El lunes, el día en el Instituto Pamela comenzó como siempre: estudiantes corriendo por los pasillos, risas, murmullos, la rutina de los casilleros y los profesores que apenas llegaban a tiempo.
Elizabeth llegó temprano, como siempre. Pero al girar en el pasillo del segundo piso, se detuvo en seco.
Axel estaba discutiendo con alguien. Un muchacho mayor, de rostro desconocido y tatuajes visibles en el cuello, lo había acorralado cerca de las escaleras. Había algo amenazante en su postura.
—Creíste que podías desaparecer así nomás, ¿eh? —decía el tipo, con una sonrisa torcida.
Axel no respondió. Solo lo miró con frialdad, los puños tensos.
Elizabeth, escondida detrás de una columna, no podía creer lo que veía. Algo dentro de ella le gritaba que se alejara… pero sus pies no se movían.
—Ya no soy parte de eso —murmuró Axel.
—Eso lo sabremos —dijo el otro chico antes de alejarse lentamente.
Axel giró la cabeza apenas… y vio a Elizabeth. Ella intentó fingir que no lo había notado, pero fue inútil. Sus miradas se cruzaron otra vez.
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Ese mismo día, durante el almuerzo, Axel no fue a la cafetería. Se quedó en el patio trasero, bajo un árbol. Elizabeth se sintió inquieta. Quería ignorarlo, pero no pudo.
Se acercó, lentamente.
—¿Quién era ese? —preguntó sin rodeos.
Axel no respondió enseguida. Cerró el cuaderno que tenía en las piernas y la miró de reojo.
—Alguien del pasado. Un pasado del que trato de escapar.
—¿Y por qué lo seguía?
—Porque el pasado… no siempre te suelta tan fácil.
Elizabeth lo miró en silencio. Por primera vez, no supo qué decir. Había algo en la forma en que lo dijo, algo tan sincero, tan herido… que le dolió más de lo que esperaba.
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Esa noche, Axel no podía dormir.
Se quedó en su cama, mirando el techo. El dibujo de Elizabeth que había hecho sin darse cuenta estaba en su escritorio.
—¿Por qué tú…? —susurró para sí mismo—. ¿Por qué tú tienes que mirarme así?
Se levantó, fue a la ventana y miró hacia la casa de enfrente. Una luz tenue salía del cuarto de Elizabeth.
Y sin querer, deseó que pudiera estar cerca de ella. Solo un poco.
Solo lo suficiente para no sentirse solo