornudo sin poder contener más aquel olor que había percibido hace un instante.

— ¿Necesitabas tanto tiempo? Llevo buscándote un rato, sabes que no deberías estar husmeando... Si degenera la situación...

— ¡No estaba de chismosa! – Me lanza una mirada Gabriel, de esas que dicen: te conozco perfectamente — Bueno...un poco si, pero... No sé que pasó, huele horrible... a quemado pero no ví que se quemara algo.

— Ya... voy a revisar, tu quédate aquí, te anda buscando la amiga de Keila. – Me dice sin siquiera mirarme, haciéndome a un lado para subir por aquellas escaleras.

Dudo un momento si subir o no, temo que le pase algo a mi amigo. Al final, Roxana puede esperar. Subo lentamente las escaleras, pero conforme doy un paso, el olor se vuelve cada vez más insoportable. No sé cómo Gabriel pudo subir sin detenerse en el acto.

Me quedo a mitad de camino, no sé escuchan ruidos que indiquen que hay una pelea. Solo algunas voces pero no sé distinguen las palabras. Decido bajar y buscar a Roxana, no puedo soportar el olor de ahí arriba, de igual manera, no se escuchaba la situación muy tensa.




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