Entre El Amor Y El Odio

Se lo debo

¡Dios! Todos en ese Salón estaban locos. Llegué a la plaza de aparcamiento. Me dirigí al coche y lo desbloqueé. Cuando estaba a punto de entrar, escuché una voz.

 

—¡Hola, preciosa!

 

—Otro loco —musité.

 

Me giré, visualicé a un chico de pelo rubio y ojos azules. Lo había visto en alguna parte, pero no sabía dónde.

 

—Te eché de menos la noche de Año Nuevo, parece que suerte está a mi favor, y te ha traído de vuelta a mí —declaró.

 

Lo acordé. Él era el único de la pandilla de chicos que no dejaba de mirarme la noche de Año Nuevo. 

 

—¿Qué quieres? —pregunté con confianza aunque me temblaban las piernas. 

 

—No lo sé. Una sesión de besos me vendría bien.

 

Me burlé y abrí la puerta del coche para irme, pero él cerró la puerta inmediatamente. 

 

—¿Qué…?

 

Antes de que terminara la frase, me acorraló con sus manos a ambos lados y empezó a besarme el cuello. Intenté empujarlo hacia atrás con las palmas de las manos, pero mi fuerza no pudo contra la suya.

 

—Por favor, no me digas que no quieres esto —susurró con un tono despiadado.

 

—Suéltame—. Le lancé un puñetazo a la cara y le lancé una mirada mortal. 

 

—¿Cómo te atreves? —ladró.

 

Volví a abrir la puerta del coche rápidamente para salir del lugar, pero me agarró por la cintura con una mano y me levantó. Me tapó la boca con la otra mano y me arrastró al interior del edificio por la puerta trasera. Intenté gritar, pero fue en vano. Me llevó a una habitación del edificio y me tiró en la cama. 

 

—Te vas a arrepentir de haberme pegado —Dijo enfadado desabrochándose la camisa. 

 

Me levanté de la cama e intenté escapar, pero me cogió de las muñecas y me volvió a tirar sobre la cama.

 

—No te preocupes preciosa. Voy a manejar esto sin problemas—. Me guiñó un ojo y se cernió sobre mí. Me inmovilizó las manos por encima de la cabeza y empezó a besar mi cuello de nuevo.

 

—Por favor.

 

Me retorcí y grité. Intenté darle una patada, pero me inmovilizó las piernas con las rodillas. No podía moverme. Las lágrimas se me escaparon de los ojos y mis gritos se convirtieron en fuertes sollozos. No me di por vencida y seguí pidiendo ayuda.

 

—Nadie va a venir querida. No desperdicies tus fuerzas —me advirtió en un tono suave.

 

Literalmente estaba muerta de miedo, y parecía que nadie acudía a mí rescate.

 

«¡Dios! Por favor, haz algo—. Recé cerrando los ojos.»

 

—Siento interrumpir su pequeña diversión. Le he preguntado algo, pero no me ha contestado. ¿Me vas a contestar o no, amor?

 

Abrí los ojos en cuanto escuché su voz y el rubio se alejó de mí. Me levanté de la cama y corrí hacia Ian.

 

—¿Sr. Williams? ¿Cómo ha entrado?

 

—Bien, Caleb. Tenias demasiada prisa y te has olvidado de cerrar la puerta. No es mi culpa —estableció Ian.

 

—Sr. Williams, esto no tiene nada que ver con usted. Por favor, váyase —pidió Caleb.

 

—No. No te vayas—. Me aferré a la mano de Ian. No sabía por qué lo hacía, pero en ese momento sentí que era toda mi salvación.

 

Me miró y me acarició la mejilla, secándome las lágrimas con el pulgar.

 

—Estoy aquí, amor. No me iré.

 

Clavó sus ojos en Caleb.

 

—¿Cómo te atreves a tocarla? —dio un paso hacia Caleb. 

 

—¡Sr. Williams! Lo siento. Lo siento de verdad. No sabía de su relación con ella. Si lo hubiera sabido antes, no la habría tocado. Por favor, no me haga nada.

 

Levantó las manos en señal de rendición. 

Todos le temía a Ian. Todo el mundo le respetaba. Me di cuenta justo en ese momento.

 

—¡Oh, Caleb! Deberías disculparte con ella, no conmigo.

 

Inmediatamente se volvió hacia mí.

 

—Lo siento. Lo siento mucho —balbuceó.

 

—Así no. Hazlo como otros me piden perdón a mí, súplica por tu vida.

 

Miré a Caleb que todavía estaba en shock. Inmediatamente cayó de rodillas y levantó las manos, agachando la cabeza.

 

—Me disculpo por mi comportamiento. Siento haberte tocado. Juro que no volveré a repetir el error. Por favor, perdóname.

 

Se inclinó hacia mí y tocó el suelo con la frente. Cuando estaba a punto de tocarme los pies, di un paso atrás. Me quedé de pie, confundida.

 

—Ahora, dime amor. ¿Vas a perdonarlo o no?

 

Miré a Caleb con enfado. 

 

—Por favor, señorita —suplicó. 

 

Me quedé en silencio sin pronunciar nada. Seguía en estado de shock y sobre todo, estaba asustada. 

 

—Ella está en silencio. Significa que no quiere perdonarte, Caleb. Tu vida va a terminar ahora —sentenció Ian.

 

¿Qué? ¿La vida va a terminar? ¡No!¿Qué estaba diciendo? Estaba confundida y tenía miedo. Le temía más a Ian por lo que decía que a Caleb.

 

—No. Lo perdono —aclaré.

 

—Vaya. Eres un tipo con suerte. Si te vuelvo a ver cerca de ella, ya sabes lo que pasará. Ahora levántate y corre sin mirar atrás —ordenó.

 

Inmediatamente Caleb se puso de pie y corrió sin siquiera intentar mirar atrás. 

Yo me quedé quieta sin decir nada. Ian se volvió hacia mí.

 

—Responde a mi pregunta, amor. ¿Por qué estás aquí? —volvió a insistir.

 

Me limpié las lágrimas antes de contestar.

 

—He venido a por el coche.

 

—¿Coche? —levantó la ceja.

 

—No es mío. Es de Tyson.

 

—El coche de ese cabrón. ¿Qué hace su coche aquí? ¿Es que no tiene agallas para venir a por su coche cuando?

 

—Ya… Nunca pensamos que un tipo arrogante haría que Ty estuviera al borde de la muerte. Si lo hubiéramos sabido antes podríamos haber reservado un taxi —Respondí sarcásticamente. 

 

Se rió al escuchar mi respuesta. Era la primera vez que le veía reírse de verdad, sin ninguna risa malvada o sonrisa arrogante. Lucia perfecto con esa risa sincera. ¿Por qué no podía ser así todo el tiempo?




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