El rey Fuller se volvió hacia Eleonora, su expresión suave pero firme.
—Mi querida hija —dijo con tono tranquilo pero firme—, ¿te gustaría ir a tus aposentos ahora?
Eleonora sintió la tensión en el aire mientras consideraba la propuesta de su padre. Unas lágrimas se formaron en sus ojos, pero logró contenerlas.
—Sí —respondió finalmente con tono suave pero tranquilo, asintiendo con la cabeza lentamente—. Creo que sí.
La reina Rose se acercó a Eleonora, poniendo un brazo alrededor de sus hombros con cariño y comprensión.
—Ven, mi querida hija —dijo con tono firme pero tranquilo—, te acompañaré a tus aposentos.
Eleonora se giró hacia la puerta del salón, lista para seguir a su madre a sus aposentos. Mientras caminaba, la emoción pesaba en su pecho. Podía sentir la ausencia de Isabelle como un vacío en su interior. Su madre la guió suavemente por el corredor del castillo, sus pasos tranquilos y seguros al lado de los suyos.
—¿Te sientes bien, cariño? —preguntó con tono firme pero tranquilo, mirando hacia ella con preocupación y comprensión.
—Sí, madre —respondió Eleonora con tono suave pero tranquilo, intentando calmar su preocupación—. Estoy bien.
A pesar de sus palabras tranquilizadoras, una tristeza se reflejaba en su rostro. La reina Rose apretó suavemente su hombro con comprensión.
—Sé que te preocupas mucho por Isabelle —dijo con tono firme pero tranquilo—. Pero recuerda que está cumpliendo su deber como tu caballera real. Pronto regresará sana y salva.
Llegaron a los aposentos de Eleonora, una habitación espaciosa con ventanas que daban al jardín del castillo. La reina Rose abrió la puerta y le permitió entrar primero.
Eleonora entró en sus aposentos con movimientos lentos y reflexivos, mirando hacia la habitación decorada con tapices coloridos y muebles lujosos. La reina Rose entró detrás de ella, cerrando suavemente la puerta al paso.
—¿Hay algo que necesites, mi querida hija? —preguntó con tono firme pero tranquilo, mirando hacia ella con preocupación y comprensión.
Eleonora se acercó a la ventana, mirando hacia el jardín del castillo más allá. Las flores danzaban suavemente con el viento, recordando las flores silvestres que le pidió a Isabelle traer.
—No, madre.
Eleonora observó desde la ventana de sus aposentos cómo los soldados se reunían en el patio del castillo. Sus armaduras brillaban bajo la luz del sol mientras se preparaban para partir. Isabelle se destacaba entre ellos, su armadura real resplandecía y su cabello rojo brillaba con intensidad. Se puso de pie sobre su caballo, hablando con los soldados con autoridad y confianza. Sus gestos eran decisivos y seguros mientras les daba instrucciones. La escena era un testimonio de su habilidad y liderazgo como caballera real.
Eleonora se quedó en la ventana observando a Isabelle y los soldados mientras se preparaban para partir. Una mezcla de emoción y preocupación cruzó su rostro al verla desde la distancia. Su figura imponente y su confianza eran claramente visibles mientras daba órdenes a sus subordinados.
La reina Rose se acercó a Eleonora, poniendo una mano suave sobre su hombro.
—Mi querida hija —dijo con tono firme pero tranquilo—, ¿estás segura de que no necesitas nada?
Antes de responder la pregunta de su madre, Eleonora se giró hacia ella con emoción y preocupación en su rostro.
—¿Es necesario que vaya? —preguntó con tono suave pero tranquilo, gesturando hacia Isabelle y los soldados reunidos en el patio del castillo—. ¿Hay más caballeros reales aquí que pudieran ir en su lugar?
Su madre se acercó a la ventana, mirando hacia afuera con comprensión y ternura en su mirada.
—Lo siento, mi querida hija —dijo con tono firme pero tranquilo—, pero Isabelle es la mejor caballera real que tenemos. Su capacidad en combate y su juicio son incomparables.
Se volvió hacia Eleonora, poniendo una mano suave en su hombro.
—Además, como tu caballera personal, es su deber protegerte y defender el reino.
Una tristeza cruzó el rostro de Eleonora al escuchar las palabras de su madre.
—Pero —insistió con tono suave pero tranquilo—, ¿y si algo le pasa?
La reina Rose abrazó suavemente a Eleonora, ofreciendo consuelo y comprensión.
—Entiendo que te preocupes por Isabelle —dijo con tono firme pero tranquilo—, pero debes confiar en su habilidad y dedicación. Hacer su trabajo es parte de lo que la hace tan valiosa como caballera real.
Mientras hablaba, Eleonora vio a Isabelle montar su caballo con gracia y autoridad. Sus movimientos eran fluidos y seguros mientras se preparaba para partir.
El rey Fuller entró en los aposentos de Eleonora, su presencia imponente y su mirada seria.
—Mi querida hija —dijo con tono firme pero tranquilo—, Isabelle está a punto de partir. ¿Te gustaría despedirla?
—Te doy mi palabra de que regresará sana y salva —dijo su padre.
El rey Fuller se acercó a la ventana, mirando hacia el patio del castillo con autoridad y preocupación. Eleonora vio cómo Isabelle cabalgaba su caballo hacia la puerta del castillo, seguida por los soldados. Una parte de ella quería correr hacia Isabelle y pedirle que no se fuera, pero otra parte entendía la importancia de su misión.
—Sí, por favor —respondió finalmente Eleonora con tono suave pero tranquilo, asintiendo con la cabeza lentamente—. Me gustaría despedirla.
La reina Rose sonrió ligeramente, viendo la determinación en los ojos de Eleonora.
—Por supuesto, mi querida hija —dijo con tono firme pero tranquilo—. Vamos.
El rey Fuller asintió con la cabeza, ofreciéndole su brazo con cortesía real.
—Aquí, mi hija —dijo con tono firme pero tranquilo—. Apóyate en mí.
Eleonora aceptó el brazo de su padre con gratitud, apoyando su mano en su brazo fuerte y firme. La reina Rose se colocó al otro lado de ella, ofreciendo apoyo y comprensión mientras salían todos de sus aposentos. Caminaron por el corredor del castillo hacia las escaleras que conducían al patio principal. El rey Fuller habló mientras caminaban, su tono tranquilo pero firme.
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Editado: 31.03.2025