1718 d.p.S: Sapphire.
El aire frío del amanecer parecía traspasar las gruesas paredes del castillo mientras caminaba por los pasillos. Cori y Alexander me habían insistido durante días en que viese con mis propios ojos lo que estaba ocurriendo en el pueblo. Según ellos el hambre y las enfermedades se estaban extendiendo más rápido de lo que cualquiera quería admitir. Decidí que, si había alguna oportunidad de hacer algo, no podía ignorar esa realidad.
Vestida con un abrigo de lana gruesa y un vestido sencillo, salí del castillo con ellos como escoltas.
Cuando llegamos al primer refugio, un edificio maltrecho con paredes agrietadas y un techo remendado, el olor a enfermedad y descomposición me golpeó como una ola. Entramos, y la visión me dejó sin aliento. Hombres, mujeres y niños yacían en camastros improvisados, envueltos en mantas raídas. Sus rostros estaban pálidos, muchos de ellos cubiertos de sudor frío o con heridas infectadas.
Una anciana con las manos temblorosas intentaba limpiar la frente de un niño febril con un trapo húmedo.
—No tenemos suficientes medicamentos —explicaba en voz apagada. —Apenas nos alcanzan los alimentos para los que están fuertes para comer.
Mi garganta se cerró, pero me obligué a mantener la compostura. Observé el lugar detenidamente: la falta de organización, la ausencia de utensilios básicos, la desesperación en los ojos de los enfermos. Corina me tocó el brazo suavemente.
—Este es uno de los muchos refugios, Alteza.
Quizás si alguien… un momento.
Fue entonces cuando la idea comenzó a formarse en mi mente: un lugar dedicado exclusivamente al cuidado de los enfermos, donde no dependieran de la caridad dispersa de los campesinos. Un lugar que podría cambiar el destino de estas personas. Financiado por algunos impuestos y tesoro del Estado.
Si, crear un hospital aseguraría que el pueblo se sienta acompañado de sus gobernantes.
Me di vuelta hacia mis acompañantes.
—Sé qué podemos hacer.
Al salir del refugio, decidimos caminar por el mercado cercano. Corina quería asegurarse de que mi presencia no llamara demasiado la atención, pero algunos campesinos ya empezaban a susurrar. Mi rostro les resultaba familiar, aunque mi vestimenta sencilla les hacía dudar.
Mientras paseábamos entre puestos de frutas, telas y utensilios, un hombre joven apareció frente a mí, su figura destacando entre la multitud. Su cabello grisáceo y porte elegante contra restaban con el bullicio del alrededor.
Cassian.
Nuestro encuentro en el baile me dejó una gran curiosidad por saber quién era este muchacho, pedí a Alexander que lo investigara un poco y no encontró ningún registro con ese nombre. Así que verlo allí, después del baile, resultó en una gran sorpresa.
—Cassian.
Él inclinó la cabeza ligeramente para saludar. —Princesa.
Hablamos brevemente, siempre rodeados de ruidos y gente. Cassian seguía siendo un misterio, y seguía negándose a revelarme su apellido. Si presencia resultó ser… reconfortante.
Sus últimas palabras antes de despedirse fueron:
—Espero que las cosas mejoren, para el pueblo… nos volveremos a ver, mi princesa.
[***]
El viaje de regreso fue silencioso, pero mi mente no dejaba de trabajar. Cuando llegamos al castillo, me dirigí directamente a mi escritorio. Pasé horas escribiendo y dibujando planos improvisados para el hospital. Pensé en cómo estructurarlo, qué recursos necesitaría, y cómo presentarlo al rey. Era ambicioso, lo sabía, pero también necesario.
Durante la cena, decidí que no podía esperar más. Después de un par de formalidades, esperé el momento adecuado para hablar.
—Padre —comencé—, he visitado la ciudad hoy, vi muchos refugios y la verdad la situación es desesperante allí; los refugios están saturados, no tienen medicamentos y la comida escasea.
Rupert alzó la vista de su copa de vino, intrigado.
—Y… quisiera construir un lugar con la suficiente capacidad para atender a heridos y enfermos para que sean atendidos y curados adecuadamente, para todos aquellos que lo necesiten. —hice una pausa y prosegui—Así el pueblo notaría que sus gobernantes se preocupan por ellos y su estabilidad.
El rey escuchó en silencio mientras explicaba los detalles. Aunque parecía considerar mis palabras, no me dio una respuesta inmediata.
Oliver, sin embargo, permaneció en silencio, su rostro mostrando algo que no supe interpretar del todo. Fue después, cuando ya estaba en mi habitación, cuando me di cuenta de lo que pasaba. Al parecer, se había sentido herido porque no le hablé sobre mis planes antes de presentarlos al rey.
[***]
La noche siguiente estaba envuelta en un frío silencioso, interrumpido únicamente por el crepitar de las chimeneas del gran comedor. La mesa estaba adornada con candelabros dorados, frutas frescas y panes recién horneados. Los aromas cálidos de los platillos llenaban el aire.
Marie estaba sentada al lado de Rupert, su postura impecable como siempre, observando con ojos calculadores cada movimiento de la sala. Mis dos medios hermanos conversaban en voz baja, Jacob jugaba con algunos muñecos e Iriana le contaba algunas historias de caballeros.
Rupert, en el centro de la mesa, carraspeó para llamar nuestra atención. Sus ojos recorrieron a cada integrante de la mesa, deteniéndose unos segundos más en mi, algo que me hizo ponerme en alerta.
—He tomado una importante decisión —anunció con voz grave, mientras colocaba el cuchillo junto a su plato —. Una decisión que beneficiará al reino y traerá estabilidad en estos tiempos inciertos.
—Padre, ¿a qué se refiere? —preguntó Oliver, inclinándose levemente sobre la mesa.
Rupert no respondió inmediatamente, sino que, su mirada se posó en mí y su expresión se suavizó un instante.
—Sapphire —dijo finalmente, con una voz solemne —, he recibido una propuesta de matrimonio para ti.
Editado: 09.12.2024