Entre el cielo y la Tierra

MI OFICINA

Llegué a casa muy feliz, le platiqué a mi madre como estuvo mi día. 

—No vuelvas hablar con ese Señor que se droga, es peligroso y por favor obedece.

—No mamá, no es malo, solo esta triste con su vida, pero lo prometo. —Mis promesas son sagradas.

Ese día fue el último que vi al señor Moisés, solo supe que alguien fue por él y se lo llevó a vivir a EUA, me dió mucho gusto que la vida le demostrara que sí había una persona preocupada por su vida. Yo le envié buenas vibraciones a su vida deseando desde mi corazón le fuera excelente en lo que estuviera haciendo. 

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Es mi último día en la oficina con mi hermana, por fin me voy a la mía. Ya tenía un florero, unos cuadros y algunos detalles que quería poner en mi escritorio,  ya sabía preparar café con canela y vainilla que estuve practicando en casa. Pero a mi jefe le gusta negro, me comentó que solo le resta el verdadero sabor al café agregarle algo más.

Los sábados salimos temprano, recuerdo que llegué al supermercado e irme a casa con mandado, darle un poco de dinero en efectivo a mi mamá que no quería aceptar porque era mío, yo lo había ganado, pero insistí...  Yo quiero dárselo a usted.  Lo aceptó con un abrazo y un beso que me obsequió.

Estaba segura que nuestra vida iba a mejorar, trabajando en equipo, ayudándonos mutuamente.

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Me fui con mi hermana a su oficina, la misma rutina de todos los días, yo odio las rutinas, me encantan las sorpresas y hacer algo diferente cada día. 

—¿Lista para irte a tu oficina? —Me preguntó mi jefe.

—¡Sí! —Casi gritando emocionada.       

Me mandó con los trabajadores a mi oficina. Había 3 casas móviles, al terreno le hacía falta mucha limpieza, la casa donde me quedaría de oficina estaba muy sucia, no había agua, ni luz, mucho menos teléfono, llevaban agua en botes. Es lo de menos, aquí me voy a entretener, me dediqué a limpiar el resto de la tarde la casa, no terminé pero al día siguiente lo haría.

Me desperté muy contenta,  llegué a la oficina pero sentí mucho miedo de entrar. La casa no tenía llave, así que surgió la valentía no sé de dónde, tomé un palo de madera que estaba tirado en la yarda y entré revisando hasta el último rincón.

No había nadie dentro, cerré la puerta y me dispuse a limpiar, tomé un bote con agua, un recipiente, y a dejar todo reluciente... Más tarde como a medio día entró un carro, salí a asomarme y era mi jefe. 

—¿Por qué estás encerrada?

 —Sentí miedo cuando llegué,  la puerta estaba abierta y temí que hubiera alguien dentro.

—No tengas miedo, enseguida hay velador,  yo le pagaré para que cuide éste terreno también. Pero me parece excelente que seas precavida, más tarde vienen los muchachos a limpiar.

—¿Tienes celular? 

—No. —Respondí avergonzada. 

—Buscaré planes en algunas compañías para darte uno,  así podemos estar en comunicación, si puedes cuando llegues a tu casa me llamas para que me digas como te fue.

—Claro, yo le llamo de casa.

Más tarde entró el pick up de mis compañeros, me puse muy contenta porque ya no estaría sola. 

Entró a la oficina un muchacho que  no conocía, de mediana estatura, gordito, ojos chicos.

—Hola Isabel, yo soy José... Hoy empecé a trabajar aquí.

—Mucho gusto José, ¡Bienvenido! Yo también tengo poco que entré a trabajar.

Fueron pasando los días...

Hice una linda amistad  con José, nos teníamos mucha confianza. Ese terreno tenía mucho trabajo, así que todos los días lo mandaban a la oficina. A la hora de la comida siempre estábamos juntos platicando y comiendo. 

Un día llegó mi jefe en ese horario. Teníamos los alimentos en el escritorio, le pidió a josé se saliera de la oficina. Yo estaba con mi corazón acelerado, imaginando que me regañara, no sé porqué pero así lo presentía y así fue.

Me pidió que no volviera a dejar entrar a José a comer conmigo, que daba muy mal aspecto la comida en el escritorio,  que cuidara mi amistad con José porque él no quería problemas o amoríos en la oficina. —Me sonrojé y le dije...

—Claro que no, sólo somos muy buenos amigos.

—Él no te ve como amiga ¿No te has dado cuenta?

—No es así de verdad, somos buenos amigos. Pero está bien, lo tendré presente. —Bajé la mirada sintiéndome muy triste y apenada.

Cuando llegué a casa mi hermana me platicó que le dijo el señor Roberto que yo era muy inocente, que le preocupaba que confiara en José. Me dijo que él le comentó que yo era muy bonita y que tenía ojos lindos.

No debió decirme eso nunca, no había noche desde que lo conocí que no soñara con él, curiosamente siempre era mi novio, esposo o amante y ese comentario intensificó mis ilusiones, mis sueños que nacieron desde el primer día que lo vi llegar a la oficina.

Al día siguiente pensé que sin ser grosera hablaría con José, pero mi mayor sorpresa fue cuando llegué a la oficina y allí estaba el señor Roberto.

—Buenos días Isabel ¿Cómo estás? 

—Muy bien gracias ¿Y usted? 

—Bien, muy bien, ayer no me llamaste y me quedé preocupado por ti. 

—Discúlpeme se me olvidó, pero no hubo ninguna novedad, no ha venido ningún cliente, pero estoy segura que pronto vendrán, es un lugar nuevo.

—Si, así pasa al inicio Isabel.  Los muchachos ya están limpiando y arreglando la yarda, van a pintar, limpiar y más limpiar. —sonriendo.

—Si, yo estaré al pendiente que dejen todo muy limpio y bonito.

—Está bien, ahora no olvides llamarme, estaré esperando tu llamada Isabel.

—No lo haré esta vez.

Eso me confirmaba que ya no vendría en el resto del día, podría platicar con José. Se llegó la hora de la comida y lo ví venir sonriendo. 

—¿Isa, ya comemos? Voy por una soda, ahorita vuelvo.

No me dejó hablar y sentí muy feo decirle que no podía estar en la oficina, así que cuando volvió comimos juntos platicando de miles de cosas y sonriendo. Se nos pasaba la hora como un segundo.




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