—Será mejor que trabajemos juntos, Lizzi —repitió Axel con voz tranquila, mirándola directo a los ojos.
—No me llames así —dijo ella, cruzando los brazos.
Axel no respondió. Solo tomó su mochila y caminó hacia el asiento vacío junto a ella. El murmullo entre los compañeros creció al instante.
Dane le lanzó una mirada pícara desde la otra esquina del salón y le susurró a Isabel:
—Esto va a estar bueno.
—¿Tú crees que se gusten? —preguntó Isabel emocionada.
—¡Ella lo odia! Pero… el odio a veces se convierte en otra cosa —respondió Dane con una sonrisa traviesa.
Elizabeth fingió ignorarlas. Sacó su cuaderno y apuntó el tema que les había tocado: “Relaciones humanas en tiempos de cambio”.
—Perfecto —murmuró—. Justo lo que necesitaba para arruinar el día.
Axel la observó en silencio por unos segundos. Luego dijo, en voz baja:
—Yo tampoco pedí esto, ¿sabes?
Elizabeth alzó la vista, sorprendida por el tono sincero en sus palabras.
—¿Entonces por qué te comportas como si todo el mundo girara a tu alrededor?
Axel sonrió, pero esta vez sin burla.
—Porque si dejo de actuar fuerte… me rompo.
Esas palabras la dejaron callada por un momento. Había algo en su voz… algo que no se parecía a la imagen que ella tenía de él.
Cuando el timbre sonó, anunciando el final de la clase, Axel ya estaba de pie.
—Nos vemos después para trabajar. En serio.
Elizabeth solo lo miró alejarse, confundida. Por primera vez, no sabía si debía seguir odiándolo… o empezar a entenderlo.
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Esa tarde, Lizzie llegó a casa con los hombros tensos. Se quitó los zapatos en la entrada y dejó su mochila en el mueble, con un suspiro.
Su madre, Lisa, estaba en la cocina cortando verduras para la cena. Al verla entrar, la observó con atención.
—¿Cómo estuvo la escuela, Lizzie?
—Bien. Lo normal —respondió ella, tratando de sonar indiferente.
Lisa se secó las manos con un paño, cruzó los brazos y se apoyó en la encimera.
—¿Y el nuevo chico? Ese tal Axel.
Lizzie frunció el ceño.
—¿Qué pasa con él?
—Me han llegado comentarios… —dijo Lisa con tono serio—. Que es mayor que ustedes. Que tiene un pasado… complicado.
Lizzie se encogió de hombros, evitando la mirada de su madre.
—Solo es un compañero de clase, mamá. Me tocó trabajar con él en un proyecto. Eso es todo.
Lisa se acercó y la miró fijamente a los ojos.
—Lizzie, no me gusta que estés cerca de él. No confío en ese muchacho, y tu padre tampoco. No me importa si es por una tarea. Quiero que mantengas distancia, ¿me oyes?
—Pero no puedo decirle al profesor que no quiero trabajar con él —respondió Lizzie, molesta.
—No voy a meterme con los maestros. Por ahora. Pero tampoco quiero verte sola con él fuera de la escuela. Ni mensajes, ni visitas. ¿Entendido?
Lizzie apretó los dientes, sintiendo cómo se encendía la rebeldía en su pecho. Pero no dijo nada. Subió las escaleras en silencio, mientras en su mente las palabras de Axel volvían a sonar:
"Si dejo de actuar fuerte… me rompo."
Y por primera vez, Lizzie no sabía si su madre estaba equivocada… o tenía toda la razón.