Salí consternada, muy triste, vacía, hueca, no podría dar vida a otro ser, es algo tan horrible saberlo.
Suena el celular y es mi jefe. Por un momento pensé en NO contestarle pero tenía que cumplir con mi trabajo.
—Mande Sr. Roberto.
—Isabel me tienes preocupado ¿Cómo estás? ¿Qué está pasando?
—Nada, estoy bien, no se preocupe, mañana me presento a trabajar.
—No me mientas ¿Que te dijo el Doctor?
—Solo tengo anemia, necesito comer bien, eso es todo.
—¿Estás segura que no hay nada más?
—Sí, lo estoy.
—Está bien nos vemos mañana, come y descansa.
—Gracias, muchas gracias, por preocuparse por mi.
Me fui a casa de Ángela, otra vez llorando a sus brazos, le cuento lo que me pasa, como me siento, que nunca seré madre, que encima de todo es un tratamiento caro y no tengo el dinero para comprar tanto medicamento.
—No te preocupes amiga, ya verás que todo se arregla, no es necesario que seas madre para que te realices como mujer, puedes adoptar, hay tantos niños solos en la calle, que sufren golpes de sus padres, que muchas veces los regalan.
—Sí, yo lo sé... Pero eso no me consuela, tú crees que un hombre no desea un hijo propio con la mujer que ama, al igual que la mujer, ningún hombre me querrá.
—Espérame aquí, ahorita regreso, va a llegar mi mamá platicas con ella para que no te aburras.
—Yo voy contigo.
—No, voy a comprar algo a la tienda y no quiero que camines.
—Está bien, te espero aquí. No tardes.
Tan linda mi amiga, regresó con betabel. Que me ayudara a recuperarme de la anemia, lo puedo comer de diferentes formas, inclusive crudo.
Cocinó unos para mi, me los comí deseando que eso me ayudara no solo con la anemia, si no para tener hijos, comería hasta ponerme morada yo tambien, si con eso podría ser madre.
Me fui a casa, mucho más tranquila, platiqué con mi madre, mi hermana, ya veríamos la forma para comprar el medicamento. Me dieron ánimo para sentirme mejor por no poder ser madre, tengo muchos sobrinos, mi hija postiza seguirá siendo la única.
La mayor parte de este día la pasé llorando, pensando que ningún hombre me iba a querer, ya no solo por ser una gorda, si no por ser infértil. Y sentía mucho coraje con el Universo, con Dios, con los hombres, conmigo misma.
*****
Me fui a trabajar más tranquila. Mi jefe ya no me preguntó nada, no había nada más que decir.
Entré a la oficina ya sin ningún miedo que hubiera alguien dentro, nada me importa.
Recibí la visita de Karla en los próximos días, platicamos mucho más tranquila, sin llorar, ya sabía de memoria todo lo que me decían... Todo pasa por algo, todo puede cambiar, la ciencia avanza progresivamente y bla bla bla que solo eran palabras para mi huecas.
******
Me encerré en mi habitación, en mi cueva, mi nido, no convivía ya con mis sobrinos, no comía a pesar que debía hacerlo. Seguía triste, me sentía sola, abandonada.
Un fin de semana vino mi hermano Roberto.
—Quiero hablar contigo Isabel.
—Dime.
—¿Porque chingados no me dices lo que te pasa?
—No pasa nada, estoy bien, es más anímico que de salud. Al tiempo que saca su cartera y me da $2,500 pesos.
—Compra tu medicamento ahorita, si necesitas algo más llámame y por favor, cuídate.
Siempre cuidándonos sin ninguna obligación, lo abracé, le agradecí su apoyo, pero sobre todo la muestra de su amor por mí. Cercas de mi casa estaba una farmacia y fui a comprar los medicamentos, me sobró dinero y lo guardé para la próxima cita con el ginecólogo.
Me sentí muy feliz, agradecida, me sentía mucho mejor con ánimo de seguir adelante con mi vida, me sabia amada por mi hermano.
Me cuidé mucho, me alimenté sanamente y conscientemente de lo que debía y no comer. Terminé mi tratamiento, fui a la siguiente consulta y estaba mucho mejor, pero me repitió lo que menos me interesaba volver a saber.
—No podrás tener hijos, no lo intentes porque pones en riesgo no solo tu vida si no la del bebé. Cuando vayas a iniciar tu actividad sexual ven para darte anticonceptivos que te harán muy bien de todas maneras para tu problema hormonal.
—No me interesa, pero gracias, lo tendré presente.
Saliendo le llamé a mi hermano para avisarle que ya no sería necesaria la cirugía, que ya estaba muy bien.
—¿Podrás tener hijos?
—No, eso no cambió, ni cambiará, pero ya lo superaré, son muy enfadosos los niños. Sonreí fingiendo que no sentía dolor alguno. Para no preocuparlo.
—Me da gusto que estés mejor, lo otro tal vez pueda cambiar con el tiempo, hasta luego, me saludas a todos.
—Así lo haré, gracias.
Fui a casa de mi amiga Karla y de allí nos fuimos con Ángela a platicar de todo un poco, guardé silencio en la mayoría de las pláticas, Karla se fue temprano, yo me quedé un poco más, conocí a la pareja de Ángela y no me agrado nada.
No me gusta como manda a los niños, parece que es muy celosa, hasta de mi amistad con Ángela. Eso lo veo como control sobre ella, pero deberá darse cuenta por ella misma.
Al parecer ya viven juntas, me sentí algo incómoda y me despedí.
Como siempre a la salida ella podía platicarme algo más de lo que no quería que escuchara su pareja.
—Amiga, tengo que decirte algo malo que hice, pero por favor no te vayas a enojar conmigo.
—¿Qué hiciste? ¿Le dijiste a Marcos que no puedo tener hijos?
—No amiga, ¿Como crees? Sólo le pedí viniera ahora.
—¡Noo amiga, no lo vuelvas hacer!
—Amiga dale la oportunidad, estoy segura que te quiere de verdad, me habla de ti siempre y viene solo por ti. Y precisamente allí viene.
—¡Hola chabela!
—Jaaa dale con ese nombrecito, ya me da risa más que coraje, ¡Hola Marcos!
—Vámonos.