Liam suspira, mientras trata de evitar que las lágrimas puedan tan siquiera bajar por sus mejillas, duele, duele mucho y eso le afecta a que su respiración siga adelante. Hace apenas una hora, su corazón había sido cruelmente pisoteado y, solamente puede regular su respiración para no caer de rodillas y dejar que los gimoteos que desean salir se hagan presentes.
Su semana había comenzado muy bien, había vendido más allá de las ventas habituales, su padre le había dado el anunció de que iría a verlo el fin de semana y con él iría su hermanastro Damián, también le había llamado su madre, con el fin de avisarle que cuando terminara su viaje por Italia, iría a verle, y sobre todo, Mason le había citado en un restaurante para cenar y platicar, el viernes por la noche.
Cuando llegó el día tan deseado, esa misma tarde, después de haber cerrado la florería una hora y media antes de lo habitual, le había pedido ayuda a su mejor amiga Kara para que le ayudará a escoger que se iba a poner, quería impresionar a su novio, pero jamás se imaginó que las cosas iban a terminar mal, muy mal.
Había escogido la ropa más nueva que tenía, se había peinado sus ondulados cabellos negros y había decidido no ocupar el retenedor por esa ocasión, lo que menos deseaba era estar quitandose ese infernal aparato para poder comer, tomando su cartera, las llaves de su hogar y revisar que el manchas estuviera entretenido con uno de los juguetes masticables que le había conseguido, salió rumbo aquel maravilloso restaurante.
La velada había pasado bien, su euforia era superior a la acidez que proyectaba Mason, por eso nunca noto que él, ciertamente le quería decir algo que lo mataría lentamente. Fue justamente después de ordenar el postre, mientras disfrutaba el sabor del chocolate mezclado con el del café, Mason habló.
—Liam, hay algo de lo que quiero hablar contigo— suspiro, era más que claro que algo le estaba pasando, pero no sabía si era malo o peor.—Es importante
Parpadea, puede notar la tensión que hay en el aire, la tensión que justamente estaba apoderándose de todos.
—¿Pasó algo malo?— interrogó despacio, mientras balanceaba la pequeña cuchara de plata que estaba en su mano derecha. — ¿Mason?
Mason parece estar indeciso de decirle lo que realmente desea comentarle, pero parece que se arma de valor.
—Liam, yo quería decirte que…— sus palabras se pierden, está más que claro que no sabe qué decir o cómo decirlo.— Quiero romper contigo
Y ahí fue cuando su corazón dio el primer quiebre.
—¿Qué?— cuestionó de pronto, su voz sale ahogada y su corazón tiembla —¿De qué estás hablando?
—No quiero saber nada más de ti— dice, mientras deja la servilleta de tela sobre la mesa
—Pero, ¿Por qué?— cuestionó en voz baja —Yo no he sido malo contigo, yo…
—Eres invisible ― respondió, terminando aquella frase que estaba por decir. Su corazón dio un segundo quiebre.— Quiero un novio que sea importante, no solo un simple florista que está ubicado cerca de la esquina del centro
Las palabras se pierden en su mente, no sabe qué decir, no sabe ni siquiera si puede decir algo más allá de lo que desea sinceramente expresar.
—Aparte, encontré a alguien mejor— dice sin ninguna emoción, como si no le importará estar rompiendo el corazón de Liam con sus crudas palabras.— Alguien que sin duda alguna es mejor candidato que tú
Eso dolía y mucho. Su corazón ya había dado el último quiebre, señalando lo herido que estaba.
Liam no dice nada, en su lugar simplemente se levanta de la mesa y sale del restaurante, puede escuchar a Mason decir algo respecto a la cuenta, pero no le importa, en lo absoluto, solo deseaba correr.
Y ahí estaba, llegando a la intersección de la sexta y Winston, donde la parada de autobuses estaba alumbrada para la comodidad de todos aquellos que esperaban el transporte. Se sentía un tonto, un completo idiota a decir verdad. ¿Cómo pudo creer que Mason no rompería su corazón? Que ingenuo de su parte.
El autobús que decía con letras gigantes y colores neones «ruta 45» le saluda de manera silenciosa y sin esperar más, sube en él. Le paga al conductor el boleto y se sienta hasta atrás, donde una señora con varias bolsas de mandado, no le presta atención por estar discutiendo con alguien por teléfono.
Observa por la ventana lo que vendría siendo el recorrido hacia su hogar y siente que puede llorar, pero sigue procesando lo dicho por Mason, sigue procesando las crudas palabras que le ha dicho respecto al haber conocido a alguien más, alguien que era mucho mejor que él y tiene que parpadear varias veces para ahuyentar las lágrimas que ansían bajar por sus ojos.
Reconoce la vuelta de la glorieta que le llevará a su casa y se apresura a levantarse, notando que hay unas diez personas en los asientos de adelante. El timbre del autobús podría pasar desapercibido por el tenue ruido que hace, posiblemente cuando el transporte se llenaba era mejor gritar para que el chófer escuchara. Con las piernas temblorosas, Liam baja del autobús y camina solo unas cuadras más hacia adentro, el vigilante en turno le da la bienvenida a los condominios y él solo puede devolvérselo con uno más tenue, casi poco audible.
Sin muchos ánimos sube por las escaleras, parece que el ascensor no funciona nuevamente, y cuando llega al tercer piso, se apresura a sacar sus llaves, y abrir la puerta que tiene marcado el número «C–303», dejando a la vista a alguien que conoce muy bien.
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Editado: 15.03.2024