La tensión en la casa había comenzado a bajar. Después de días de conversaciones, dudas, advertencias y silencios, Jairo había pasado de la negación a la reflexión. Su hija estaba creciendo, y aunque no le gustaba la idea de verla enamorada de alguien como Axel, también reconocía que el chico no había hecho nada deshonesto… al contrario, había sido valiente.
Aquella noche, se sentaron en el comedor. Lisa sirvió té, y el ambiente se llenó de un silencio suave, como si todos supieran que algo importante iba a decirse.
—Lizzie —comenzó Jairo, mirándola con calma—. Hemos hablado con tu madre, y... queremos decirte que confiamos en ti.
Lizzie levantó la mirada, sorprendida.
—¿De verdad?
Lisa asintió con una sonrisa muy pequeña.
—Siempre te vamos a cuidar, Lizzie. Pero también tenemos que dejarte vivir. Así que, si decides estar con Axel, queremos conocerte en esa versión también. Y apoyarte.
Lizzie se lanzó a abrazarlos, emocionada. Nunca pensó que ese momento llegaría tan rápido.
Esa misma noche, Axel fue invitado a cenar oficialmente. Llegó puntual, con una camisa sencilla pero elegante. Llevaba flores para Lisa y un pequeño regalo para Jairo: un libro sobre cocina francesa que había encontrado en una tienda.
Durante la cena, todos conversaron con más soltura de lo esperado. Lisa le preguntó sobre su infancia en España. Jairo le hizo bromas sobre el fútbol. Y Lizzie no podía dejar de sonreír.
—
El domingo siguiente, el cielo estaba despejado. Lizzie, Danelis y Isabel se reunieron con Axel en el parque para un picnic. Las amigas estaban emocionadas y un poco nerviosas. Hasta ese momento, solo lo conocían por rumores, por miradas lejanas… y por las historias que Lizzie contaba.
Se sentaron sobre una manta color azul cielo, con sándwiches, jugo y frutas.
—Entonces… —dijo Isabel, mirándolo con picardía—. ¿Tú eres el famoso Axel que hizo que Lizzie perdiera la cabeza?
Axel rió.
—Yo solo dibujo. Todo lo demás fue cosa del destino.
Danelis lo miró más seria.
—¿Tú la vas a cuidar de verdad?
Axel la miró sin dudar.
—Con todo lo que tengo. No vine huyendo de mi pasado para perder lo único bueno que encontré.
Las chicas se miraron entre ellas. Sonrieron.
Y ese día, entre risas, confidencias, selfies y anécdotas, Axel dejó de ser “el chico misterioso de la otra casa” para convertirse en alguien más cercano. Alguien que, poco a poco, empezaba a pertenecer.