Entre Espadas y Susurros

El Peso del Deber

Al entrar en el salón, el rey se levantó de su asiento en la mesa principal, una sonrisa cálida en su rostro mientras la observaba. —Bueno, hija mía. ¿Te encuentras bien? —preguntó. Su tono era afectuoso y preocupado mientras la miraba.

Eleonora sonrió y asintió con la cabeza, sintiéndose cómoda en el vestido fresco y ligero que Isabelle le había puesto. —Sí, padre. Estoy bien —dijo. Se dirigió a su asiento en la mesa principal, con Isabelle siguiendo de cerca detrás de ella.

El rey se sentó de nuevo y miró hacia Isabelle. —Caballero Isabelle, gracias por cuidar de mi hija. Por favor, únete a nosotros en la mesa —dijo.

Isabelle inclinó la cabeza en señal de respeto y asintió levemente. —Gracias, mi señor —dijo. Se colocó en el asiento a la derecha de Eleonora, su armadura crujiendo suavemente al sentarse.

El rey levantó su copa y la mesa se llenó con el sonido de las copas alzadas. —Por la salud y felicidad de todos en el reino —dijo. Bebió un sorbo y miró hacia Eleonora con una sonrisa—. Hablando de felicidad, hija mía, he estado pensando en tu futuro —dijo. Su tono se volvió más serio mientras la miraba—. ¿Has considerado alguna vez el matrimonio?

La mirada hacia la reina Rose fue inevitable antes de responder, notando su rostro serio y elegante mientras observaba la conversación. La reina Rose era una mujer impresionante con cabello rubio ceniza y ojos azules profundos que reflejaban sabiduría y autoridad. Su presencia en la mesa era imponente, su postura erguida y graciosa. Ella asintió levemente a su gesto, apretando ligeramente la servilleta que sostenía en su regazo.

El rey Fuller se inclinó hacia adelante, esperando su respuesta con interés genuino. —¿Te importaría contestar, hija mía? —preguntó.

Eleonora se tomó un momento para considerar la pregunta, sintiendo el peso de las miradas del rey Fuller y la reina Rose sobre ella. Isabelle permaneció silenciosa a su lado, pero podía sentir su presencia protectora y tranquilizadora. —El matrimonio —repitió lentamente, organizando sus pensamientos—. No lo he considerado en serio, padre. Supongo que pensé que había tiempo de sobra.

El rey Fuller asintió comprensivamente, su rostro reflexivo. —Entiendo. Pero hija mía, debes saber que tu felicidad y el futuro del reino son muy importantes para nosotros —dijo.

Eleonora se inclinó hacia adelante en su asiento, mirando a sus padres con curiosidad y confusión mientras hablaba. —Pero está mi hermano, el príncipe Bast. Creo que él era el heredero por sus triunfos —dijo. Su tono era inquisitivo y un tanto confundido mientras miraba alternativamente al rey Fuller y la reina Rose.

El rey Fuller exhaló lentamente, su rostro volviéndose serio mientras la miraba. —Hija mía, sí, tu hermano ha logrado grandes victorias para el reino —dijo. Se inclinó hacia adelante, sus ojos mirando fijamente los de Eleonora—. Pero el liderazgo y la sucesión al trono no se basan únicamente en la valentía en batalla.

La reina Rose intervino, su tono suave pero firme mientras hablaba. —La verdadera gobernanza requiere más que solo la habilidad para luchar, hija mía —dijo. Su mirada se volvió hacia Eleonora, sus ojos azules profundos reflejando sabiduría y amor paternal—. El príncipe Bast ha demostrado ser valiente en el campo de batalla, pero tú... —Se detuvo por un instante, una sonrisa cálida en sus labios—. Tú tienes un don para entender a las personas y unir a todos en el reino.

Isabelle permaneció silenciosa al lado de Eleonora, pero podía sentir su mirada fija en ella, orgullosa de sus cualidades. Eleonora agradeció con la cabeza, asimilando las palabras de sus padres. —Entiendo, padre. Madre —dijo. Miró hacia Isabelle, quieta a su lado, y luego de regreso al rey Fuller y la reina Rose—. Pero, ¿qué pasa conmigo? ¿Por qué creen que soy más adecuada para gobernar?

El rey Fuller sonrió, orgullo reflejado en su rostro mientras la miraba. —Eres compasiva y sabia más allá de tu edad, hija mía —dijo. Se inclinó hacia adelante, hablando en tono más suave—. Has demostrado una gran habilidad para resolver conflictos y hacer que todos se sientan valorados y escuchados.

La reina Rose asintió, su rostro serio pero comprensivo mientras la observaba. —Y tienes un don especial para entender las necesidades de todos en el reino, desde los más humildes campesinos hasta los nobles más prominentes —dijo.

Isabelle permaneció silenciosa, pero Eleonora podía sentir su mirada fija en ella, orgullosa de sus cualidades. —Pero padre, madre —dijo Eleonora, inclinándose hacia adelante, curiosidad y preocupación reflejadas en sus palabras—. ¿Y si no estoy preparada?

El rey Fuller se inclinó hacia atrás en su asiento, una sonrisa cálida en su rostro mientras la miraba. —Hija mía, todos tenemos que aprender y crecer —dijo. Su tono era tranquilizador y alentador mientras continuaba—. Lo importante es que tienes la disposición de aprender y mejorar.

La reina Rose asintió con la cabeza, sus ojos azules profundos reflejando sabiduría y amor paternal mientras hablaba. —Y no estarás sola en este proceso, hija mía —dijo. Su mirada se volvió hacia Isabelle por un instante antes de regresar a Eleonora.

Eleonora se inclinó hacia adelante y susurró, con un tono de deseo y resignación en sus palabras. —Pero yo quería ir de aventuras como mi hermano —dijo.

La reina Rose se sorprendió visiblemente al escuchar su susurro, sus ojos azules profundos abriéndose de par en par ante sus palabras. El rey Fuller miró hacia ella con comprensión y preocupación en su rostro. —Hija mía —dijo. Su tono era tranquilo pero firme mientras la miraba—. Entiendo que quieras explorar el mundo y tener aventuras, pero...

Eleonora se inclinó hacia adelante, interrumpiendo al rey Fuller con un tono apasionado y desafiante. —No es justo que mi hermano sea el único que pueda y yo deba quedarme atrás de estos muros —dijo. Su mirada se volvió feroz mientras hablaba, las palabras saliendo en un torrente apasionado desde sus labios—. ¿Por qué él puede ir a batallas y conquistar tierras, pero yo no puedo siquiera explorar el bosque?




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