Entre hojas secas y copos de nieve

2: Volkswagen oxidado


  El motor del viejo Volkswagen se apagó al estacionarse frente de mi casa. Por las persianas de las ventanas se distinguían las luces de la tele como evidencia de que mi padre me esperaba listo con un buen sermón y su pesada mano por incumplir el horario de llegar antes de las seis de la tarde.

No tenía ni la más mínima ganas de entrar del que se suponía era mi hogar. Me esperaban problemas gordos cuando me viera con el labio partido y un ojo morado.

― ¿Por qué no bajas? ¿Pasa algo?― pregunto mirándome.

Saboree la herida de mi boca pensando en algo que me sirviera de ayuda.

―Dijiste que le dirías a mi padre que pase contigo la tarde, necesito que lo hagas, por favor.

La observe casi con suplica, me daba igual que me lanzara una mirada extraña por ser un chico de 17 que le temía a su padre.

―Vale, no hay problema. Boo siempre cumple su palabra.

Asintió dándome una pequeña sonrisa de boca cerrada. Abrió la puerta con rapidez y bajo con pasos enérgicos, la vi rodear el auto haciéndome una seña de que la siguiera. Mantuve mis ojos fijos sobre ella por algunos segundos, caminaba tan segura, sin temores, tan prepotente que podías creer que tenía el porte de una reina.

Bueno, ya era la reina de la preparatoria.

― ¡Jonás, ven!― llamó ya bajo el umbral de la puerta, apunto de tocar el timbre.

― ¡No vayas a tocar!― agarre mi guitarra del asiento trasero y baje apurado, corrí aguantándome el dolor de mis costilla para colocarme a su lado, solté algunos quejidos al masajearme donde estaba el golpe―. Boo, no digas cosas raras delante de él, se una chica normal. Con eso me refiero en que no seas grosera, ni sarcástica y que no sueltes esas palabrotas que dices en los pasillos de la prepa.

Abrió la boca ofendida.

―Soy una chica normal― toco el timbre con enojo―. Te lo demostrare.

La puerta se abrió, mi padre apareció del otro lado con un notable ceño fruncido y su cara de pocos amigos.

― ¿Dónde estabas, Jonás? ― pregunto escaneando mi rostro. Había notado los golpees, estaba furioso.

Entre tartamudeos trate de hablar pero una briosa Boo se me adelanto.

―Conmigo señor, quizás no me conozca pero yo sí, déjeme y me presento―le tendió su mano con toda naturaleza, como si le conociese de toda la vida y sentí cierta aversión al ver cómo este le correspondía el gesto, como si con esa misma mano con la cual daba un apretón amable no me golpeara hasta el cansancio―. Soy Boo Sherman, novia de Jonás. Un gusto conocerle, suegro.

Casi me atraganto con mi propia saliva al escuchar la última frase.

― ¿Cómo has dicho?―inquirió mi padre estupefacto.

―Que soy su novia, paso la tarde conmigo.

Boo estaba loca de remate.

― ¿Eso es cierto hijo? Y yo que creí que eras un marica.

Aquel comentario no me agrado nada.

―Eh...si padre, somos novios.

La confirmación de una inexistente relación le hizo relajar su expresión de querer matarme allí mismo.

― ¿Desde cuándo?

Mi cerebro quedo en reiniciando y suerte que Boo volvió al rescate, otra vez. Me abrazo por la cintura y dándome un golpecito con la cadera entendí que debía hacer lo mismo.

Coloque mi brazo alrededor de su cintura, avergonzado.

―Desde hace un mes, hoy decidimos contarle.

Mi padre movió la cabeza, observándonos atento buscando algún detalle que revelara que le mentíamos.

― ¿Quién te dejo la cara así?

―Yo...―enmudecí al sentir el calor de unos labios sobre la piel de mi mejilla.

Recorcholis...

―Ay, si le cuento suegro, mi pato fue tan valiente hoy― pellizco mi oreja―. Unos chicos me estaban molestando y el me defendió, mire como le dejaron la cara, mírelo bien eh, que los otros quedaron mucho peores eso sí. Todo un macho mi pato.

¿Pato? ¡¿Por qué me llamaba así frente de mi padre?! ¡Qué vergüenza, prefería mil veces pecosin!

Mi padre sonrió, desbordando orgullo.

―Así es, un hombre nunca deja que se metan con su chica, felicidades hijo―palmeo mi cabeza, resistí el impulso de alejarme de su contacto―. Por fin tienes novia yo que creía que eras maricon y mira la linda muchacha que tienes, hasta peleador me saliste.

Quise ignorar la repugnante mirada con la que vio a Boo, me fue imposible no sentirme rabioso en mi interior. Hubiera venido solo a casa, mi padre era un ser despreciable que no se merecía el contacto con otras personas.

―Si papá, gracias.

―Un gusto linda, espero verte pronto por aquí. Los dejare solos para que se despidan, no tardes.

Cuando cerró la puerta encare a la pelinegra que me agarraba de la cintura y me sonreía llena de burla.

― ¿Es en serio? ¿Novios? ¿Pato? ¿Por qué me dijiste pato? ¡Qué vergüenza, Boo! ¡¿Por qué dijiste todo eso?! Podemos meternos en problemas si se entera que no es cierto nada de lo que dijiste.

Mi reclamo la hizo reír.

―Dijiste que fuera una chica normal, y lo fui, una chica normal hace esas cosas ¿No? Además, ¿si no se entera que es mentira como nos meteremos en problemas? Agradéceme que te salve de una bronca.

Suspire, por lo menos con aquella mentira mi padre estaría contento por unos días.

―Gracias, Boo― dije con desgano.

―De nada, pato.―Beso mi mejilla y se alejó corriendo entre risas antes de que pudiera protestarle algo―. ¡Nos vemos por ahí, Pecosin!― grito al subirse a su auto.

―Adiós.― balbucee acariciando el lugar del beso, el calor de su boca seguía allí quemándome.

Boo no solo era la tormenta, también era el refugio en medio de la tempestad.


 

 




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