Ya casi es navidad. Mi época favorita de todo el año, ya quiero ver a toda mi familia reunida, a mis sobrinos, sobrinas. Amo mi familia, el olor de hogar, al pino de navidad, el nacimiento del niño Jesús. Ver adornada mi casa con muchos foquitos de colores y cenar juntos toda la familia.
Hoy llegó de sorpresa mi jefe. Sonriendo me dijo...
—Conversa con tu hermana, de lo que se les antoje cenar en la posada de navidad.
—¡Ay que padre! ¿Hace reunión para sus trabajadores?
—No son mis trabajadores, ustedes son mis colaboradores. —Me afirmó viendo fijamente a los ojos.
—Se escucha mejor así. —Le comenté
—Se siente mejor verlos así. A ver Isabel dime... ¿Qué te gustaría hacer ese día? —Sonriendo y levantando sus cejas pobladas.
—Estar con todos... Platicar... Convivir... Divertirnos y cantar. (Nerviosa respondía)
—¡Ahh!... ¿Cantas? —Sonreímos.
—No tanto así, solo si me lleva mariachi le cantaré.
—Ve ensayando las canciones que me vas a cantar Isabel. —Sonriendo hermosamente.
—¿Si llevará mariachi? —Pregunté extrañada.
—No lo sé, tal vez sí.
Me respondió dejando la duda en mí.
Su presencia me hace sentir admiración, felicidad. Siento una tremenda atracción... Su mirada y sonrisa son hermosas. Es un caballero. Que afortunada su esposa de conocerlo y enamorarse ambos a lo mejor yo me hubiera enamorado de él y él de mí en otro tiempo, en otra vida, pero no es así.
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Un día cualquiera llegó por la tarde Enrique antes de mi hora de salida, tomando cerveza con música a todo volumen.
—¿Puedo llevarte a tu casa? Isabel.
—No gracias, mi madre viene por mí todos los días.
—Y no le puedes hablar y decirle que yo la llevo a su casa señorita bonita.
Me sonrojé como siempre con él, acepté porque era mentira que mi madre iría por mí, si iba pero no todos los días, mi casa estaba relativamente cerca, así que no hubo mucho que platicar, pero como todo hombre creído iba manejando muy rápido, tal vez tratando de impresionarme o asustarme.
—¿No te da miedo la velocidad? —Me pregunta asombrado al no ver reacción mía de temor al ver lo mal que manejaba.
—Solo cuando maneja un estúpido que no sabe controlar el alcohol, usa el volante y velocidad para impresionarme.
—¡Ya me chingaste! Tienes razón. Estoy tomando cerveza ¿Quieres una?
—No, gracias.
—¿Pero si te gusta?
—Sí, es lo que me gusta tomar el vino u otra bebida alcohólica no me gustan.
—Qué rara eres. —Listo, llegamos a tu casa. —Se me quedó mirando con sus ojos negros.
—¿Entonces usted no es un caballero que abre la puerta a una señorita? Bueno, gracias Sr. Plebeyo.
ja, ja, ja, ja —Espera Isabel.
—Dígame.
—Otra vez me hablas de usted, bueno mañana te veo.
Me tomó del brazo y me dio un beso en la mejilla, pude percibir su perfume varonil riquísimo.
Yo estaba muy feliz por mi mariachi, por nuestra cena de navidad pero me agrada platicar con este hombre feo. Más tarde llegó mi hermana y le platiqué feliz, la sentí molesta... Sí, en verdad lo estaba.
—Yo ya me arreglé con el Sr. Roberto lo que se va hacer de cenar.
—Está bien. —Respondí seria, triste.
¿Porque me dijo que lo platicara con mi hermana? Si ellos decidieron por todos.
Entonces cambié de tema y le platiqué de Enrique.
—Que no entendiste que no hablaras con él, que no es un hombre educado.
—Me cae muy bien. ¿Porque te molestas? Él puede ser mi amigo aún cuando no sea tuyo.
—Le diré a mi madre que andas recibiendo en la oficina a un hombre casado y que a mi jefe le molesta.
—Yo no sabía que a él le molestara no me ha dicho nada, mañana le preguntaré.
—Yo te estoy diciendo que así es, no tienes que dudarlo.
—No, no es eso, solo quiero que me lo diga a mí Lourdes.
—No tienes por qué preguntarle nada, te va a regañar... Pero como quieras.
—No, está bien, tú lo conoces mejor que yo. —Caí en su juego de manipulación.
*****
Hoy sentí a José muy distante de mí, sin ganas de platicar.
—¿Te pasa algo José?
—Nada, tengo que trabajar Isabel.
—¿Te regañaron? ¿Verdad?
—No, déjame trabajar.
Sentí tristeza que me respondiera así, casi me fui llorando a la oficina.
Se llegó la hora de la comida y no fue conmigo, pensé que tenía problemas con su papá, (Como me platicaba) Se llegó la hora de salida, solo lo ví marcharse sin despedirse.
Increíble cómo nos preocupamos cuando de verdad valoramos una amistad. Le platiqué a Lourdes cuando llegué a casa.
—Tú lo haces sentir mal, no lo confundas.
—¿En que lo confundo? Él sabe que lo quiero mucho.
—¡Ay gorda! No sabes nada, de nada.
Me fui a dormir confundida, decidí no preocuparme ya me contaría en unos días él mismo que pasa, porque su cambio hacia mí.
******
Llegué un poco tarde a la oficina, veo la puerta abierta de nuevo sentí miedo entrar yo sola, tome mi palo mágico, fuí caminando pero por alguna extraña intuición no entré hasta la parte de atrás de la casa, si no que dije en voz alta "Pase, ahorita lo atiendo" cuando de repente sale un trabajador de la herrería de enseguida... Se me abalanzó. Me abrazó y trató de besar, yo desde que lo ví venir empecé a gritar, no recuerdo que hice con mi palo, pero pronto llegó el velador de la herrería y lo aventó contra la pared al tiempo que le decía groserías.
Yo, ya estaba en un mar de llanto, temblando, imaginado que me volverian a violar, justo en ese momento llegó mi jefe.
—¿Que pasa?
Muy preocupado. Al tiempo que se me acerca y el velador le explica lo sucedido. Con ternura me abrazó.
—No pasa nada, no te pongas así Isabel, "Estás temblando" Cálmate.