Entre El Amor Y El Odio

Otro idiota

(POV de Elizabeth)

 

Ocupé los días en la cafetería y por las mañanas visitaba Ty, estaba mucho mejor, ya se ponía de pie y caminaba sin problema.

 

Seguí revisando mis correos electrónicos buscando cualquier respuesta de la universidad para la cual me postulé. Era una privada de alto nivel y mucha gente de distintos lugares la solicita. Aunque empezaba en verano, las admisiones se abrieron en Navidad. Aparte de todo eso, siempre pensaba en el Sr. Arrogante y en la forma de darle una lección. 

 

—¿Liz? ¿En qué estás pensando? —Sean me dio una palmadita en el hombro. 

 

En ese momento, estaba en la sala de trabajadores de la cafetería. Mi turno había terminado y estaba a punto de irme.

 

—En un imbécil arrogante —balbuceé. 

 

—Qué?

 

—Um… Nada. Cuéntame.

 

—Tu móvil está sonando. ¿No lo oyes?

 

—Mierda.

 

Era Ty, descolgué el teléfono para responder.

 

—¡Hola, Ty!

 

—¡Hola, Lizzy! Tráeme algo de beber cuando vengas.

 

—¿Bebida? De ninguna manera, Ty. No lo haré. Todavía estás en el hospital y pidiendo una bebida. Qué descuidado eres —lo reprendí.

 

—Genial. Genial Lizzy. Te juro que tengo mucha sed de Vino y Whisky, pero no estoy pidiendo eso. Me refería a una bebida fresca o un refresco o algo así.

 

—Oh, lo siento. Sí, ya te traigo uno —dije y corté la llamada.

 

«¡Diablos, Elizabeth! Eres la reina en sacar conclusiones precipitadas».

 

Me regañé mentalmente mientras me dirigía a mi casa. Almorcé y luego fui a la tienda a comprar una bebida. Llegué al hospital después de un rato y vi a Ty sentado en la cama, leyendo una revista. 

 

—¡Hola, Ty!

 

—¿Dónde está mi bebida? —preguntó mirando mi bolsa.

 

—¡Vaya! Ni siquiera has dicho ‘Ey, Lizzy’, parece que solo me quieres por el refresco —arqueé una ceja.

 

—¡Dios! ¡Hola, Lizzy! Buenas tardes. ¿Puedo tomar mi bebida ahora? Por favor.

 

Me reí de su respuesta y le di su refresco. Me senté en la silla a su lado y lo observé beber como un niño pequeño. Era tan lindo. 

 

—Eres tan mono —le pellizqué las mejillas. 

 

—¡Ay! No soy guapo. Soy sexy—. Me guiñó un ojo

 

—No, eres guapo.

 

—Dije sexy.

 

—No…

 

—No…

 

Discutimos durante un minuto y guardamos silencio. 

 

—Está bien. Soy guapo, ¿contenta? —Dijo mientras bebía. 

 

—¡Sí! He ganado —grité celebrando mi victoria.

 

—Puedo perder cada vez para quieras ganar —sonrió.  

 

Cogí su mano y la besé. Hablamos y nos reímos por un rato.

 

—¿Obtuviste alguna respuesta de la universidad? —preguntó. 

 

—No, todavía no. Puede que tengan muchas solicitudes. Creo que lleva tiempo.

 

—¿Por qué quieres estudiar más? Te han ofrecido un sueldo alto en una empresa. ¿Por qué no te apuntas?

 

—Todas las empresas me ofrecen dos o tres años de bono. Quiero estudiar más, Ty. No quiero terminar mi vida universitaria. Además, no tengo responsabilidades ya que no tengo a nadie.

 

—Me tienes a mí —me recordó.

 

Sonreí mirándole. 

 

—Tienes que descansar, yo me tengo que ir. —Le dije. 

 

—Sí. ¡Oye, Liz! Mi coche sigue en el Gran Salón. Si tienes algo de tiempo podrías ir a por él.

 

—Sí, sin problema. La llave del coche está conmigo. La enfermera me dio tus pertenencias cuando te ingresaron aquí.

 

—Toma el pase de entrada. No lo olvides.

 

—Claro —sonreí y me despedí.

 

Eran las cuatro de la tarde. Llegué a la casa. Me senté en el sofá durante unos minutos y me relajé. Miré el álbum de mi familia y lo abracé con fuerza. 

 

—Os echo de menos a los dos—. Se me escapó una única lágrima. 

 

Fui a mi dormitorio y dormí un rato. En cuanto me desperté acudí al baño, me refresqué y salí. Vi las llaves del coche sobre la mesa. Decidí ir, ya que no tenía tareas pendientes, así que pedí un taxi, el cual llegó en pocos minutos. Guardé las llaves, tomé el pase de entrada y salí corriendo de la casa. Llegué al vestíbulo después de una hora. Me paré frente a la puerta me quedé mirando el edificio. 

 

—Nunca pensé que volvería a visitarte —murmuré.

 

Me dirigí a la verja y mientras entraba, los guardias de seguridad me detuvieron.

 

—No puedes entrar —me advirtieron.

 

—Tengo un pase de entrada —manifesté mostrando el pase. 

 

—No, eso solo era válido para el evento de Año Nuevo. Si quieres entrar, tienes que venir con los bolsillos llenos.

 

Antes de que dijera nada, oí una voz por detrás.

 

—Vino con Ian Cruz Williams. ¿Es suficiente?

 

Me giré y vi al Sr. Arrogante apoyado en el capó de su coche. En cuanto los guardias escucharon su voz, lo saludaron. 

 

—Puede entrar, señora. Siento haberla molestado—. Se disculparon los guardias y abrieron la puerta. 

 

No. No quería su ayuda. No debería entrar. Una parte de mí se negaba.

No debía aceptar nada que viniera de él. Todo lo que había sucedido era por su culpa. De no haber golpeado a Ty, el coche no se habría quedado allí. Me convencí y entré. 

 

Avancé hacía la zona donde habíamos dejado el vehículo.

 

—¿Qué estás haciendo aquí, amor? — preguntó Ian desde atrás. 

 

Le eché una mirada pero no respondí. Continué mi camino.  Me agarró del brazo y me hizo girar hacia él.

 

—Te estoy preguntando algo. No seas grosera y responde a mi maldita pregunta —tensó la mandíbula.

 

Lo miré fijamente con rabia.

 

—Déjame —murmuré con severidad.

 

Me miró a los ojos y sonrió de forma malvada. 

 

—¡Oh! ¿Estoy asistiendo un drama de amor? —alguien preguntó de manera sarcástica.




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