Entre hojas secas y copos de nieve

4: objeción

De un jalón me obligo a subir los escalones de la catedral del pueblo. No entendía muy bien que hacíamos en aquel lugar, Boo no parecía una persona muy católica.

― ¿Qué hacemos aquí?― dije jadeante, me dolía tres infiernos juntos las costillas―. Por lo que más quieras... con cuidado...―casi me caigo al subir el último escalón.

Boo me agarro de un brazo, impidiendo que me fuera de cara contra el empedrado.

―Perdón, es que debemos darnos prisa― revoleo mi cabello y corrió a pegar la oreja contra las puertas cerradas de la catedral―. Jonás, ven rápido.

Negué al borde de un desmayo. Con desgano camine hasta ella y pegue una oreja sobre la madera.

Pasamos varios segundos escuchando lo que pasaba en el interior. Mire con asombro a la chica de expresión cautelosa a mi lado.

― ¿Estas segura que es aquí a dónde veníamos? Ahí dentro se están casando...

―Claro que es aquí, ahora escuchemos y esperemos nuestro turno.

¿Nuestro turno?

Me estaba preguntando seriamente si Boo se encontraba bien de la cabeza.

―Presenciaremos la unió de esta hermosa pareja en sagrado matrimonio...―siguió diciendo el sacerdote del otro lado, y por casi cinco minutos escuchamos toda la perorata que decían en las bodas. Hasta que por fin llegó la hora de que los novios dijeran sus votos.

―Uh, que cursis...siempre dicen lo mismo seguro sacaron todo eso de canales de YouTube y de tarjetas de piolín... escucha Jonás... nunca le digas eso a tu futura esposa... ¡Mi momento ha llegado!

Un nuevo respigo me hizo pegar la frente contra la gruesa puerta de madera. Me iba a hacer morir si continuaba dándome esos sustos.

―Quien no esté de acuerdo con esta unión que hable ahora o calle para siem...

Las puertas fueron abiertas, causando un estrepito al golpear las paredes. Trastabille hacia adelante cuando no tuve nada que me detuviera y Boo me jalo de la bufanda para no irme, otra vez, contra el empedrado.

― ¡Objeción, su señoría!― su voz retumbo dentro del templo y todos los presentes hicieron expresiones de asombro por la interrupción. Yo solo quería que la tierra me tragara.

―Boo, así no era. Debías decir yo me opongo.

Aparte de que estamos arruinando una boda, lo hacíamos mal.

―Soy la hija de ese infeliz en el altar. La hija a la que ni siquiera invito a esta cochina boda y a la que no le contesta las llamadas y ni los mensajes porque esa arpía que tiene como mujer no se lo permite― entro al lugar arrastrándome por la bufanda, me tape la cara avergonzado de tantas miradas encima nuestro gracias al escándalo de mi acompañante―. ¡Ese hombre es un infiel! ¡Un mal padre! Engaño a mi madre por años con esta mujer y nos hizo creer que éramos una familia feliz...―la voz se le apago, supe que decir aquello le afectaba―. ¡Luego se largó con esa arrastrada!... Diosito perdóname por la palabra pero tengo que decírselo porque si no la mato, y mejor insultarla que matarla.

―Boo, hijita, no era necesario esto, hubieras ido a la oficina y hubiéramos hablado...―baje mis manos para mirar al dueño de la voz que trataba calmarla. Su padre bajo del altar, hablándole con suavidad―. No deberías hacer esto... luego de la boda podemos hablar más calmados, te lo prometo...

― ¡No te me acerques, estoy aburrida de tus falsas promesas!― bramo―. La semana pasada fui cuatro veces a tu oficina ¡Cuatro veces! Y siempre fue lo mismo, mandabas a tu secretaria a decirme que estabas muy ocupado para atenderme, que fuera luego...estoy cansada de mendigar tu atención...― le gente empezaba a cuchichear alrededor, sin duda alguna aquella boda había sido arruinada por una hija dolida por la falta de amor de su padre―. ¡La iglesia debería caerte sobre la cabeza por ser tan desgraciado! ¡Y tú, arrastrada!― señalo con su mano temblorosa a la mujer vestida de blanco, tire de la bufanda para llamar su atención, se estaba yendo un poco de control―. Ya nos vamos pecosin, perate un momentico y termino... ¡Así como engaño a mi madre y fue un mal padre conmigo también lo será contigo y con los hijos que tengan juntos, es un mal hombre! ¡Debería abrirse la tierra para que te caigas en el infierno!

― ¡Señorita estamos dentro de la casa de Dios!

― ¡Me vale un cacahuate!

―Boo mejor vámonos de aquí.

Volví a tirar de la bufanda.

― ¡Váyase de aquí, muchacha grosera!―El sacerdote, ya cansado de tanto escándalo venia en nuestra dirección, dispuesto a echarnos.

―Ya arruinaste la boda, vámonos...

― ¡Por supuesto que me iré antes de que se abra la tierra y se quemen todos en el inferno, demonios rabaleros!

― ¡Boo!

Agarre su mano y apunta de tirones la empuje hasta la salida mientras gritaba cuando barbaridad se le ocurría en su malvada mente.

―Ah, y además―freno ya en la puerta, yo quería atravesármele a un camión si seguía diciendo esas cosas―. Es gay con mi padrino Alfonso, los vi una vez besándose y metiéndose mano dentro de su oficina... ¡Perdón madrina debías saberlo!―grito al ver como una señora en la primera fila caía desplomada en el piso.

― ¡Te reprendo, hija del demonio!

―Al demonio lo tiene aquí adentro...

―Por amor a las galletitas del almuerzo, vámonos de aquí.

Nos fuimos huyendo del sacerdote enfurecido y que nos apuntaba con una cruz de plata.

[...]

― ¿Vamos a ChikiPollos?― estábamos a unas cinco cuadras apartados de la catedral, el sacerdote ya viejo y gordo por la años se había cansado de perseguirnos a la primera y ahora caminábamos con tranquilidad por las aceras, bajo los árboles del otoño que nos brindaban un poco de sombra del sol de la tarde.

― ¿Acabas de arruinar una boda y quieres ir a comer pollo?

Hizo un mohín.

―Ayudar al prójimo me da hambre. Aparte de que no solo iremos a comer pollo, comeremos pollo de ChikiPollos que es el mejor.

Suspire resignado y me acomode la bufanda.

―Está bien, pero yo invito.

―Oh, pero si eres todo un caballerito―como ya había agarrado casi por costumbre revoleo mi pelo―. Dejare que pagues la mitad.




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