Entre El Amor Y El Odio

Año Nuevo

 

Me dejó de repente, no sabía que hacer. Me senté en un sofá y le esperé. Me di cuenta de que había mucha gente bailando y besando a sus acompañantes.

 

 Me entretuve con las publicaciones de Instagram para distraerme del entorno.

 

—¡Hola cariño! —Una mujer de unos treinta años se acercó a mí y me saludó.

 

—¡Hola! —sonreí.

 

—¿Has venido sola? —preguntó.

 

—No. He venido con mi novio, ha tenido que ausentarse un momento y le estoy esperando.

 

—Ah, bueno. Toma esto.

 

Me dio un trago y lo tomé de mala gana.

 

—¿Y tú? —Le pregunté.

 

—Mi marido se derramó una bebida encima. Fue al baño. Te vi sentada sola y por eso me acerqué —Dijo ella.

 

Al rato un hombre se acercó a nosotras.

 

—Hola cariño—. La saludó y le dio un beso en los labios. —Hey —ella sonrió mirándolo.

 

—Mi hombre vino —se sonrojó.

 

—Vamos nena. Vamos a bailar —tiró de ella.

 

—Ella está sola. Nos quedaremos con ella hasta que llegue su hombre —lo quiso convencer.

 

—No, no. Estoy bien, gracias. Por favor, vayan y disfruten —le agradecí.

 

—¿Estás segura? Pareces nerviosa, cariño.

 

—No, muy amable de su parte, señora. Pero yo estoy bien, mira a tu marido. Sus ojos están suplicando un baile —sonreí.

 

—Oh, sí, lo siento mucho —se disculpó por dejarme sola y se fue con su marido.

 

En cuanto se hubo alejado de mí, vertí el vino en un fregadero porque no bebo. 

 

—Siento haberlo servido señora — murmuré.

 

La vi bailando y riendo con él. Sonreí mirándolos. Quería tener con Tyson una relación como la de ellos, para siempre.

 

 Hacía unos minutos estaba conmigo bailando y riendo, y de un momento me había dejado sola. ¿Dónde se había metido? Eran las 11:30 y todavía no aparecía. Me puse nerviosa cuando noté que unos cuantos chicos me miraban desde la distancia y el miedo se apoderó de mi cuerpo.

 

Le envié un mensaje de texto: ¿Dónde estás?

 

No me contestó. Me sentí tensa y le llamé. Pero no contestó a mi llamada. Tuve miedo y empecé a caminar. Busqué en muchas habitaciones, pero seguía sin encontrarlo. Pregunté a mucha personas por él, pero nadie lo había visto. Se hicieron las 11.45. Me sentía muy triste y deprimida. Salí del edificio y le pregunté a un anciano.

 

—Hola señor. ¿Lo ha visto? —pregunté  mostrando la foto de Ty. 

 

—Sí. Lo vi yendo a la calle de atrás hace solo unos minutos.

 

—Muchas gracias —respondí y crucé el callejón. 

 

Mientras lo buscaba, me topé con alguien. Debido al duro cuerpo de esa persona perdí el equilibrio y me tambaleé, cerré los ojos cayendo que iba a terminar en el suelo. Pero para mi sorpresa, no me caí sino que sentí como si flotara en el aire. Abrí los ojos y vi a alguien muy atractivo delante de mí. 

 

—¡Hola! —me saludó. Su voz era un poco ronca y pude sentir un acento británico ligeramente sexy. 

 

Me percaté de que no había caído porque me tenía sujeta por la cintura. Me enderecé para verlo claramente. Era mucho más alto que Ty. Probablemente 1,90. Tenía el pelo negro, las pupilas oscuras y profundas. La una mandíbula tan perfecta, unas facciones que podía robar el corazón de cualquier chica.

 

 Llevaba una camisa blanca abotonada y perfectamente remangada a la vez que metida por dentro del pantalón. Sus dos botones superiores estaban desabrochados, lo que revelaba su musculoso pecho. Parecía intimidante y percibí un aura peligrosa. Me resultó familiar, así que me quedé mirándolo.

 

—¿Admirándome? Aunque no es ninguna novedad —mencionó chasqueando los dedos frente a mis ojos.

 

—No, pero creo que te conozco de alguna parte —mascullé.

 

—¿Qué hace una chica tan guapa sola en este rincón tan oscuro? —sonrió mirándome a los ojos.

 

Avanzó hacia mí y se inclinó hacia delante.

 

—No debes deambular así porque hay mucha gente como yo por aquí. Ten cuidado —me susurró al oído.

 

—Yo… estoy buscando a mi novio. Me dejó en el Gran Salón.

 

—¿Te dejó? ¿Por qué? ¿Rechazaste su beso? —recalcó la última palabra mirando mis labios.

 

Me burlé escuchándolo.

 

—¿Lo has visto? —indagué mostrándole la foto de Ty. Sus ojos se entrecerraron observándome con desconfianza. —¿Pasa algo? —pregunté.

 

Su teléfono sonó y se alejó inmediatamente de mí. Me sentí confundida con su comportamiento. Me di la vuelta y lo vi. Se volvió hacia mí mientras hablaba por teléfono.

 

—Por cierto, feliz año nuevo, amor —dijo.

 

Las campanadas me hicieron saber que eran las 12. Él volteó y siguió hablando por teléfono y se fue del lugar. Continué caminando hacia adelante en busca de Tyson. Lo vi tirado en el camino con las piernas acodadas al pecho y gimiendo de dolor. Se me nubló la vista al verlo así e inmediatamente corrí hacia él.

 

—¿Qué ha pasado? —me arrodillé sin poder evitar más lágrimas que escaparon de mis ojos.

 

Su camisa estaba destrozada y llena de sangre. Vi moratones en su cara y salpicaduras de sangre por todas partes. Cogí su cabeza en mi regazo y lloré. Llamé a una ambulancia y grité pidiendo ayuda. Pero nadie escuchó mis gritos, salvo la oscuridad. Mi cuerpo se estremeció y mis piernas temblaban al ver su estado. 

 

—No. No. No te pasa nada. Quédate conmigo —le rogué. —No lo hagas.  No cierres los ojos, Ty. Por favor. Por favor —supliqué.

 

Me alivié un poco cuando escuché los sonidos de la ambulancia. Gracias a Dios  llegó antes de lo que esperaba. Las enfermeras lo colocaron en la camilla y luego lo llevaron adentro y me senté a su lado. Recé a Dios y sollocé hasta que me quedé sin lágrimas. Mientras cruzábamos la calle, vi que se acercaba otra ambulancia. Sospeché que le había pasado algo a alguien más. Le rogué a Dios que también salvara a esa persona. Crucé los dedos y recé. Llegamos al hospital y llevaron la camilla a la sala de urgencias. Me quedé en la sala se espera y recé por su recuperación.




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