Entre el cielo y el infierno - Trilogía cielo o infierno #1

Enemigos infernales

«El fuego del infierno no necesita que nadie

 lo encienda y ya te está quemando por dentro...»

― Toni Morrison―

 

—Buenos días—le despertó Kólasi̱ con un suave susurro.

—No son buenos, son maravillosos—se despertó Aíma alegremente, luego le besó apasionadamente.

—Mi niña mala volvió—agregó sonriente, apretándola contra su pecho fornido. Ellos tenían una complicada, aunque larga historia.

—Siempre está aquí, pero a veces se aburre—confesó la pelirroja deslizando sus dedos por los brazos cálidos que la aprisionaban.

— ¿De mí? —preguntó él, empujándola sobre la cama, para luego colocarse sobre ella. Le miró sus brillantes ojos, tan bellos con un atardecer de verano.

—De todo diría yo—resopló la joven, apartándole un mechón rubio del rostro.

— Sabes a que vengo, ¿verdad?

— ¡Vamos al infierno! —gritó eufórica.

—Exacto—le dedicó una sonrisa—. Lo que te dije ayer, era cierto ha empezado la cacería de nephilims.

—No quiero que sigas con eso—le cortó empujándolo para levantarse de la cama. Tomaría una ducha rápida, sin duda no deseaba continuar con esa conversación. Al salir del baño notó que Kólasi̱ seguía acostado en la cama, mirando por la enorme ventana.

— ¿Cómodo? —le preguntó con el ceño fruncido.

—Si, aunque le falta algo—se quejó Kólasi̱ golpeando una almohada.

— ¿Algo como qué? —susurró sin pensar.

—Como tú—soltó él. La joven se dirigió al closet, tomó un short rojo, una camisa negra estilo corsé, junto con unas botas de cuero negro.

—Eres hermosa—murmuró Kólasi̱ acariciándole la espalda.

—Siempre lo he sido cariño. Es hora de irnos.

—Vámonos—añadió a regañadientes, tomó su mano y en pocos segundos aparecieron en el infierno. Ese era el lugar favorito de Aíma en todo el mundo.

—Casi olvido como se siente—suspiró con nostalgia.

—El calor es más fuerte que en un sauna—comentó Kólasi̱ con desagrado, eran tan diferentes, lo que a la joven le apasionaba a él le causaba un tremendo tedio.

—грязнокровкой—soltó Vladimir asqueado, cuando pasó cerca de la pelirroja. Él era uno de los demonios más jóvenes del inframundo, poseía un cabello rubio muy claro, sus ojos eran azul pálido acompañado por unas facciones agraciadas; pero tras su perfecto rostro, se ocultaba un ser desagradable, que trataba a todos como sirvientes.

— ¡Retráctate! —gritó Aíma furiosa.

— ¿Y si no lo hago?  ¿Qué? —escupió desafiante, su acento ruso era muy marcado.

— ¡Te vas a arrepentir! —maldijo la joven.

—No le temo a una sangre sucia—agregó con asco, provocando que Aíma perdiera el poco control que poseía; lo lanzó contra uno de los muros de piedra rojiza. Su rostro se veía confundido.

—No podrás con nosotros niña tonta—me amenazó mientras se levantaba del piso. Su mirada era feroz, como una bestia rabiosa.

— ¿Eso crees? Te apuesto que puedo con todos ustedes—le retó la pelirroja. El grupo de Vladimir trató de acercarse para ayudarle, eran los perritos falderos, siempre tras él. Aíma Lanzó una llamarada de fuego, dejándolos atrapados en un impecable círculo de fuego, ¿quién decía que la geometría no era divertida? —Ahora que dices, idiota—se burló con saña.

— ¡Eres una maldita nephilim!  ¡La sangre en tus venas está sucia! —gritó Vladimir invadido por el odio.

Sus palabras fueron la gota que rebasó el vaso; los ojos verdes de la joven se habían vuelto tan rojos como la sangre. Ya no se controlaría más, sus uñas crecieron salvajemente y las clavó en los ojos del demonio rubio. Los gritos de dolor emitidos por el joven eran desgarradores; la pelirroja no se detuvo, hasta que vio sus cuencas vacías y una línea de sangre derramándose por su rostro mutilado. Nunca permitiría que la ofendieran nuevamente.  

 

— ¡Ese regalito es un recuerdo de mi poder! —gritó con sorna. Él se retorció de dolor.

 

Kovat apareció de improviso, clavó su mirada en la joven, por cuyos dedos se deslizaban pequeñas líneas del líquido carmesí, luego se enfocó en Vladimir, que seguía sumido en el dolor, perder los ojos a sangre fría, resultaba doloroso. Sus manos e incluso la camisa gris que vestía se encontraban cubiertas de sangre. La joven levantó la mirada, encontrándose frente a frente con los ojos feroces de Kovat, su gesto albergaba un profundo disgusto. La rabia brillaba en sus iris azulados, sin duda desearía, que quien estuviera gritando de dolor fuera ella. Aíma se enderezó mirándole sin temor.

 

—Deberías entrenar mejor a tus sirvientes, estos están muy débiles—soltó con superioridad, pasando junto a Kovat, alejándose de la escena sangrienta tras ella.

—Tientas a tu suerte—le reprendió Kólasi̱ en un susurro.

— ¿Qué puedo hacer? Me divertía viendo su cara; parecía que iba a explotar de la rabia—admitió sonriendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.