—¡Levántate, Alis! — escuché a mi madre gritarme con la voz áspera —vas a cumplir 18 y aún no puedes despertarte ¡sola!
—Ya voy, mamá —dije bostezando, levantándome de mi acogedora y calientita cama.
Cuando abrí la puerta de mi habitación, me encontré con mi madre caminando de un lado para otro, como buscando algo.
—Buenos días, mamá. ¿buscas algo?
—Buenos días, hija. Busco mi insulina; no la encuentro.
—¿Dónde la viste por última vez?
—En mi habitación, pero ya busqué ahí y no la he encontrado.
—has buscado en tu bolso —señale el pequeño bolso negro que colgaba en la manija de la puerta del baño.
Mi madre dejó de buscar su insulina en el sillón y se acercó a la puerta del baño para revisar en su bolso.
—Aquí está —dijo aliviada— me queda poco, pero es suficiente para dos días más si la raciono.
—¡Más! ¡¿Vas a racionar más tu insulina?!
—No tengo de otra, cariño. El dinero no nos alcanza; ya casi no tenemos para comer y tengo... deudas.
—¡¿Qué?! —dije pasmada— ¿Cómo que deudas?
—Cálmate, Alis. Debo hace poco el dinero.
—Hace cuanto...
—Alis...
—¡Hace cuánto, mamá!
—Hace un mes.
esto esta mal muy mal.
—¿Por qué no me comentaste nada antes? Podría haber te ayudado buscando trabajo.
—Tenías que estudiar para el examen de la universidad y no quería que te preocuparas.
—Pero... hace tiempo ya pasé el examen, estuve algunas semanas sin hacer nada pensando que todo estaba bien. Podrías haberme dicho lo de las deudas o que teníamos de nuevo más problemas económicos. ¡Podía buscar un trabajo! y no tendrías que pedirles prestado dinero a otras personas...
—Alis... hija, sé que no te gusta que pida prestado dinero por lo ocurrido con tu papá —dijo con la voz baja— pero las cosas han estado yendo muy mal en el trabajo. La pequeña empresa de comida está en quiebra por el problema que hubo con un cliente, es probable que pronto cierren.
No dije nada, me quedé pensando en mi padre. Él murió cuando tenía 15 años. por una gran deuda que tenía con unos hombres porque en ese tiempo mi mamá enfermó más grave con la diabetes, y el sueldo de mi padre no le alcanzaba para pagar facturas médicas, la luz, el agua, entre otras cosas esenciales. Entonces, le pidió prestado a estos hombres y, como no pudo pagarles, lo mataron.
—Cariño, yo sé que lo que ocurrió aún te duele... a mí también... ¿A Quién no le dolería? Desde que él no está con nosotras, las cosas se han puesto mucho más difíciles aún.
—Mamá, yo no quiero que te pase lo mismo que a papá —dije con voz de preocupación—. Prométeme que cualquier problema de dinero que tengamos me lo dirás, y así buscaremos una solución juntas.
mi madre suspiro
—Está bien, hija. Te lo prometo, no más secretos entre nosotras —dijo con una voz dulce y acercándose a mí para luego abrazarme.
Mientras nos abrazábamos, cerré mis ojos un momento recordando hermosos momentos con mi padre... momentos que nunca volverían, momentos que ahora solo eran recuerdos, recuerdos que con el pasar del tiempo olvidaría, por más que no quisiera.
No quiero olvidarle, padre.
las lágrimas que llevaba reteniendo empezaron a caer de mis ojos y bajaban lentamente por mis mejillas.
Mi madre se apartó un poco de mí para mirar y puso sus manos en mis hombros.
—Sé que todo lo que está pasando en este momento es difícil, pero lo superaremos juntas, como ha sido estos últimos tres años. Las dos saldremos adelante, sin importar lo difícil que sea. —Prométeme, cariño, que vas a estudiar, no te vas a rendir y algún día serás una de las mejores doctoras.
—Te lo prometo, mamá —respondí llorando aún más—. Y cuando lo sea, te prometo que tendremos una mejor vida.
—Te quiero, mi hermosa hija.-sonrió.
—Y yo a ti, mamá.
—Ya me tengo que ir a trabajar —dijo secándome las lágrimas que tenía—Que te vaya bien en tu primer día de universidad.
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—Lo siento, Alis, pero ya no hay insulina —dijo la señora que se encargaba de la farmacia.
—¡No puede ser! —pase la mano por mi rostro estresada—¿Sabe cuándo tendrán más insulina?
—Nos abasteceremos dentro de dos semanas, lo siento, Alis.
Genial, y ahora, ¿qué haré? Esta es la farmacia más cercana a mi casa, y la que me deja a menos precio todo.
—Ni modo —suspire—. Compraré la insulina de camino a la universidad. Gracias de todos modos... Cuídense. Adiós.
—Adiós, Alis. Mándale saludos a tu mamá.
Cuando salí de la farmacia, sentí una pequeña brisa fría del otoño y tomé una calle amplia para dirigirme a la universidad. El suelo se encontraba alfombrado con una paleta de colores que van desde el amarillo brillante hasta el rojo profundo, creando una alfombra natural que crujía bajo mis pasos.
La zona en donde vivo siempre se ha visto tan apagada las paredes de las casas y edificios están agrietadas y con la pintura tan gastada que parecía que en cualquier momento todo se iba a desplomar. pero curiosamente en las épocas de otoño esto da un toque acogedor a la zona. El cielo, teñido de tonos se ven muy hermoso.
por eso el otoño es mi estación favorita del año.
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Llevaba ya 1 hora caminando hasta que llegué a la plaza principal de la ciudad, donde había muchos restaurantes elegantes y tiendas.
el otoño están bonito que hace tan fácil que me distraiga, podría pasar horas sentada viendo cmo las hojas caen de los arboles.
—¡Ay! —grité mientras caía a la vereda.
Mi torpeza no tiene límites.
Cuando levanté la mira, me encontré con Emma.… mi acosadora desde la secundaria.
HACE 5 AÑOS
Había ingresado a una secundaria prestigiosa gracias a mis buenas calificaciones. Pero claro, a los demás estudiantes no les agradó la idea de que una persona que no era de su nivel economico estuviera entre ellos.