El atardecer pintaba de rosa y dorado el cielo cuando Axel pasó a buscar a Lizzie. Ella salió de casa con el corazón palpitando fuerte, dejando una nota en la cocina que decía: "Estoy en casa de Danelis, terminando el proyecto con Isabel. Volveré temprano."
No era verdad… pero su deseo de ver a Axel pesaba más que cualquier otra cosa.
Durante el trayecto, casi no hablaron. La música suave que sonaba en el auto parecía llenar los silencios con complicidad. Las miradas bastaban. Las manos entrelazadas sobre el cambio de marchas bastaban.
Cuando llegaron a la playa, el sol ya comenzaba a esconderse. Las olas rompían suaves contra la orilla y el aire fresco acariciaba la piel como un susurro. Caminaban descalzos sobre la arena, mientras Axel sostenía una manta y una pequeña bolsa con frutas y agua.
Se sentaron en la manta. Hablaron poco, miraron el cielo, rieron suavemente. Axel le acariciaba el cabello como si ella fuera algo frágil que debía cuidar con todo el alma.
Y luego, sin avisar, la besó.
Fue un beso lento, de esos que hacen olvidar todo lo demás. Las manos se buscaron, los cuerpos se acercaron más. El amor se fue abriendo paso con ternura, entre caricias suaves, susurros y miradas profundas.
No fue prisa. No fue impulso. Fue un sentimiento construido día tras día.
Fue la primera vez. Y para ambos, fue perfecto.
Ya era de noche cuando Lizzie volvió a casa. Entró despacio, en puntillas, con el corazón aún flotando. Jairo la esperó en la sala, pero no preguntó demasiado.
Ella repitió la historia del proyecto con sus amigas.
Él solo asintió.
Subió a su habitación y, al cerrar la puerta, su alma volvió a respirar. Se recostó en la cama, abrazando la almohada con una sonrisa que no podía esconder.
Le escribió a Axel por Instagram:
"Mentí por ti esta noche… pero solo porque necesitaba estar contigo. Lo que pasó… fue lo más especial que he vivido."
Él respondió de inmediato:
"Yo también lo sentí así. Cada segundo contigo fue perfecto. Esta noche es solo nuestra, Lizzie."
Pero ella no pudo seguir leyendo. El sueño la vencía. El cuerpo relajado, la mente llena de recuerdos.
Y justo cuando el silencio tomaba la habitación…
La ventana se abrió suavemente.
Axel entró sin hacer ruido. Se deslizó entre las sombras como si el destino le hubiese dado un pase secreto.
Se acercó a su cama, la miró dormir unos segundos… y luego se recostó junto a ella.
Lizzie, medio dormida, sonrió al sentirlo cerca.
—Te extrañé tan rápido —susurró.
—Y yo no podía quedarme sin verte una vez más —respondió él, acariciándole el rostro.
Se abrazaron bajo la colcha.
Y esa noche, durmieron como si el mundo no existiera más allá de ese cuarto.
Solo ellos.
Solo amor.
Solo el secreto de un sentimiento que crecía sin pedir permiso.