Entre El Amor Y El Odio

Pelea

Ella era realmente tan dulce y amigable. La forma en que actuaba, hablaba y trataba me recordaba a Grace. Grace era mi amiga, pero ella se encontraba en California. La conocí cuando tenía diecisiete años en mi universidad, nos hicimos buenas amigas. Cuando mis padres murieron, ella me ayudó mucho a superar la depresión. Después de nuestra graduación, se fue a California porque sus padres vivian allí y consiguió un buen trabajo. Aunque estaba muy ocupada, me llamaba a menudo. 

 

 

Llegué a casa, me refresqué y almorcé. Encendí la televisión y me senté en el sofá. Cambié de canal con la esperanza de ver algo interesante. Sin embargo, no encontré nada. Así que me dirigí a mi dormitorio y me tumbé en la cama. Recibí una llamada de Ty. Hablamos un rato y luego me dormí. 

 

 

Me desperté al anochecer. Pensé en caminar un rato, así que cerré la puerta con llave y me dirigí al parque más cercano. Me relajé respirando la brisa fresca. Me senté en el banco y observé a un montón de niños jugando. Sonreí mirándolos. Miré a una joven pareja que jugaba y disfrutaba junto a sus hijos. 

 

 

—Me imagino a ‘nosotros’ como ellos—. Escuché una voz desde atrás.

 

 

Sin mirarlo, me sonrojé. Porque, sabía quién era: Tyson. 

 

 

Se sentó a mi lado y me cogió la mano. 

 

 

—¡Ty! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has venido? ¿Estás bien?

 

 

—Estoy perfecto, Lizzy. No te preocupes por mí. He pensado en pasar un rato contigo y he venido. Te vi caminando hacia este parque y te seguí—. Sonrió. 

 

 

Me pasó la mano por el hombro y me acercó a su pecho. 

 

 

—Míralos, Ty. Todos son felices con su familia. Quiero ser como ellos. Quiero ser feliz. Quiero una familia. No puedo vivir sola—. Dije recordando a mis padres. 

 

 

—No estás sola, Lizzy. Estoy contigo. Siempre estaré contigo—. Me besó en la frente. 

 

 

—¡Ty! Hoy he conocido a una chica. Es tan habladora y tan buena como Grace.

 

 

—¡Sí! ¿Cómo está Grace? Hace mucho tiempo que no sé de ella. 

 

 

—Está bien. Ocupada con su trabajo—. 

 

Mientras hablábamos, el escenario de la biblioteca pasó por mi mente. ¿Debía decírselo? No, no podía estropear ese momento, pero no podía con los cargos de conciemcia.

 

 

—¡Ty! Tengo que decirte algo. Pensé en decírtelo ayer, pero no lo hice.

 

 

—¿De qué se trata? —cuestionó. 

 

 

—Cuando fui a la biblioteca por el libro de economía…. —Hice una pausa.

 

 

—¡Oh! Vamos. ¿Qué pasó ahora?

 

 

—Pasó que Ian.

 

 

—¿Qué? ¿Qué ha hecho?—, preguntó enfadado.

 

 

—Me pidió que fuera su acompañante para una fiesta. 

 

 

—Creo que está loco—. Sonrió y continuó —Dijiste que no, ¿verdad? Obviamente no vas a aceptar.

 

 

—Me confundió y en la confusión dije que sí. Pero no significa un sí real.

 

 

—¿Qué?— dejó mi mano y se levantó del banco. —¿Dijiste que sí?—, gritó.

 

 

Me puse de pie al mismo tiempo que él.

 

—No grites, Ty. Todo el mundo nos está mirando. 

 

 

Me sentí avergonzada cuando todo el mundo en el parque seguía mirándonos.

 

 

—No me importa, Lizzy. Lo único que importa es que le has dicho que sí. 

 

 

—¡Ty! Decir que sí no significa que vaya a ir con él. No me iré con él. ¿Por qué haces una escena como si hubiera aceptado una propuesta de matrimonio?

 

 

—¿Qué? ¿Haciendo una escena? Bien. Me largo. 

 

 

Pateó el banco y quiso rehuir alejándose del parque.

 

 

—¡Ty, espera!— Corrí tras él gritando. 

 

 

Se volvió hacia mí con decepción.

 

 

—No deberías haber dicho eso, Lizzy.

 

 

Diciendo eso, se fue del lugar.

 

 

¿Qué? ¿Qué había pasado? ¿Por qué creó una escena dramática? No debí haberle dicho eso a Ty. La culpa fue mía. Me maldije a mí misma y me dirigí a mi casa. 

 

 

Eran las 6.30, llegué a la casa. Abrí la puerta y entré. Cogí mi móvil y llamé a Ty. Me cortó las llamadas, así que le envié un mensaje de texto:

 

Yo: ¡Ty! Lo siento mucho. No era mi intención decirle que sí. Me confundió y no sé porque acabé aceptando. No significa que me vaya con él y sea su acompañante. Por favor, habla conmigo.

 

 

Esperé su respuesta con nervios, aunque me respondió en seguida.

 

 

Ty: ¿De qué debo hablar? Déjalo, Lizzy. No estoy de humor para pelearme contigo. Dame un poco de tiempo. Hablamos más tarde.

 

 

Me sentí muy triste al ver su respuesta.

 

 

Yo: De acuerdo, Ty. Te quiero.

 

 

Esperé su mensaje, pero no obtuve ninguna respuesta por su parte. Miré su chat y me puse a gritar como una desquiciada.

 

 

—¿Por qué demonios estás enfadado conmigo, Ty? Yo no he hecho nada. No es mi culpa. 

 

 

Me tiré del pelo con frustración. 

 

Sí, no era mi culpa. Era culpa de él, de ese arrogante de Ian.

 

 

Estaba furiosa con Ian. Todo era culpa suya. Si él no hubiera hecho nada, no habríamos peleado. Busqué su número y pensé en llamarle y gritarle. Lo maldije con frustración mientras miraba el teléfono, imdecisa. Tiré el móvil con rabia al otro lado de la cama y me levanté de allí al mismo tiempo que sonó el teléfono.

 

 

—No es un buen momento, señor Williams—. Murmuré y levanté la llamada.

 

 

Sin decir nada y sin darle la oportunidad de decir nada, grité: 

 

—Es por tu culpa. Por tu culpa, estamos así. Por tu culpa, él no me habla. Eres el mismísimo Satanás. Tú eres quien no debería estar en la vida de nadie. Te odio. Todo el mundo te odia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.