Entre El Amor Y El Odio

Una auténtica jefa

Llegué a la cafetería y saludé a Sean. 

 

—Buenos días, Sean.

 

—¡Hola, Liz! Buenos días. ¿Cómo está Tyson? —Preguntó Sean.

 

—Genial, gracias, él ya está mejor, incluso ya camina.

 

—Eso es genial. ¿Cuándo le darán el alta?

 

—Pronto, supongo. 

 

—¿Tienes alguna idea de quién le hizo eso a Tyson? —Preguntó. 

 

—Sí—. Respondí.

 

—¿Sí? ¿No presentaste una denuncia contra él?

 

—Ty me pidió que no hiciera tal cosa, pero haré lo que sea correcto, Sean.

 

—Cuida de él. Si alguna vez necesitas un día libre, sólo pídemelo.

 

—Gracias Sean.

 

Me dirigí a la sala de empleados, me puse el delantal, salí y comencé con mis tareas. Acudí a una mesa para tomar la orden y me sorprendí al ver a la mujer que conocí en la fiesta de año nuevo. 

 

—Hola cariño—. Me saludó. 

 

¡Vaya! Se acordaba de mí. Sonreí mirándola.

 

—¡Hola señora!

 

—¿Trabajas aquí? —preguntó confundida. 

 

—Sí—. Respondí.

 

—No quiero sonar grosera. Pero, ¿cómo conseguiste el pase de entrada?

 

—Mi novio tiene contactos.

 

—Perdón por preguntar así, cariño. No pretendo ofenderte.

 

—No, en absoluto. ¿Su pedido, señora?

 

Ella dio su orden y en pocos minutos le serví. Se lo comió y pagó la cuenta. También me dio una gran cantidad de propina. La rechacé, pero me obligó a aceptarla. 

 

—¡Eh, cariño! ¿Dónde está el baño? —Me preguntó. 

 

—Le mostraré, señora —dije acompañándola para guiarla.

 

—¡Cariño! No encuentro el papel higiénico. ¿Podrías traerme alguno?

 

Me fijé en el cartucho vacío y sentí.

 

—Lo siento señora. Los traeré.

 

Volví cuanto antes con servilletas y papel higiénico, me coloqué a su lado mientras se lavaba las manos. Su móvil empezó a sonar, y ella lo observó con frustración.

 

—Sé que no vas a venir. Tu trabajo es más importante que yo. 

 

Me quedé de pie sin decir nada. 

 

—¡Lo siento, cariño! Es mi marido. Estábamos disfrutando en un parque cercano. Recibió una llamada y se fue. Me pidió que lo esperara. Pensé en comer algo y vine aquí. Ahora me ha mandado un mensaje diciéndome que me vaya a casa sola porque tiene un trabajo importante que hacer.

 

—Sé lo frustrante que debe ser. Pero el trabajo también es importantes, ¿no? Le dije.

 

—¡Sí! ¿Cómo está tu novio? ¿Está aquí? No lo conocí en año nuevo, me lo podrías presentar ahora—. Ella sonrió. 

 

¡Dios! Era tan amable. No todos los ricos era unos arrogantes, por lo menos yo había tenido la oportunidad de conocer a dos adinerados humildes.

 

—No te lo puedo presentar. En realidad… se encontró con… Esto … Una especie de accidente. Ahora está en el hospital.

 

Ella me miró y me tocó el brazo.

 

—¿Cómo está? ¿Está bien ahora?

 

—Sí, está mejor ahora.

 

—¡Oh, cariño! Si en alguna ocasión necesitas ayuda, contáctame.

 

Me dio su tarjeta de visita. Me di cuenta de que ella es de Dexter Pvt Ltd. 

 

—Soy Josephine. Josephine Dexter.

 

—Disculpa, yo soy Elizabeth, señora. Elizabeth Summers.

 

Me fijé en el Sr. Dexter y su número de contacto en la tarjeta de visita. 

 

—No dude en llamarme si necesita algo.

 

—Gracias. Muchas gracias señora.

 

—Puedes llamarme Jo —añadió marchándose. 

 

¡Vaya! Ella era realmente increíble. No me fijé en ella claramente en año nuevo. Su comportamiento era tan cautivador como ella. Era tan hermosa con su pelo negro. Era mucho más alta que yo y una figura perfecta. Lo mejor de ella eran sus ojos. ¡Maldita sea! Esos ojos caramelo brillaban con dominancia y actitud.

 

Incluso su forma de caminar mostraba algún tipo de actitud. Si cualquier persona desconocida la hubiera visto, definitivamente pensaría en ella como una jefa malvada y dominante. Por el contrario, era una mujer amable y simpática.

 

Acabé mi turno después de unas horas. Me quité el delantal y me fui a casa. Preparé el almuerzo y me lo comí. Empaqué la parte de Tyson y me fui al hospital. 

 

—¡Hola, Ty!

 

—¡Ey, Lizzy! —sonrió. 

 

—Te he traído el almuerzo.

 

Se lo di y me senté a su lado en la cama. 

 

—Gracias Lizzy. Está delicioso—. Se lamió los labios. 

 

¿Debía contarle el incidente de ayer? ¿Cómo reaccionaría si sacaba a relucir el nombre de Ian? Mentalmente no dejaba de preguntame sobre ello.

 

—¿Lizzy? ¿Qué ha pasado? Pareces nerviosa.

 

—¡Ty! Yo… Esto… Tengo que decirte algo.

 

—¿Qué es?

 

—Ayer fui al Gran Salón y cuando estaba… —balbuceé insegura sin la capacidad de reprimir las lágrimas.

 

—¡Eh! ¡Oye! ¿Qué pasó?

 

Se acercó y me abrazó. Me limpió las lágrimas y me acarició la cara.

 

—¿Lizzy? ¿Qué ha pasado?

 

Me froté los ojos antes de continuar.

 

—Un tipo trató de forzarme…

 

—¿Qué mier…? ¿Quién demonios es ese bastardo? Voy a matarlo.

 

—Ty. Tranquilo. Estoy bien ahora.

 

—¡Lo mataré, Lizzy!

 

Sus ojos se pusieron rojos y apretó el puño. Lo quise calmar.

 

—¿Te ha hecho algo? —apretó los dientes. —Si te ha hecho algo te juro que acabaré con su vida.

 

—No. Ian vino y me salvó…

 

No di los detalles con precisión ya que me daba mucha vergüenza compartir algo así. Lo miré y esperé una respuesta.

 

—¿Ian? ¿Te refieres al señor Williams?— Entornó las cejas.

 

—Sí.

 

—¿En serio? No sé qué pensar. Como sea, ¿estás bien ahora?

 

—Sí. Si no hubiera venido a salvarme, entonces… no sé. No quiero imaginarme lo que habría pasado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.