Entre estas cuatro paredes

Día 1

La luz del sol entra por mi ventana en forma del anuncio de un nuevo día. Como cada mañana, me volteo de manera que el sol no pueda tocar mi rostro, y admiro el guardarropa que está de este lado del cuarto, lo veo sin observarlo, simplemente clavo mi mirada mientras mi mente procesa que debo levantarme. Hoy es uno de esos días. Demonios, como aborrezco estos días. Me volteo una vez mas para ver el techo, poniendo un brazo sobre mi frente para evitar la luz en mis ojos. Cada vez que veo arriba, siento como si estuviese buscando algo. Como si verdaderamente existiese algo sobre mi cabeza que fuese mejor que la realidad en la existo. Existir. Es un termino bastante curioso. ¿Qué es lo que implica existir? Hay días que siento que es lo único que puedo hacer bien, pero otras veces pareciera que ni siquiera soy capaz de completar esa tarea exitosamente.

 Me siento en la orilla de la cama mientras mi mirada se fija en un zapato, y pienso en todas las cosas que tengo que hacer y lo mucho que no quiero hacerlas. Cierro los ojos un instante e inhalo el cálido aire del ambiente, exhalo casi como un suspiro involuntario, mi cuerpo parece tan cansado como mi mente. Después de darle tantas vueltas a esta sencilla tarea, finalmente mis pies responden a mis comandos, y me levanto, dirigiéndome directamente al baño, me siento tan cansado. Veo mi rostro en el espejo. Luzco horrible. Que asco, andar así por la vida. Ojalá pudiese cambiar la forma de mi rostro. Me lavo la cara como acostumbro y comienzo con mi rutina de higiene personal, podre verme como una basura, pero no planeo oler como tal. Todo parece marchar en automático, mis manos conocen el exacto lugar de las cosas, incluso en este desastre que llamo orden, y todo mi cuerpo parece saber el rol que le toca. Mi mente es la única que no conoce su papel. Siempre estoy en otro mundo. Es lo que mi padre pregona cada vez que puede. Al terminar, tomo los primeros jeans que veo, una camisa sin mucho chiste, y unos vans. Realmente no le presto mucha atención a lo que uso. La vida es simple, gris y monótona.

Bajo las escaleras para llegar al comedor, veo a mi hermana inmersa en sus juegos del celular, con una mirada fría casi robótica, pareciera que ha perdido el interés en el mundo a sus cortos 10 años. Mi madre por su parte hace las cosas de una forma automática y sin ganas, parece que no soy el único que le cansa la vida. De vez en cuando me gustaría saber que es lo que sucede dentro de su cabeza, y en que momento perdió la felicidad de su matrimonio. Cuando era mas chico, mi madre era el pegamento de la familia. Conforme fui creciendo lo fui notando, mi madre buscaba que cada miembro de esta tortuosa familia al menos se llevara un poco bien. Supongo que cuando era mas chico si me llevaba bien con mi hermana, pero ahora, el único lazo que nos une es sanguíneo. Casi como con todos aquí. Mi madre había perdido esa chispa en su voz y esa luz en su mirada, ahora solo se preocupaba en secreto y lloraba por las noches como si nadie se diera cuenta. Inclusive cuando mi madre y yo ya no somos tan unidos como antes, yo sé cuando algo le pasa, si bien no puedo definir concretamente lo que le sucede, conozco perfectamente bien esas miradas cambiantes en su rostro y lo que cada una significa. Y en las noches de insomnio puedo oír sus sollozos. Sé que en algún momento perdió la esperanza en esta familia, dejó de intentarlo, simplemente no puedo definir el punto en el que llegamos a esto. A decir verdad, no me explico por qué sigue aquí, no me malentiendan, no lo digo por mí, lo digo por ella. Si me fuera posible, yo ya me habría ido hace tiempo.

 Me sirve el desayuno, seguido de una caricia en el rostro y un beso fugaz en la frente, no dice nada y yo no digo nada. Mi madre. Sé que es a la única persona a la que le importo, quizá porque es mi madre, o tal vez porque hemos vivido juntos toda mi vida, sea cual sea su razón, sé que procura estar al pendiente de mi lo mejor que puede; pero también sé que ella tiene su propia guerra en su cabeza, y jamás podría pedirle que luche mis batallas conmigo. Que egoísta sería eso. Por eso ya no le cuento lo que pasa en mi vida. Y en cuanto a mi padre, soy su decepción mas grande. Jamás me lo ha dicho directamente, pero no hace falta, todas sus acciones y su sarcasmo me lo dicen. Incluso su silencio lo dice desesperadamente. Ignorarme es su arma más poderosa en mi contra, normalmente, no le tomo mucha importancia, pero de vez en cuando me pone a reflexionar, jamás puedo definir que fue y en que momento, lo hice sentirse de esta manera hacia mí.

 Termino y mi desayuno y me preparo mentalmente para el siguiente acto de terror del día. La escuela. Verdaderamente odio ese lugar. Pasillos anchos y frescos, niñas sin cerebro hablando de más, chicos inmaduros creyéndose la gran cosa, cerebritos que creen que lo saben todo. Gente hipócrita sin vida que se dedica a hacer a los miserables aún más miserables. Y honestamente no lo clasificaría como algo malo, pero yo soy parte de esos miserables, pero prefiero ser un miserable a ser un imbécil.

En realidad, no tengo amigos. Y no me apena el decirlo. Tengo 17 años, estoy en mi ultimo año de la preparatoria, a nada de entrar a la Universidad, no volveré a ver a las personas de esta institución. Cada persona tomará una ruta distinta y harán de sus vida lo que les plazca, terminaran viviendo del producto de su esfuerzo individual, la vida es egoísta, y si pasas tu tiempo pensando en agradarle a los demás terminarás por perderte a ti mismo, ¿quién quiere perderse antes de si quiera encontrarse? E incluso si hiciera lazos con las personas, eventualmente terminarían difuminándose en el ojo del tiempo. Había un tiempo en el que solía tener amigos, disfrutaba de la compañía de otras personas, luego las cosas comenzaron a cambiar, por lo menos es lo que creo o quizá fui yo quien cambió. Todo el mundo comenzó a distanciarse, a pesar de mis intentos por mantenernos en contacto, nada parecía dar resultado. No importaba lo cercano que fuéramos, o cuantas veces les contara mis sueños o aspiraciones, siempre terminábamos en los mismos términos, extraños en la distancia. Siempre he sido una persona con sentimientos y pensamientos muy profundos, de vez en cuando les contaba a mis amigos de las cosas que pasaban por mi cabeza. Ellos escuchaban como si genuinamente les importara. Desearía que me hubiesen dicho en ese momento que no tenían el mas mínimo interés de conocerme de esa manera, seguramente eso fue lo que los alejó de mí, la constante apertura de mi mente. Un mundo de ilusión, fantasía y filosofía. Debí suponer que la gente no le interesan esas cosas. Ahora guardo mis pensamientos para mí, razón por la cual la gente me clasifica como una persona cohibida o un inadaptado social. Sea cual sea el termino que usen para describirme, hace tiempo que me es intrascendente, pueden ponerme las etiquetas que quieran. No me interesa.



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En el texto hay: depresion, nostalgia, muerte

Editado: 18.12.2019

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