Entre el amor y el peligro

Ecos en la oscuridad

La casa donde Axel vivía con su tía Carmen estaba en silencio aquella noche. Solo la luz tenue de la luna atravesaba las cortinas del cuarto, dibujando sombras en las paredes.

Axel cerró la puerta tras de sí con cuidado, como si temiera despertar los fantasmas del pasado.

Se dejó caer en la cama, cansado, pero su mente seguía dando vueltas sin descanso. Sobre la mesita de noche, había una foto arrugada que mostraba a Axel cuando era niño, junto a un hombre con tatuajes en los brazos, una imagen que deseaba olvidar.

De repente, su teléfono vibró con un mensaje que heló su sangre:
"No puedes escapar. Sabemos dónde estás."

El corazón se le aceleró. Sin dudarlo, apagó el teléfono y se escondió bajo las mantas, tratando de apagar el miedo.

Pasados unos minutos, la puerta se abrió suavemente y apareció Carmen, su tía. Era una mujer de mirada firme pero cálida, con un acento español marcado y esa mezcla de cariño y autoridad que imponía respeto.

—Axel, cariño, ¿quieres cenar? —preguntó con voz dulce pero decidida.

Él negó con la cabeza, sin mirar. Las lágrimas luchaban por salir, pero se resistía a dejarlas caer.

—No puedo, tía... No puedo volver a esa vida —susurró, la voz rota.

Carmen se sentó a su lado y, sin decir una palabra, lo abrazó fuerte.
—No estás solo, hijo. Aquí tienes un hogar, y yo voy a ayudarte a que encuentres un camino diferente. Pero tienes que confiar en mí.

Axel cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien realmente creía en él




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