Eleonora paseaba por el jardín del castillo. Mientras caminaba, Isabelle, su caballero real, la observaba con insistencia.
Eleonora la miró por un momento. —¿Está todo bien? —preguntó, levantando una ceja, ligeramente divertida y curiosa.
—Oh, eh, sí, mi lady, todo está bien —respondió Isabelle, su mirada permaneciendo en ella un momento más de lo necesario.
—Bueno, supongo que debería regresar a mis aposentos —dijo Eleonora.
Se dirigió hacia sus aposentos, con Isabelle caminando a su lado. La caballero permaneció en silencio, manteniendo su guardia. Finalmente, llegaron a la puerta de los aposentos de Eleonora.
—La acompañaré adentro, mi lady —dijo Isabelle, su tono sonando más firme de lo que pretendía.
Eleonora entró en sus aposentos, el cálido resplandor del atardecer filtrándose a través de las ventanas. Isabelle la siguió de cerca, cerrando la pesada puerta de madera con un suave clic. Su armadura resonó suavemente mientras se adentraba en la habitación, posicionándose cerca de la ventana para mantener la vigilancia.
—Mi lady, ¿le gustaría que me quedara aquí con usted un tiempo? —preguntó Isabelle, sus ojos ámbar encontrándose brevemente con los de Eleonora antes de apartarse, un leve rubor tiñendo su rostro. Sus dedos golpearon ligeramente la empuñadura de su espada, traicionando su habitual compostura. Eleonora notó cómo su cabello castaño rojizo captaba la luz decreciente, enmarcando sus rasgos con un suave resplandor dorado.
Eleonora echó un vistazo a Isabelle con una sonrisa. Su rostro se iluminó con una calidez genuina. —Por supuesto, Isabelle. Me encantaría que te quedaras —dijo, su tono suave y amigable.
Isabelle asintió ligeramente, un gesto contenido pero visible en su rostro. —Gracias, mi lady. Estoy aquí para protegerla.
Isabelle se acercó a una silla cerca de la puerta y se sentó con suavidad, su armadura crujiendo levemente al hacerlo.
Las dos sirvientas, Mary y Eliza, entraron con pasos ligeros, llevando recipientes con agua humeante y artículos de baño. Mary era una mujer rubia de cara redonda y sonrisa amplia, mientras que Eliza tenía el cabello castaño claro y ojos avellana. Ambas inclinaron la cabeza en señal de respeto al ver a Eleonora.
—Mi lady —dijo Mary—, estamos aquí para prepararle su baño de la tarde, como es habitual.
Comenzaron a llenar la gran bañera de cobre que estaba escondida detrás de una cortina en un rincón de los aposentos. Eleonora miró a Isabelle, notando cómo su postura se tensaba ligeramente al ver a las sirvientas. —¿Te incomoda si las dejo que preparen mi baño? No tardarán.
Isabelle inclinó la cabeza, intentando disimular su incomodidad. —Por supuesto, mi lady. Lo siento, no pretendía... —comenzó a hablar más suavemente y se detuvo.
Eleonora sonrió para tranquilizarla y avanzó hacia la cortina. —No hay necesidad de disculpas, Isabelle. Puedes quedarte si lo deseas.
—Gracias, mi lady. —Isabelle asintió y se puso de pie, ajustando su armadura con un crujido suave. Se acercó a la cortina, su cabello rojizo oscuro cayendo en cascada por su espalda mientras caminaba. —¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
Isabelle se detuvo al borde de la cortina, sus ojos ámbar escaneando la habitación una vez más antes de posarse en Eleonora. Sus dedos jugueteaban con el borde de su guante de armadura, revelando una ligera tensión en sus hombros.
Eleonora se volteó hacia Isabelle, la tensión en sus dedos era visible mientras intentaba agarrar los complicados lazos de su vestido. —Isabelle, ¿podrías ayudarme? No puedo alcanzar —pidió. Una ligera sonrisa jugueteó en sus labios mientras miraba a su caballero.
Isabelle se acercó con paso lento, sus ojos ampliándose ligeramente al acercarse a ella. Su armadura crujió suavemente a medida que avanzaba. —Por supuesto, mi lady.
Se detuvo detrás de Eleonora, sus dedos enguantados deslizándose a lo largo de la parte superior del vestido. Sus dedos se entretuvieron con el primer lazo, deshaciéndolo con movimientos delicados. —Si lo necesita, por supuesto —dijo. Su voz era tranquila y baja, solo para los oídos de Eleonora. El calor de su cuerpo a su espalda era perceptible mientras trabajaba en los lazos.
Eleonora se deslizó suavemente hacia abajo mientras Isabelle continuaba deshaciendo sus lazos. Mary y Eliza terminaron de llenar la bañera y se dirigieron hacia la puerta.
Eleonora sonrió cordialmente a Mary y Eliza mientras se preparaban para irse. —Gracias por todo, chicas. Siempre sois tan amables conmigo —dijo, su tono genuinamente agradecido.
Mary sonrió ampliamente, ruborizándose levemente. —Fue un placer, mi lady. Agradecemos la oportunidad de servirla —dijo Mary, inclinando la cabeza en señal de respeto. Eliza también asintió, un brillo de admiración en sus ojos avellana.
Isabelle se detuvo por un instante, su respiración pausada en la oreja de Eleonora mientras terminaba de deshacer el último lazo. Su armadura crujiente era el único sonido en el silencio de la habitación. —¿Desea que me quede mientras se baña, mi lady? —preguntó. Su tono era más suave de lo habitual, sus palabras saliendo en un murmullo. Sus dedos se detuvieron en la parte superior de la espalda de Eleonora, los enganches de su vestido desatados pero aún cubriéndola.
Eleonora sonrió suavemente a Isabelle y le dijo: —Hacemos años que nos conocemos, no me importa si te quedas. —Su confianza en ella era clara en sus palabras y en la postura relajada de su cuerpo.
Isabelle asintió con un pequeño gesto de cabeza, una sonrisa fugaz cruzando su rostro. —Por supuesto, mi lady. La protegeré como siempre. —Se colocó en una silla cercana a la bañera, su armadura crujiendo levemente al sentarse. Isabelle se volvió hacia Eleonora y se acomodó. —La veré desde aquí.
Eleonora se acercó a Isabelle, su vestido susurrando suavemente al caer al suelo. La mirada de Isabelle se posó en ella por un instante antes de apartarse rápidamente, un ligero rubor formándose en sus mejillas. —¿Puedo preguntarte algo, Isabelle? —preguntó Eleonora, su tono curioso y amigable mientras se dirigía hacia la bañera.
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Editado: 31.03.2025