Entre el cielo y el infierno - Trilogía cielo o infierno #1

Epílogo

 

Seis meses después…

 

Habían transcurrido seis meses desde que se desató la batalla entre los bandos definidos como cielo e infierno; momentáneamente ganó el cielo, aunque tuvieron un arduo trabajo, restaurando todos los daños ocasionados. Falleció gente inocente, lo que nos hace entender que la maldad no sabe distinguir entre sus enemigos y solo se limita a ocasionar eventos terribles.

 

—Mi vida ha cambiado mucho, para la muestra un botón, estoy aquí contigo, hablando como nunca antes lo hice, ni pensé hacerlo—resopló Aíma, colocando un ramo de rosas rojas, sobre la tumba de su madre. Se sentía realmente sola, no tenía familia y Kólasi̱, bueno él le estaba dando una oportunidad a su madre, capaz y ella no era tan maligna como parecía, ambos se encontraban fuera del país. Él se recupero totalmente, eso le aliviaba. No tenía una casa a la cual regresar; por lo menos no perdería su último año escolar, pues debido a las catástrofes naturales, se suspendieron las clases a nivel mundial. Eso dijeron las autoridades, para justificar la destrucción ocasionada por el cielo y el infierno. —Es hora de despedirme. Volveré, te quiero, o eso creo—suspiró con una sonrisa y caminó hasta la salida del cementerio.

— ¿Terminaste? —preguntó Daniel, quien se encontraba en el umbral del cementerio.

—Por el momento—contestó ella serenamente.

—Traje tus cosas—soltó lanzándole un bolso exodus rojo.

—Mis cosas se quemaron junto con la casa—le recordó atrapando el bolso sin titubear.

—Estaban en el casillero del colegio—acotó él—. Por cierto, me sorprende encontrar esto entre tus pertenencias—se burló, sosteniendo un libro de Hush Hush entre sus manos.

— ¿De dónde crees que salió tu apodo? Ángel—remarqué la palabra ángel al pronunciarla.

—Ciertamente, tú y ese tal Patch comparten un gran parecido—aseguró confiadamente—. Ambos son unos egocéntricos, engreídos y testarudos—agregó con una amplia sonrisa.

—Corre angelito, porque cuando te ponga las manos encima, vas lamentarlo—soltó la pelirroja amenazadoramente. Él corrió y ella fue tras él.

 

Todo había cambiado de la noche a la mañana y aunque por el momento podían disfrutar de la tranquilidad, debían estar atentos ante los cambios, porque mientras existiesen los demonios, no habría paz en el mundo.

 

 

 

 

 

 

 




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