Entre hojas secas y copos de nieve

13: nariz del clima

Los primeros días de noviembre transcurrieron con tranquilidad. Las lluvias habían cesado y el frio aumentaba en aquella región de las montañas de Belbaz. Los del pronóstico del tiempo auguraban la primera nevada del año para principios de diciembre. Boo decía que sería antes.

―Nevara después del cinco de diciembre―leí el periódico de esa mañana, Boo me había regalado las antiguas gafas de su difundo abuelo, y para mi suerte me servían a la perfección. Era agradable ver sin tantos borrones ni dolores de cabeza. Recién salíamos del prepa rumbo a nuestras casas, al igual que el resto de la semana nos íbamos juntos hablando de cualquier cosa y según Ella, esa seria nuestra nueva costumbre de amigos. A mí me parecía grandioso―. Y ya para el veinte el lago de la arbolada estará congelado y podrá ir la gente a patinar.

― ¿Quién dice eso?―chisto arqueando las cejas, sacando una paleta con forma de corazón de su boca.

Al parecer los dulces de la noche de brujas nunca se acabarían.

―Los del pronóstico.

―Eso es falso. Yo digo que será antes, ya verás cómo antes del veintidós de este mes cae la primera nevada.

― ¿Y porque crees eso? No eres una científica ni nada.

―No me hace falta, anda tócame la nariz.―Se paró frente de mí, moviendo su nariz como un cerdito.

Le mire extrañado. A veces se le ocurrían unas cosas bien locas.

― ¿Para qué?

―Tócala, solo la puntita. Juro que no te hare ninguna broma.

Revoleo sus pestañas con inocencia falsa. Muy falsa. Recontra falsa.

―Si haces algo raro te pincho un ojo.

― ¿Te has puesto muy agresivo, eh? Eso me prende.

―A ti te prende todo. Pareces horno.

Negué, sonriendo. Ya empezaba a familiarizarme un poco con sus comentarios atrevidos, solo un poco, porque había veces que se pasaba bastante. Como la vez que dijo que me quería agarrar una nalga y tuve que correr para que no lo hiciera.

Decía que tenía más nalgas que ella.

―Tócala.

De tanta insistencia le toque la punta de la nariz. Solté un chillido y aparte mi dedo rápido al sentir lo fría que estaba.

―Esta helada―dije sorprendido.

― ¿A que si? ―sonrió, altiva―. Eso pasa cuando se acerca el invierno y está apunto de nevar, se pone como congelada. En otoño se congestiona por las lluvias y el frio, por eso es que tenía gripa. En primavera y verano se pone tibiecita, por eso me gusta más esas estaciones.

―Eso es muy raro.

―Lo sé, pero debes admitir que mi nariz sabe cosas.

―Lo admitiré que cuando vea la nieve caer.

Bufo y se metió la paleta de nuevo a la boca. Colocándose de nuevo a mi lado volvimos a emprender la marcha.

―Yo digo que será antes del veintidós.

―Yo digo que después del cinco.

Continuamos nuestro camino hablando sobre el resto de noticias que aparecían en el periódico.

―Mañana no iré a clases, debo ayudar a mi mamá y a mi tía con las cosas de los dulces, también hornearan algunos pasteles―aviso faltando poco para llegar a mi casa―. Ya sabes que soy una gran repostera, lo llevo en la sangre―se dio golpecitos en los antebrazos―. No te aburras mucho sin mí y me avisas si alguien se burla o se mete contigo.

―Ya nadie me molesta.

Y era cierto. Se había regado por toda la preparatoria el chisme sobre la paliza que les dio al capitán y el co-capitán del equipo de futbol, y ahora todos le temían mucho más. También decían que yo era su nueva mascota, pero lo decían muy a escondidas, ya que cuando un chico quiso hacer un comentario respecto a eso ella casi le hace tragar la bandeja con todo y comida.

Más que el resto de los años nadie deseaba enfrentar la furia de la chica tormenta, que según el estudiantado estaba más caótica que nunca, y muchos agradecían que ese fuera su último año estudiando allí. Otros pedían que esos últimos meses pasaran de prisa para que se graduara de una vez por todas.

―Bueno, he hecho muy bien mi trabajo como bravucona―se irguió, orgullosa de su respetable labor―. Mañana no nos veremos, pero el sábado puedes ir a mi casa a beber cocholate caliente, ¿Quieres?

―Se dice chocolate. Y si quiero, pero primero debo avisarle a mi padre.

Agito sus rizos.

―Ah eso. Ya le dije.

― ¿Qué hiciste qué?―me detuve, con el corazón latiendo como loco.

―No te asustes, pecosin. No pasó nada malo. Al salir de mi casa esta mañana me lo encontré patrullando y pues le dije, como sé que es muy estricto y eso, y me dijo que no había problema, ya sabes, soy la novia más linda que puedes tener en esta vida ¿Cómo negarse?―me dio un golpecito con su codo―. En serio, no habrá problemas por que salgas conmigo, se supone que somos novios para él.

Quería decirle que él no me creía eso, pero preferí callarme.

―Bueno, tienes razón. Pero no somos novios de verdad, así que no lo andes diciendo por ahí.

― ¿Me estás diciendo que te avergüenza tener una relación conmigo?

― ¿¡¿Qué?! ¡No!―chille apurado.

―Da igual. Será una relación a escondidas…amor prohibido murmura por la calles porque somos de distintas sociedades…―comenzó a cantar y adelantándose unos metros empezó a bailar con alegría―. Amor prohibido nos dice todo el mundo. El dinero no importa en ti y en mí, ni en el corazón…

Continúo cantando usando la paleta como micrófono. Quede atontado observándola, me gustaba como cantaba, su voz tenía un tono tranquilizador para mis oídos.




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