Entre El Amor Y El Odio

¿Ian?

 

—Hola, señora. Señora.

 

Una enfermera me dio una palmadita en el hombro y me desperté. Eran las 7 de la mañana. Me había quedado dormida en el hospital, no sabía que tenía la capacidad de dormir en una silla, hasta ese momento.

 

—Sí.

 

—Señora, está preguntando por usted. Debe ir a verle.

 

Nada más escuchar sus palabras, salí disparada y entré tome asiento a su lado y suspiré.

 

—Hola. ¿Cómo estás?

 

—Ahora mucho mejor. Siento haberte abandonado anoche —Dijo tímidamente.

 

—No. No. ¿Qué pasó anoche? Sabes que cuando te vi temblé y no pude…

 

—No te preocupes. Estoy bien —me acarició la mano.

 

—¿Qué pasó anoche? —le pregunté. 

 

—Nada. Olvídate de eso.

 

—Pero…

 

—Debes estar cansada. Ve a casa y refréscate. 

 

—No. Estoy bien. Cuéntame.

 

—Escúchame. Vete. Te explicaré más tarde.

 

Asentí y salí de la habitación. Cómo su coche se había quedado en ese sitio, tuve que coger un taxi para volver a casa.

 

Abrí la puerta de mi casa y entré. Pensé en dormir un rato, pero no pude ya que mi mente no dejaba de pensar en lo que le había sucedido a Ty. Pero mis párpados pasaban debido a todo el cansancio y me quedé dormida. 

 

—¡Mamá! ¡Papá! Por favor, no te vayas.

 

Agarré sus manos con fuerza y lloré. 

 

—No, cariño. Debemos irnos. Nuestro tiempo ha terminado. Debemos ir al cielo.

 

—¿Cuándo vas a volver? —me aferré agarrándola con fuerza.

 

—No lo haremos. Después de tener una buena y larga vida, vendrás con nosotros. Nos reuniremos allí. Sé fuerte, cariño.

 

—No. No. Por favor. Es mi culpa. Lo siento —lloré.

 

—No. Esto no es tu culpa.

 

—Mamá. Papá. Por favor.

 

—Adiós, cariño.

 

Soltaron mi mano y se desvanecieron en el aire.

 

—No—. Me desperté de repente y mis ojos se llenaron de lágrimas. Me cubrí la cara con las manos y sollocé. 

 

—Lo siento, mamá. Lo siento papá.

 

Lloré y me levanté de la cama. Fui al baño a refrescarme. Me vestí con una camiseta y unos vaqueros. Mi estómago rugió, ya que no había comido nada desde la noche anterior, así que fui a la cocina a comer. Me serví un vaso de leche y avena. Me lo comí y preparé sándwiches y café para Tyson. Me serví el café en botella de filtro y empaqué los sándwiches. Oí que alguien llamaba a la puerta y avancé para abrir. Me quedé sorprendida por un segundo; era él. El famoso multimillonario. ¿Qué estaba haciendo aquí?

Chasqueó los dedos delante de mi cara como la vez anterior.

 

—¿Admirándome otra vez?

 

No pronuncié ninguna palabra. Me quedé quieta mirándole.

 

—¿Puedo entrar?

 

¿Debía permitirlo? ¿O no? Pero, ¿por qué había venido?

 

Le hice un gesto para que entrara. 

 

—¿Sr. Williams? ¿Qué está haciendo aquí?

 

—Parece que ahora te acuerdas de mí. — Sonrió.

 

—Sí. Pero…

 

—Llámame Ian —dijo.

 

¿En serio? ¿Ian? No. No podía llamarlo por su nombre de pila. Nadie lo llamaba así, al menos que yo supiera.

 

—No. Sr. Williams. Eso es… quiero decir…

 

—Si me llamas Ian, obtendrás todas las respuestas.

 

—De acuerdo, Sr. Ian. ¿Por qué ha venido?

 

—Oh, vamos, amor. Sólo Ian.

 

—Bien. Ian. Ahora cuéntame.

 

—He venido a conocerte.

 

—¿Conocerme? ¿Pero por qué? ¿Cómo sabías dónde vivo?

 

—¡No se alarmes! Tómese un respiro Srta. Elizabeth Summers”.

 

¿En serio? ¿Mi nombre? ¿Cómo lo sabía? Me quedé en shock en tanto mil cosas rondaban por mi cabeza.

 

—Tengo muchos contactos y fue fácil averiguar datos sobre ti.

 

—Por supuesto. ¿Podría hablarme del propósito de su visita? —le pregunté.

 

Dio un paso hacia mí y yo retrocedí al instante. Mi corazón palpitó por un segundo con su cercanía.

 

—¿Me tienes miedo, amor? —esbozó una sonrisa.

 

—¿Por qué iba a tenerlo? Ahora responde a mis preguntas —levanté una ceja.

 

—Bueno, anoche tuve un encuentro con un imbécil. Cogí su móvil jurando que volvería. Pero él no está en condiciones de cogerlo ni de darme las gracias. Así que decidí visitar a su novia y devolvérselo. Así qué aquí estoy.

 

Sacó el móvil y me lo entregó. 

En ese momento no lo entendí claramente, pero de repente me vino a la cabeza. ¿Es él? ¿Es él quien le hizo eso a Tyson? Por supuesto que lo era. Venía de de la misma dirección donde estaba tirado Ty.

 

—¿Tú le hiciste eso? —pregunté con rabia. 

 

—Aunque no me interesa presumir de mis logros, debo admitirlo; sí, fui yo. Pero mis hombres son quienes se llevan   los méritos, porque yo tengo una reputación que conservar.

 

Me enfadé con sus palabras y levanté la mano para golpearlo. Pero él me tomó del brazo llevándolo a mi espalda.

 

—¿Crees que vas a pegarme, amor? —me susurró al oído. 

 

—Déjame —exigí con rabia.

 

Liberó mi brazo y dio un paso atrás. Levantó las manos en señal de rendición.

 

—¿Por qué demonios le hiciste eso? Eres un imbécil arrogante. ¿Y por qué has venido aquí? —reclamé molesta.

 

—Creo que tienes un poder magnético, amor. Me siento muy atraído por ti, aunque eso no es lo más importante, la razón principal es; ¿tienes algo para mí? 

 

Me quedé perplejo con su frase.

 

—Creo que estás demente.

 

—¿En serio? —acortó la distancia.

 

—Considero que una persona que suelta incoherencias sin dar explicaciones a los demás para entender, definitivamente es porque no está bien de la cabeza.

 

—No tienes nada. Fue lo pensé cuando te conocí anoche. Pero mi mente no dejaba de preguntarse ¿qué pasa si lo eres? —frunció el ceño—. Mente estúpida —murmuró para sí mismo. 




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