Entre el cielo y el infierno - Trilogía cielo o infierno #1

Traidores

 

«Hay puñales en las sonrisas de los hombres;

cuanto más cercanos son, más sangrientos».

—William Shakespeare—

 

Aíma estaba sentada al borde de su cama, lo ocurrido la noche anterior le molestaba, sentirse tan indefensa le repugnaba, le hacía recordar que de alguna forma era humana y por lo tanto vulnerable. Era doloroso admitir su debilidad, reconocer que podía ser dañada fácilmente. No culpaba a Daniel, él cumplía con su deber, eso lo respetaba, pero Kevin, le traicionó, lo conocía hace tanto, el ansiaba dañarla.

 

— ¿Se puede? —tocó Boa a la puerta.

—Entra, tonta—respondió la pelirroja sin demora.

—En verdad lo siento, mi cerebro nunca imaginó lo que sucedía—soltó desesperada y se sentó en el borde de la cama.

—Tranquila, no importa—admitió con sinceridad, su amiga no tenía la culpa de nada.

— ¡A Marie nunca le hubiese pasado! —exclamó, ocultando su rostro, tras la larga cabellera.

—Marie está acostumbrada a percibir los sentimientos. Recuerda la ira es peligrosa y ella también—le recordó Aíma y le dio un golpecito en la cabeza.

—Si se desata una batalla en el infierno, nos usarán como escudo—susurró llena de temor.

—Ellos no harían eso—bufó la pelirroja, ellas también formaban parte de infierno, no podían desecharlas de buenas a primeras.

—Sí lo harían y tú lo sabes bien—insistió la rubia firmemente.

—Tenemos que irnos—anunció Marie, mientras ella y Sua entraban a la habitación. Boa respiró, quitándose el cabello de su rostro para luego sonreír, como si nada pasara. — ¿Estarás bien sola?

—Si—respondió Aíma. La castaña asintió.

—Si necesitas ayuda invócanos—añadió Sua—. Siempre es bueno ver tu cara.

—Tranquilas, no soy una total inútil—se quejó Aíma disgustada, odiaba ser tratada como un ser débil.

—Nadie piensa que lo seas, pero allí estaban un ángel y la muerte; esa es una combinación que nadie querría enfrentar—agregó Marie.

—Estaré bien, Kevin es un idiota, y ese ángel no volverá, por hoy—soltó la pelirroja. Ellas se despidieron y luego se desvanecieron. La pelirroja entró al baño para lavarse la cara, dejó que el agua fría mojara su rostro adolorido. Levanto la mirada para contemplar su reflejo ante el espejo y entonces lo vio, estaba detrás de ella. Ambos rostros se reflejaban en el gran espejo, dos criaturas completamente diferentes, pero ante el espejo lucían bien juntos.

— ¡Qué maravilla! Intento de asesinato e invasión a la propiedad privada. Eso te convierte en un criminal—comentó Aíma sarcásticamente, volteándose encararlo.

— ¿Estás bien? —soltó Daniel.

— ¿Acaso te importa? ¡Ah claro! Necesitas saber si necesitas rematarme—se burló saliendo del baño.

—No te quería lastimar—susurró él con ternura.

—Si claro—escupió girando los ojos.

— ¡Lo que hiciste estaba mal! ¡Lo sabes! —se defendió.

— ¿Qué hice? ¿Matar? Soy una asesina del infierno, nací para asesinar, ¿acaso puedes cambiarlo? —gritó. Él negó con la cabeza.

—Yo no puedo cambiarlo—suspiró adentrándose en la habitación— pero tu si puedes, ¿te propongo un pacto?

— ¿Me quieres vender tu alma? —preguntó confundida.

—No es eso—negó fuertemente.

—Entonces, no me interesa—respondí la joven cruzándose de brazos.

—La marca que tienes en la mano, me ayuda a saber en qué lugar te encuentras; también me da la capacidad de hacerte daño, ya debes saberlo. Lo que quiero proponerte es sencillo, si dejas de asesinar inocentes, yo te la quitaré. Es un trato justo.

—Tentador, pero debo rechazar tu oferta. Yo vivo para matar ángel—respondió honestamente. El rostro de Daniel lucía triste, en el fondo pensaba que ella aceptaría su propuesta.

—Si cambias de opinión llámame y vendré—añadió antes de irse.

***

 

         La nieve caía fuertemente sobre la inmensa montaña, dos seres caminaban sobre la inestable superficie congelada. Los pasos de la mujer eran firmen y confiados, mientras que al hombre se la dificultaba mantener el equilibrio.

 

       — ¿No podías elegir otro lugar? —preguntó Kólasi̱, a quien los dientes le castañeaban por el frio.

    — ¿Te hace daño el frio, dulzura? —comentó Sunshine con sorna y luego dejó salir una risita.

            —No es gracioso—respondió él con una mueca de disgusto.

—Creo que ya fue demasiada charla de saludo. ¿Quiénes son esas nephilims? preguntó, ahora con tono serio.

—Son las hijas de los demonios encargados de la ira, envidia y lujuria.

— ¿Crees que puedas convencerlas de trabajar con nosotros?

—Sería muy arriesgado—soltó él.

— ¿Acaso les tienes miedo? —se burló Sunshine.




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